Foto ideal para conocer cómo es un albergue normal del Camino. Pocas literas, mucho suelo y colchones sucios sobre los que tirar el saco. Pero no hay que equivocarse. No se necesita más que un techo bajo el cual resguardarse y un buen baño donde quitarse el polvo acumulado durante la etapa. Y esto lo hay en todos.

Este día me cagué en todo lo habido y por haber, porque alguien metió en mi mochila un bric de zumo mal cerrado y al abrirla descubrí que todo estaba pringado de residuos con sabor a melocotón. Además tuve un gracioso encuentro con la lavadora del lugar, que después de ayudarme a inundar parte del albergue el año pasado, éste me descubrió el llamado ciclo infinito. Tres horas estuvo mi ropa dando vuelta en su interior hasta que la hospitalera vino a rescatarme (para jolgorio de Paula y Mari que por allí andaban) Mi consuelo es que al menos quedó bien limpia.