Los viajes de Tuf
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Si algo valoro por encima de cualquier cosa en una obra de ciencia ficción es que me mantenga entretenido mientras la estoy leyendo. Obviamente también estimo su capacidad de tratar temas éticos, sociales o científicos. Pero por encima de todo tengo que sentirme atraído por lo que se cuenta. Por ello existen ciertos escritores que me son muy queridos porque me mantienen pegado a la página sin aparente esfuerzo mientras devoro las aventuras que plantean. George R. R. Martin es quizás el más claro ejemplo de estos contadores de historias en aparente extinción. Los viajes de Tuf es un fix-up, es decir, una recopilación de relatos y novelas cortas con una cierta relación. En él se recogen todas las historias protagonizadas por Haviland Tuf, uno de esos personajes carismáticos que de vez en cuando se han alumbrado en la ciencia ficción, y que a pesar de no tener una relación causa efecto entre sí permiten seguir sus desventuras con suma facilidad. Tuf es un mercader que se convierte en ingeniero ecológico cuando llega a sus manos una gigantesca sembradora de guerra biológica de más de 30 km de longitud, cuyo potencial para salvar el ecosistema de un Planeta es casi tan importante como su capacidad para destruirlo. Convertido en su único tripulante y acompañado de sus muy queridos gatos se dedica a recorrer los diversos sistemas de la galaxia solucionando los problemas ecológicos que se encuentra en los mundos que visita. Tuf es un personaje bastante peculiar. Para empezar está bastante lejos del típico guaperas, joven y bien parecido que se pasa la vida desfaciendo entuertos. Tiene un cuerpo inmensamente grande, está completamente calvo y su tez es de un blanco que raya en lo mortecino. Es vegetariano, una auténtica esponja en lo que se refiere a tomar cerveza, y un amante de los gatos y de la buena comida. Rehuye el contacto físico con sus semejantes (siente auténtica fobia a que le toquen), es ingenioso, sagaz y paciente. Y siempre tiene que enfrentarse a la incomprensión y la desconfianza que su bien entendido altruismo engendra. Esto le convierte en un ser carismático y entrañable que enseguida logra contactar con el lector. Pero está lejos de ser lo mejor del libro. Lo que realmente hace de esta antología algo ineludible es su excepcional contenido especulativo. Resulta evidente que no estamos ante un argumento enclavado en un futuro cercano en el que el escritor de rienda suelta a su bola de cristal personal y prevea el camino de nuestra sociedad. Ni una novela en la que las extrapolaciones tecnológicas y cosmológicas están a la orden del día. En Los viajes de Tuf la clave está en la ecología y en la xenobiología. El cómo pequeñas alteraciones de un ecosistema pueden acabar por provocar su destrucción, y en las brillantes especies que Martin va creando a lo largo de la trama para solucionar los problemas en los que Tuf se va metiendo sin comerlo ni beberlo. Si en uno de sus relatos más recordados, Los reyes de la arena, ya dejaba ver su facilidad para crear xenomorfos originales y creíbles, ahora multiplica aquel acierto por mil creando una fauna y flora excepcionalmente rica. En ocasiones da la sensación de que escribe partes de la acción exclusivamente para poder mostrar sus bestias. Esto es claro en el primero de todos los relatos La estrella de la plaga, donde se cuenta cómo Tuf pudo hacerse con tal posesión, y que es una estimulante variación del bestia desconocida se come a los visitantes, sólo que aquí la bestia no es única. Lo mismo ocurre con Una bestia para Norm, donde Tuf se enfrenta a la labor de suministrar nuevas bestias para competir en un foso similar al circo romano, o con el que es sin lugar a dudas el relato más refrescante, Guardianes, en el que debe desentrañar el misterio que se esconde detrás de los ataques de unas bestias marinas en un planeta prácticamente oceánico. En el debe están las interminables peroratas con las que suele explicarse tan sigular personaje, que al principio suenan bastante creíbles pero que, a medida que van cayendo las páginas, terminan crispando al más paciente. No porque suenen mal (Martin es un hábil dialoguista que nunca suena forzado) sino por su excesiva reiteración tanto en la forma como en el fondo. Seguramente su origen se encuentra en que no está concebida como una novela y al tener que presentarlo a los nuevos lectores en cada relato hay que dotarle de un fondo. Y como aquí están todos seguidos, al acumularse los mismos dialogos, termina quemando. Pero es pecata minuta. Hacerse con un ejemplar de este libro es tarea de titanes, ya que se encuentra descatalogado. Sin embargo sí que merece la pena buscarlo porque es otra buena muestra de la capacidad de Martin para escribir buenas historias. Absolutamente recomendable. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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