Aquí estamos Aída, Churri, Mari y servidor (se puede apreciar mi atuendo de tortuga Ninja y mi andar equilibrado), acercándonos hacia Manjarín, otro poblado abandonado a 2 kilómetros de la Cruz de Hierro donde mora El Último Templario que, como marca su tradición, nos recibió a golpe de campana. Su refugio es la estructura destartalada que se asemeja a una torre de control y en el que ondea una cruz templaria como bandera.

Aída, influenciada sutilmente por mi para preguntar por el baño del refugio, sufrió en sus carnes la "buena educación" del señorín éste que no digo yo que no sea buena gente, pero que por sus respuestas bien podría ser candidato al hospitalero borde del Camino todos y cada uno de los años.