Contexto situacional

Mi Camino de Santiago se puede dividir en dos grandes etapas.

La Piña

De Roncesvalles a Frómista fui con un grupo de 14 chavales del Colegio Compañía de María de Santander acompañando a Jose, el loco que organizó todo esto. Lo de la Piña viene por el nombre que utilizaba Jose para referirse al grupo:"semos una piña" y todo eso. Al final le pillas cariño al apelativo.


La piña poco después de coronar el alto de Erro

¿Cómo funcionó la experiencia? A pesar de las dudas iniciales de todo el mundo, muy bien. Con un buen "coordinador" y unos buenos chavales se consigue todo en este mundo. Todos los peregrinos que conocimos quedaron sorprendidos de cómo se comportaron (salvo el día de Larrasoaña, pero como el resto de gente que conocimos estaban en Zubiri ni se enteraron). Y al final los echaron bastante de menos, sobre todo cuando pudieron comparar con otros grupos de adolescentes con los que tuvimos la desgracia de toparnos y que dejaron mucho que desear.

Mi relación con ellos fue buena, pero bastante anisótropa (uno es físico y aveces es bueno sortar un palabro de estos para enseñar la matrícula). A algunos ya les conocía un poco y estos 13 días me sirvieron para profundizar un poco en nuestra relación. A otros no los conocía y, en algunos casos, conseguimos romper el hielo y, en otros, fue imposible.

Como todas las experiencias inacabadas, espera su culminación. El año que viene (si Santi quiere) terminaré con ellos lo que he acabado con otros, aunque mis objetivos serán ligeramente diferentes. Ni repetiré el premio de la montaña (cuando encaremos La crois du fer y El Cebreiro no me encontraré en la mejor forma), ni podré dar lecciones de humildad (es más, tendré que acostumbrarme a recibirlas). Pero no importa. Semos una piña. 

Vertebrando España

No sabía muy bien cómo titular esta segunda parte, así que le he robado a Iván su grito de guerra dentro del grupo y queda hasta bonito.

Cuando empiezas en Roncesvalles generalmente no conoces a nadie y poco a poco vas entrando en contacto con otra gente. Puede que no camines con ellos pero cuando llegas a los albergues sí que te reunes con ellos, ya sea para hablar, comentar la etapa del día, la del día siguiente, para hacer una cena común,... Y de esa manera se va creando la amistad. Más o menos así se hizo este grupo.

Los que formábamos el equipo oficial éramos de Madrid, Barcelona, Sevilla, Noruega y Santander, pero también hubo otras personas que participaron y enriquecieron nuestra experiencia.


Foto de grupo en San Juan de Ortega

¿Y cómo funcionó la cosa? Está claro que de forma diferente a mi primera parte. Las conversaciones eran diferentes; ni mejores ni peores, ni más elevadas ni más profundas (si algún día contase lo que hacen ciertas personas con un bote repleto de golosas moscas os quedaríais alucinados). La forma de comer diametralmente opuesta (se puede contar con los dedos de una mano las veces que tomé bocadillos después de Frómista). Idem con la forma de caminar, ya que aquí hacías lo que querías. A pesar de ir en grupo éste era libre: si te apetecía te ibas por delante para poder pensar un poco o pegar cuatro berridos sin que nadie te oyese (salvo un día saliendo de Samos, que ya contaré). El ritmo era el que tu te ponías, y yo ya no sentía la prisa que tenía por llegar a los albergues para encontrar sitio (aunque sí la tenía para poder descansar).

¿Fue todo una balsa de aceite? No. Pero los momentos malos o de conflicto fueron muy pocos y tiendes a olvidarte de ellos (a pesar que muchas veces es muy difícil). Y siempre te quedas con de lo bueno lo mejor y de lo mejor lo superior. Así que no voy a ser menos y a pensar siempre en positivo, buen rollito (mi grito de guerra, a pesar de lo difícil que te lo ponen ciertas cosas que sí comentaré) y todo eso.


La piña y Vertebrando España en Boadilla del Campo