Estado crepuscular
Javier Negrete
Pulp Ediciones
1992
Mayo de 2003

128 páginas
Portada de Qeu Nümura

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Robert Sheckley es un autor que cultivó una ciencia ficción eminentemente humorística, muy divertida, recordado por sus relatos. Mientras, todas sus novelas se encuentren olvidadas en lo más profundo del baúl de los recuerdos. Hoy en día Terry Pratchett es muy celebrado por sus historias enclavadas en Mundo Disco, donde deja caer sus satíricas garras sobre muchas costumbres y hábitos de diversas sociedades humanas, además de parodiar a los personajes más recordados de la moderna fantasía heroica. Sin embargo sus libros son más que irregulares, pasando de momentos más o menos graciosos a otros insoportables. La lectura de estos y otros libros escritos esencialmente para producir la carcajada me confirman en una teoría bastante plausible: la diversión que produce una historia humorística es inversamente proporcional a la extensión que ocupa. Esta novela corta de Javier Negrete me ratifica en esta idea: a pocas páginas más que hubiese tenido sus efectos no hubiesen sido los mismos.

Estado crepuscular fue presentada al premio UPC de 1992, un año después de que su autor obtuviese la mención especial de dicho galardón con La luna pálida. El contraste no puede ser más brutal. Frente a la seriedad, delicadeza y profundidad presentes en aquella, aquí sacó su vena más procaz con el único fin de divertir y entretener. Y doy fe que lo consigue, porque hacía tiempo que no me reía tanto leyendo un libro. Asimismo, no me extraña que no ganase. Al jurado, ciertamente académico, debió parecerle una narración demasiado intrascendente y gamberra como para hacerla figurar entre los ganadores. Hay que tener cuidado con que no se "desprestigie" el galardón.

Porque eso de comenzar una novela con una frase tan clarificadora como Dice el sabio Aristóteles que en esta vida hay dos cosas que mueven al hombre: haber mantencia y tener juntamiento con fembra placentera, salida de la mente del protagonista, marca mucho y nos pone sobre aviso de las absurdas payasadas que nos vamos a encontrar. La historia desgrana las desventuras de David Millar, un crápula desvergonzado que, deseando acostarse con una bella dama, se hace pasar por su padre, un reputado psiquiatra al que ésta acude para solucionar un problema que ha surgido en el planeta Hoonai. Sin haber satisfecho sus instintos y no sabiendo muy bien cómo, realiza el viaje para descubrir que su misión es imposible, incluso para un patán como él. Eso de desentrañar el origen de la locura del superordenador que gobierna aquel mundo queda muy lejos de sus posibilidades. Pero como ya es demasiado tarde para deshacer el engaño, intenta realizar el trabajo desde su absoluta ignorancia, entablando conversaciones con la MAYA (Mente Alienígena Y Artificial) mientras pasa las noches de juerga en diversos bares y discotecas.

Negrete no se toma en serio la historia en ningún momento y, a través de la primera persona en que está narrado, nos introduce con rapidez en los modos de David Millar, plagando sus intervenciones de un humor agudo, rápido, a veces un tanto grueso, otras absurdo, pero siempre inteligente. Y lejos de transformar su periplo en una sucesión de locuras sin sentido, juega ampliamente con todo tipo de registros que abarcan (y mezclan) el gag meramente situacional debido a la acción de los personajes, los divertidos pensamientos machistas del personaje, las trasgresiones narrativas que involcran conscientemente al lector en el loco universo que crea,...

Porque al igual que Albert Monteys, uno de nuestros más reputados humoristas gráficos, hizo con los tebeos de superhéroes de toda la vida en Calavera Lunar, aquí Negrete se ríe de muchos de los iconos de la ciencia ficción tradicional, no sólo de su representación, caso de la MAYA que no es más que un cerebro a mitad de camino entre HAL de 2001 y el homo gestalt de Más que humano, sino también de toda una serie de situaciones que todo buen aficionado sabrá apreciar. Y quizás éste es el mayor mal del libro, que no sé hasta qué punto puede llegar a funcionar entre alguien que no sea lector habitual de ciencia ficción.

Una mención a parte merecen las desopilantes notas a pie de página que tapizan la lectura, repletas de ingenio, y que aportan a nuestro acervo cultural expresiones tan válidas para nuestro día a día como la del Primer Principio de la Tontodinámica:

En el contacto entre dos cuerpos, objetos, individuos o incluso personas, la inteligencia intenta fluir del más listo al más tonto, pero se destruye en el camino hasta que el sistema acaba en equilibrio intelectual, es decir, cuando ambos Cs, Os, Is o incluso Ps igualan sus inteligencias en el nivel del más tonto o por debajo

Sencillamente hilarante.

Estado crepuscular, como todas las obras de este tipo, requiere de la complicidad del lector. Así, a poco que se ponga de nuestra parte, la diversión y alguna que otra carcajada están garantizadas. Y al precio que ha salido, 6 €, es una ganga.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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