Villafranca tiene tres albergues para acoger a los peregrinos. Uno municipal, acoge principalmente a todos aquellos que se toman El Camino como una competición y no dudan en salir de Ponferrada a las 5 de la mañana o cogen el autobús en una de las múltiples paradas que hay por la carretera; El segundo es el del Jato, cuyo público comparte las mismas malas costumbres; el tercero es el entrañable campamento de tiendas de campaña en las que te asas durante el día y te mueres de frío por la noche. Afortunadamente este año tuvimos suerte y ni hizo excesivo calor ni demasiado frío.

Las tiendas tienen el suelo cubierto de colchones sobre los que se puede tender el saco, aunque es bastante recomendable poner la esterilla por si acaso. La dotación de tan curioso albergue se completa con unos cuantos containers acondicionados como duchas y lavaderos, contando incluso con agua caliente (siempre que los calentadores eléctricos estén cargados de agua). Además las dos grandes tiendas centrales tienen unas mesas especiales para realizar la comida con toda tranquilidad, aunque no hay cocina.

Aquí fue donde parte del pelotón testosterónico de la piña cayó bajo los "encantos" de un grupo de peregrinas de Murcia, cariñosamente apodadas como las marcianas (sí, no somos muy originales), que a los dos días los abandonaron por el grupo del Capitán Madrid, bastante más hechos. ¿Capitán Madrid? ¿Y ese quién es? Pues un peregrino que empezó ésta misma jornada en Ponferrada, fácilmente reconocible por llevar una bandera de la comunidad madrileña siempre a la vista, ya fuese al cinto o a la espalda (imitando la capa de Superman).