La guerra de las salamandras
Karel Capek
Gigamesh
Válka s mloky
1936

Febrero de 2003

Traducción Ana Falbrová
229 páginas
Ilustración Juan Miguel
Aguilera

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Definitivamente en Europa las cosas se hacen de otra manera. Mientras en las primeras décadas del siglo pasado en EE.UU. los escritores de la incipiente ciencia ficción estaban jugando con sus naves espaciales, las amenazas surgidas de otro mundo y unos personajes y tramas más planas que la Tierra del siglo XII, a este lado del charco sus colegas estaban extrayendo gasolina de la buena de los pozos del romance científico o la temática utópico-distópica. Ahí están las fábulas morales y los visionarios viajes al futuro de Stapledon, Viaje a Arturo de Lindsay, Nosotros de Zamiatin, Un mundo feliz de Huxley o 1984 de Orwell. Entre esta retahíla de autores y títulos suele olvidarse de forma injusta la obra Karel Capek, quizás porque en los últimos sesenta años, sin comerlo ni beberlo, nos han convertido en anglófilos practicantes que desconocen todo aquello que no ha sido creado o no se nos vende desde aquellos países. De ahí que debamos felicitarnos porque Gigamesh se haya lanzado a la reedición de este libro, con un precio tan acertado como viene siendo costumbre y que abunda todavía más en la idoneidad de leerlo.

Las salamandras del título son unos seres inteligentes que vivían plácidamente en una pequeña isla del océano pacífico, ajenos a la presencia del hombre, hasta que éste llega a perturbar su placentera existencia. Prolijos a la hora de reproducirse y bastante hábiles a la hora de desempañar un trabajo, pasan, después de un periodo de impacto mediático, a ser explotados en todo tipo de labores como mera mano de obra, barata y fácilmente reemplazable. Con el tiempo el ser humano empieza a manipular su vida a otro tipo de niveles sin darse cuenta que, después de unos años, ha puesto en manos de esos seres un poder que puede llevarle a su propia destrucción.

La guerra de las salamandras es, como algunos de los libros de Stapledon (La última y primera humanidad o Hacedor de estrellas), una narración bastante peculiar. Carece casi por completo de personajes protagonistas que sirvan de hilo conductor de la historia, y es la propia sociedad (en este caso la que hoy podríamos llamar occidental) el núcleo en torno al cual todo sucede. A esto se añade el recurso borgeano, muy utilizado posteriormente por Stanislaw Lem, de crear una serie de juegos metaliterarios a modo de estudios sobre las salamandras del título, que aparecen entre los diferentes pasajes narrativos como artículos divulgativos sobre las costumbres de esos seres, recortes de prensa sobre sus andanzas, diarios de personas a los que les ocurre algo con ellas,... y que proporcionan una mayor verosimilitud y variedad a lo que se cuenta.

En sí, el libro adolece de un arranque tibio que desmerece un poco el resto. El modo en que la humanidad llega a conocer a estos seres se dilata más de lo debido y roza la frontera de lo soportable. Aunque hay un simpático pasaje en el que Capek se ríe de lo lindo del star system del Hollywood clásico, entonces en plena efervescencia. Sin embargo, si se persevera más allá de la página 50, pronto llegan los buenos momentos, muchos de ellos escondidos en los juegos a los que antes hacía referencia y que también se dejan ver a modo de divertidas notas a pie de página.

Y a través del conjunto, se sueltan cargas de profundidad contra algunas de las actitudes endémicas de la sociedad de su época que perseveran en la nuestra. La xenofobia, la tendencia a jugar con una naturaleza que no se comprende, el capitalismo salvaje, la carrera armamentística, los nacionalismos o el fascismo son denunciados sin tapujos en esta sátira elegante y no por eso menos cruel. Sirva como ejemplo la divertida anécdota de la "creación" por parte de una Alemania en plena vorágine nazi de la llamada salamandra aria, cúmulo de todas sus "virtudes" y sin ningún "defecto" apreciable. O cómo, en el momento de máxima tensión cerca del desenlace, las salamandras hacen uso de su arma definitiva: los abogados. Sólo pequeños retazos del sentido del humor de Capek, multidisciplinar, que juega por igual en el terreno de la sátira que en el la ironía y que sabe sacar el máximo partido a cada situación.

Al final La guerra de las salamandras resulta un libro deslumbrante que condensa la inagotable estupidez humana en una fábula incisiva y mordaz. Y aunque al principio todo parece de chirigota, poco a poco el laberinto en el que se va metiendo el género humano crea una angustia que cristaliza en un final perturbador, del que el propio Capek tiene que venir a sacarnos aunque solo sea para aliviar nuestras conciencias.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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