La opción
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La ciencia ficción es un género desarrollado primordialmente por autores de origen anglosajón, así que los términos que se utilizan para etiquetar corrientes o movimientos son anglicismos que han tenido o no traducción a nuestro idioma. Uno de esos palabros es slipstream, que se utiliza para calificar todas las obras que en origen no han sido publicadas como ciencia ficción pero que en espíritu sí que pueden ser consideradas como parte de este género, ya sea porque se desarrollan en el futuro, utilizan alguno de sus artificios más usuales o simplemente hablan de la relación entre el hombre y la tecnología que ha creado. Así, novelas que en principio no fueron creadas desde dentro del género se han convertido en estandartes de él, com 1984 o Un mundo feliz, las dos distopías por excelencia. La opción, escrita por Leonard C. Lewin a comienzos de la turbulenta década de los 70, es una obra que se desarrolla en un hipotético presente no muy diferente al actual y que fue publicada fuera de las colecciones típicamente de género. Sin embargo sí que se puede etiquetar como tal (y Domingo Santos acertó plenamente al editarla en Acervo) porque explora una serie de ideas entorno a la selección natural dentro de una sociedad y cómo se podrían afrontar tanto la superpoblación como las tensiones sociales. Si una idea puede resumir a grosso modo lo que este libro ofrece, se podría decir que es el paradigma de la Teoría de la Conspiración, así con mayúsculas. Me refiero a esa teoría que sitúa a altas instancias del gobierno de un país en oscuras y secretas maquinaciones, en contubernio con organizaciones invisibles y casi inexistentes, con el único fin de favorecer a las clases más privilegiadas y acabar con todo lo que suponga una amenaza contra el verdadero poder establecido y lo que entienden como la estabilidad social. Para desarrollar este tema tan controvertido, en principio, Lewin prescinde completamente de la narración convencional y utiliza una estructura semejante a la del collage, intercalando una serie de conversaciones, artículos de periódico, cartas, memorándums o diario de sesiones de una comisión en los que va desarrollando las diferentes ideas que quiere exponer. Al comienzo del libro, las acciones que realizan estos grupos se limitan a trabajos a pequeña escala en sitios muy localizados de los EEUU. En estos primeros pasos actúan de manera aislada, eliminando a grupos de individuos que suponen un coste elevado para la sociedad, comenzando por ejemplo con varios grupos de enfermos cuasi terminales cuando su futura muerte está más que clara o a parte de los toxicómanos de Nueva York, introduciendo en los canales de distribución droga de gran pureza. Una vez iniciados en su labor y ya asentados pasan a formar una especie de empresa de "acción social" (tal y como ellos la entienden), siendo contratados por todo tipo de empresas y organismos públicos, como los miembros de un ayuntamiento de una gran urbe que quieren poner remedio a las paupérrimas condiciones de vida de las personas que viven en los barrios bajos de una ciudad. Para solucionar este problema prenden fuego a dichos barrios, provocando la muerte de varias personas pero permitiendo que la comunidad salga "beneficiada" con una mejor situación de los que se construirán a continuación. Posteriormente, a medida que van teniendo éxitos, comienzan a gestar operaciones a más amplia escala y que afectan a un porcentaje más amplio de la población, como puede ser un coche fabricado específicamente para matar a los imprudentes o un supuesto medicamento tranquilizante que causa adicción en las personas con menores capacidades intelectuales y que puede llegar a producir su muerte. Con el paso del tiempo es el propio estado el que contrata a Servicios Selectivos, como se autodenominan, para sacar provecho de su trabajo y terminar con una serie de "problemas" que amenazan con terminar con la tranquilidad en la que viven los EEUU hasta ese momento, creándose una comisión en la sombra que elabora un documento para etiquetar a la población "problemática" según cinco grupos y estudiar cómo proceder a su eliminación. La opción es claramente una obra presa del tiempo cuando fue escrita, en pleno ambiente pesimista setentero cuando las previsiones más agoreras anunciaban a pleno pulmón que la población del planeta seguiría aumentando de manera exponencial y éste no sería capaz de generar los recursos suficientes para mantenerlos a todos. Además en el ambiente había un aroma de conflictividad social que parecía ir en continuo aumento y que daba la impresión que el mundo iba a terminar prendido fuego por sus cuatro costados. La única opción que tendría la humanidad en este momento tan aciago para salir adelante se encontraría en que alguien jugase el papel de los oficiales de triage en un hospital militar, esos médicos que se encargan de marcar a los heridos que llegan del frente y deciden si van a ser operados o su estado es tan deteriorado que simplemente se procederá a dejarlos de lado o a terminar rápidamente con su sufrimiento. La metáfora es muy apropiada ya que La opción juega constantemente con este concepto, siendo como una espiral ascendente que constantemente gira en torno a la idea de una selección natural forzada por el propio hombre y aplicada a nuestra sociedad como ecosistema. Un grupo de "sabios" se encargaría de realizar esta selección en función de unos criterios supuestamente objetivos y que preservarían el futuro de nuestra especie eliminando a los individuos menos aptos. El Darwinismo social llevado hasta sus últimas consecuencias. Una de las lecturas que se le puede dar a la obra, la que le daría si no fuese mal pensado, es que se nos ofrecen toda una serie de ejemplos con el fin de hacernos plenamente conscientes de la hipocresía moral que destilan las personas que defienden este tipo de selección, cómo pretenden jugar a ser dios cuando no son más que seres humanos embriagados de poder. Sin embargo me horripila otra lectura que le he dado y que llega un momento en que me parece preocupantemente evidente. Durante todo el libro Lewin da la sensación de jugar con un lenguaje y un pensamiento plenamente ambivalentes, intentando mostrar la imagen de que está poniendo dos formas de pensar en conflicto. Sin embargo, cada vez que alguien razona en contra del tipo de pensamiento que es el hilo conductor del discurso general de los rectores de Servicios Selectivos, rápidamente es replicado con una contundencia que, si se analiza un poco a fondo, resulta bastante tibia pero que, curiosamente, no recibe ningún tipo de contestación, como dando la sensación que el propio autor estuviese siguiendo su propio hilo expositivo y tomase partido por el camino a todas luces más aberrante. Si dejamos de lado este aspecto (para mi cosa bastante complicada), la obra se lee con un cierto interés a pesar de haber perdido parte del fuelle que seguramente tuvo hace 30 años, sobre todo porque en este mundo, ya sea real o de ficción, hemos visto demasiadas barbaridades para asustarnos con este tipo de cosas. Además funciona bastante bien como lectura activa, de esas que te hace ejercitar las neuronas. Un libro para meditar. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2002
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