Dentro del Leviatán
Richard Paul Russo
La Factoría de Ideas

Ship of fools
2001

2004
Traducción de Marta García Martínez

345 páginas
Ilustración
Bruce Jensen

A imagen y semejanza del cine, la ciencia ficción tiene una parte muy importante de obras enclavadas en lo que podríamos llamar serie B. Una lista de narraciones muy numerosa donde hay cosas mejores, muchas otras infumables, que no aspiran a jugar con los grandes nombres al tener un aspecto formal limitado, carecer de personajes arrolladores, estar su trama basadas en ideas absolutamente convencionales,... Pero cuando cumplen están hechas con corrección, van de la primera a la última página con ritmo, consiguen una mezcla que carbura y contienen los suficientes puntos atrayentes como para que el lector se sienta interesado durante su desarrollo. Son libros escritos por los bien llamados "artesanos", autores que conocen su oficio, sus limitaciones y, lejos de dar gato por liebre, resultan sumamente coherentes. Gente como el hasta ahora inédito Richard Paul Russo, que cumple con las carencias expuestas pero que, también, disfruta de los puntos fuertes enumerados.

Dentro del Leviatán, que ganó en el año 2002 el premio Philip K. Dick (en el que un jurado premia a la que consideran mejor novela publicada originalmente en formato paperback - libros en tapa blanda), tiene lugar a bordo del Argonos, una nave generacional que vaga por el espacio desde tiempos inmemoriales donde una parte importante de la tecnología ha quedado fuera de la comprensión de sus inquilinos. Aparentemente tiene la misión de hallar un mundo que colonizar, pero por ahora no ha encontrado ninguno que se ajuste a sus necesidades. La acción se inicia cuando se descubre una transmisión procedente de un planeta, Antioquía, en el que desembarca una misión... que se va a topar con un panorama que no esperan y que, unido al descontento de parte de sus tripulantes, va a originar una serie de sucesos que desembocan en la crisis más importante de su convulsa historia.

Russo construye Dentro del Leviatán a base de conceptos que remiten a ingredientes de uso muy común. Tenemos la nave generacional que ha perdido la noción de cuál ha sido su pasado pero, para variar, conoce cuál es su situación; una tripulación numerosa escindida en diversas niveles a imagen y semejanza del sistema feudal, con una "clase" dirigente que no vela por los intereses sus "vasallos", meros engranajes que mantienen la nave en funcionamiento; un Obispo católico controlando las decisiones en la sombra; un protagonista con una minusvalía física que comienza siendo uno de los de arriba y que termina siendo el representante de toda la nave; pasajes de exploración por escenario mortal que rememoran la presión a la que estaban sometidos los personajes de dos de los libros más conocidos de Algis Budrys y Robert Silverberg; gotas de historia de casa encantada;... Incluso, ahondando en el parecido con la serie B, la trama iniciada en la segunda parte trae a la memoria Horizonte final, aquella en la que Laurence Fisburne y Sam Neill se las veían con un pecio perdido en medio del espacio (un refrito bastante potable del horripilante Paul W. S. Anderson)

Un conjunto escasamente sorprendente pero cocinado con buena mano. Entrando en el símil culinario, no se le puede exigir a todas las novelas que sean productos de la nouveau cuisine o selectos platos de la cocina tradicional. Hay una cocina de todos los días que rellena los huecos entre gran comida y gran comida y que, cuando está bien hecha, sirve para mantenerse y aguantar; en este caso a aquellos que les gusta leer ciencia ficción de toda la vida. Porque este plato, como he dicho, está lo suficientemente bien hecho como para para hacerte pasar un rato ameno. Asimismo tiene un protagonista atractivo, con su evolución a lo largo de la trama que, lejos de ser discapacitado inteligente que todo lo acierta, mete la pata unas cuantas veces porque, al no ser omnisciente, carece de toda la información necesaria.

Claro, después hay aspectos bastante descuidados, como un malo risible que a pesar de tener algún buen momento no es más que un villano de opereta todavía más sobreactuado de lo previsible y soportable; un plantel de acompañantes que funcionan a piñón fijo (la monja que le mete ideas raras en la cabeza, el "bufón" que canaliza su descontento; el niño repelente que va donde no debe;...); una descripción de la Argonos basada en los tópicos que siguen el hilo metal-óxido-decadencia, carente de la más ínfima imaginación; determinados escenarios que chirrían en el cuadro general, como el de La Catedral dentro de la nave; unos cuantos flecos que quedan muy colgados...

Pero es algo que se asume sin mayor problema por lo comentado hasta ahora. Sobre todo porque sus últimas cien páginas, cuando se acumulan las revelaciones a todas las preguntas planteadas, son cinéticas y se leen de una tirada casi con la misma fruición que el resto. Esto convierte a Dentro del Leviatán en un matarratos de cajón que, lejos de necesitar desconectar las neuronas para disfrutarlo, esporádicamente, también las hace trabajar (un poco).

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
Este texto no puede reproducirse sin permiso.