Cronopaisajes Relatos que contiene:
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Hacía una década que no se publicaba en España una antología de relatos temática como Cronopaisajes, así que estamos de enhorabuena. El valor añadido de este tipo de libros está en la elevada cantidad de relatos que suelen contener, escrito cada uno por un autor diferente, lo que garantiza una enorme variedad de visiones sobre el tema que los aglutina. En este caso estamos ante un volumen que ofrece una inmejorable perspectiva de cómo se ha tratado la ciencia ficción el viaje temporal, desde su aparición por primera vez a finales del siglo XIX, y del que se exponen la mayoría de los esquemas más utilizados: viajes al pasado para rescatar objetos, safaris por la prehistoria, encuentros con razas venideras, historias de amor a través del tiempo, paradojas cerradas, paradojas abiertas,... Los cuentos están separados en tres grandes apartados: regreso al presente, viajes al pasado e historia del futuro. A priori la selección realizada por Peter Haining es competente. No hay dos relatos que repitan un mismo argumento, todos los periodos de la historia del género reciben la misma atención, están los nombres más importantes,... Y gracias a la labor de Miquel Barceló hay participación del producto nacional (que no desmerece frente al resto). Sin embargo, la elección de una parte significativa de ellos es cuestionable. Más allá de criterios personales, hay unos cuantos que no deberían figurar, ya sea por su ínfima calidad (los de Nolan, Briarton o Asimov se llevan la palma), ser escasamente originales (Moorcock más que homenajear a Wells lo plagia) o resultar muy similares a otros mil veces mejores (poner el de de Camp teniendo disponible "El sonido de un trueno" de Bradbury raya en el delito). También es cierto que eso ha permitido introducir un relato de Bradbury como "Tiempo intermedio", que, utilizando algo tan propio del viaje en el tiempo como la paradoja cerrada, realiza una emotiva defensa de la tercera edad y de la necesidad de atenderla como es debido. Pero es una excepción única, porque, por ejemplo, Asimov tiene varios relatos mucho más satisfactorios que el elegido. A lo que hay que unir las omisiones de autores cuya presencia estaría mucho más justificada que la de gente como Briarton, Frank Russell o Kornbluth, cuyos cuentos son más que mediocres. Sin ir muy lejos, es incomprensible que grandes maestros del relato como Robert Sheckley, Fredric Brown o R. A. Lafferty vean algunas de sus joyas olvidadas. "Doble indemnización", "Las cortas y felices vidas de Eustace Weaver" o "Lenta noche de jueves" son tres historias al mismo nivel que las mejores seleccionadas, que tratan el viaje en el tiempo de una manera muy peculiar que no se parece en nada a lo que hay en el libro. Esto no quita para que la lectura del libro sea fructífera, más como compilación de material que hemos leído en otros sitios que como descubrimiento de joyas inéditas. Después de todo es detrás de los grandes nombres donde se encuentran las mejores narraciones. "Algo para nosotros temponautas...", sin ser lo mejor de Dick, captura bien el temor que proporciona el no poder escapara al destino marcado, además de ser tan marciano como sus mejores historias; "El mayor espectáculo televisivo del planeta" confirma que cuando Ballard libera su vena humorística el resultado acostumbra a ser brillante; lo mismo se puede decir de "La mortal misión de Phineas Snodgrass" de Frederik Pohl, una ingeniosa sátira de las ucronías cuyo leiv motiv era viajar al pasado para mejorarlo; "Los hombres que asesinaron a Mahoma" carece de elementos literarios deslumbrantes, pero resulta una historia trepidante tan cinética como los mejores Bester de los 50; "Hombre de su tiempo" es un Aldiss canónico, de los que no deslumbra pero juega consecuentemente con una idea; Y "Todos vosotros zombies..." es la muestra perfecta de la habilidad de Heinlein para construir maquiavélicos enredos, repleto de extraños retruécanos que conducen a un final difícilmente cuestionable. La mejor paradoja cerrada que se ha escrito nunca. Junto a ellos están los relatos de la proto ciencia ficción que, aunque han envejecido bastante, sirven como fiel muestra los orígenes del género. El más interesante es el primer relato sobre viajes en el tiempo sobre el que se tiene constancia: "El reloj que marchaba hacia atrás". Escrito por un periodista americano a finales del siglo XIX antes de que Wells escribiese su primer relato sobre el tema, "The Chronic Argonauts", contiene muchos de los elementos que después se han utilizado hasta la extenuación, como la máquina que te transporta al pasado (un reloj), el viaje a una época que los viajeros conocen muy bien o la misión que uno de ellos deberá cumplir para que la historia sea tal y como la conocen. Lo mismo se puede decir de "El relato del señor Strenberry", que se recrea en la descripción de una extraña visión a la manera del cuento gótico, pero con claros fundamentos científicos. Y es justo al final cuando nos encontramos con los más valiosos. "El continuo Gernsback" es el mejor relato de Bradbury no escrito por Bradbury, y el mejor cuento de Gibson, aunque no parezca escrito por Gibson. Pocas historias capturan de forma tan refinada la añoranza por un tiempo que pudo haber sido y no fue; la América de los tiempos del art decó a finales de los años 30, soñada por el arquitecto Frank Lloyd Wright y los ilustradores pulp, se rememora con una intensa melancolía a través de un diseñador gráfico que empieza a observar a su alrededor cómo imágenes extraídas de ese pasado sepultado irrumpen a su alrededor. Curiosamente, "La enfermedad del tiempo" tiene también mucho de otro autor a parte del que lo ha escrito. Como bien dice Haining en su presentación, es puro Ballard y recuerda a "Noticias del sol", donde una enfermedad provoca lapsus temporales en los que el cuerpo se vuelve inactivo. Martin Amis utiliza el mismo concepto de enfermedad temporal, un envejecimiento repentino, para exponer el frenético ritmo de la sociedad en que vivimos, donde para mantener la gloria y el éxito es necesario mantener una actividad acelerada extenuante. Sin ser deslumbrante, invita a la reflexión. Antes de terminar, no puedo dejar sin comentar la edición que presenta Nova. Es triste comprobar como la colección más importante de ciencia ficción en nuestro idioma, la más longeva y la que más libros publica al año, languidece. La traducción de Pedro Jorge Romero es pobre y chirría que da gusto. Nunca tantos escritores de estilos tan variados sonaron tan igual... y tan reiterativos (me pregunto por qué cada vez que me enfrento a un libro traducido por Romero las repeticiones de palabras en un mismo párrafo se cuentan por decenas). Recomiendo que se busque alguno de los relatos aquí recogidos en las otras ediciones que han tenido para comparar. A lo que se suma la aparente ausencia de corrección (p.e. en la introducción de Haining, wormhole se traduce como agujero de lombriz, y Barceló habla en otro sitio de agujero de gusano) y la carencia de criterio para indicar los títulos de los relatos y libros que se citan; parece que en inglés se dejan los que no han sido traducidos y, sin embargo, muchos de ellos sí se pueden encontrar en español. Me estoy imaginando a mi padre, decorador de profesión, poniendo cortinas con faltas, más transparentes de lo que eran en la tienda o que decoloran al lavarse. ¿Cuánto tiempo iba a seguir en el negocio? Supongo que con ciertas colecciones como Nova los clientes vamos a tener que esperar al formato electrónico para poder tener libros libres de fallos, cuando podamos solventar nosotros mismos las pifias de esa odiosa entelequia llamada duendes de imprenta. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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