Herederos de las estrellas 
James P. Hogan
Nebulae
Inherit the stars
1977

Julio de 1986
Traducción de B. Ramiro
294 páginas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta es una de esas novelas intrascendentes que se agradecen de vez en cuando para alejar la mente de esa obra densa que se nos ha atragantado más de la cuenta. Aunque si he de ser sincero, Herederos de las estrellas no es precisamente el mejor ejemplo de buena novela intrascendente. Es un hard ligero con una carga especulativa que, aunque creíble, se sustenta en parte en una base excesivamente fantacientífica y que, además, cuenta con la mayoría de defectos de este tipo de novelas totalmente sobredimensionados. Así, el resultado final es demasiado endeble y se lee con el único interés de averiguar cuál es el secreto que el escritor desea desvelar al final de la novela. Sin embargo todo esto es bastante disculpable porque su autor parece consciente de su labor como creador de una historia de serie B y nunca intenta colarnos gato por liebre.

Una expedición en la luna descubre en un cráter el cuerpo de un astronauta humanoide con la antigüedad de 50000 años. Rápidamente los científicos punteros del planeta se ponen tras la pista de este hecho, investigando cuál puede ser tanto su origen como la causa de que morfológicamente pueda ser idéntico a nosotros. Ya desde su principio, Hogan intenta convertir Herederos de las estrellas en un juego de cajas chinas, creando casi de la nada teorías que expliquen adecuadamente lo que saben los personajes hasta ese momento y después echarlas abajo para elaborar otras nuevas todavía más interesantes y arriesgadas, hasta llegar a una especie de fin de fiesta en la que se enuncie la explicación final que rompa con todos los esquemas mentales que el lector ha ido elaborando por el camino.

Este tipo de novelas cuando el autor está entonado (estoy pensando en Embajada alienígena de Ian Watson) suele dar mucho juego y ser una auténtica delicia. Sin embargo en este caso toda la estructura fracasa desde el momento en que nunca logra implicarte por completo en lo que está contando y no ser todo lo sorpresivo y contundente que parece querer ser. La razón de su fracaso se encuentra detrás de los inexistentes personajes que utiliza para presentarte los descubrimientos. Si no fuese porque de vez en cuando gente con nombres aparece en la narración uno tendría la impresión de estar leyendo una especie de foro en el cual gente que no se sabe cómo es habla sobre un hecho hasta llegar a una conclusión más o menos satisfactoria. No es que los personajes que conducen la narración sean arquetípicos o planos, es que son inexistentes. Y eso es algo imperdonable en una obra literaria.

Por otro lado, parte de la ciencia que Hogan utiliza, especialmente la referida a la nuestra, es demasiado fantacientífica, sin más contacto con la realidad que las peregrinas teorías que el autor se inventa y que son más increíbles que el conversor de fluzo de Regreso al futuro o la pistola desintegradora de haces dispersos. Esto que pudiera ser disculpable no lo es porque se carga casi por completo la especulación xenobiológica que realiza y que a pesar de estar bien orlada queda sepultada por los errores (más bien horrores) antes citados.

Aún después de todo esto, Herederos de las estrellas es legible y no resulta nada indigesta. Así que si eres aficionado a este género y se pone a tu alcance quizás quieras echarle un vistazo.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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