Premios UPC 2000 Novelas cortas que contiene:
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Este volumen de los premios UPC, que de forma anual nos entrega Nova, podría llevar por título "y por fin Javier Negrete lo consiguió"; aunque su victoria no fuese "total" y tuviese que compartirlo, de forma merecida, con José Antonio Cotrina. El título de la novela corta agraciada es "Buscador de sombras" que, como es habitual en él, resulta sorprendente. Fiel a su culo inquieto, después de todo lo que lleva publicado hasta ahora, lo que menos se esperaba era que entrase de lleno en un terreno tan supuestamente ajeno a él como el thriller científico, bañado con serios toques de horror existencial. Su argumento tiene lugar en un futuro muy cercano donde toda la humanidad está condenada a no soñar debido a la aparición del llamado síndrome de Pisani, que provoca una lenta muerte a todos aquellos que caen en la fase REM del sueño. Un científico español residente en los EE.UU., Álvaro Carreño, a la búsqueda en un laboratorio de la materia oscura del universo, mata inesperadamente a su mujer y es condenado a recibir la inyección letal. Mientras espera en el pasillo de la muerte el momento de recibir su condena recibe la visita de el doctor Rojo, un psiquiatra contactado por la embajada española para ayudarle en su último recurso. Las conversaciones que tiene con él le llevarán a desenmascarar cuál fue el motivo por el que realizó el crimen, íntimamente relacionado con sus investigaciones. La historia avanza al ritmo de los diálogos que tienen Rojo y Carreño en el corredor de la muerte, útiles para indagar en la "locura" del segundo y establecer las consecuencias que le llevaron a cometer su crimen. Constituyen una piedra más en el camino de Negrete como consumado constructor de conversaciones, ágiles y nada farragosas aun cuando aportan una elevada cantidad de información. Asimismo, a pesar de apuntar hacia terrenos hard con unas descripciones muy documentadas y fieles a lo que uno espera de un buscador de materia oscura, la trama acaba en la mera fantaciencia al mezclar elementos sobrenaturales con otros reales. Y en ningún momento ese giro resulta forzado, creándose una turbadora atmósfera bien transmitida, sobre todo al final. A su vez, José Antonio Cotrina confirma con "Salir de fase" que éste es el año de los thrillers. Si Negrete se mueve con naturalidad por un terreno bastante transitado por otros autores, la mayoría norteamericanos, Cotrina no le anda a la zaga y en un entorno heredero del cyberpunk sitúa una aventura absorbente que se lee en un suspiro. En el universo que presenta, la Tierra ha perecido en un conflicto nuclear y la especie humana vive desperdigada a lo largo de todo el sistema solar, en un escenario que recuerda los relatos de los ocho mundos de John Varley. Lo peculiar de esta idea es que el ser humano, al poco de nacer, ve como su cerebro es compilado en un disco de identidad que puede cambiar de cuerpo con una sencilla operación, el cambio. Así, cualquier persona que pueda permitírselo tiene la posibilidad de disponer de varios cuerpos e irlos alternando en función de lo que vaya a hacer en ese momento. Eso propicia que el dimorfismo sexual se convierta en un vestigio del pasado y uno pueda ser, indistintamente, un hombre o una mujer en función del estado de ánimo o el momento que se atraviese en una relación de pareja. También, debido a los avances en bioingeniería y genética, se crean todo tipo de cuerpos preparados para mil y un labores, ya sea para mantener placenteros y extensos actos sexuales o realizar trabajos en el vacío. La trama desarrolla la venganza del protagonista contra el presidente de la megacorporación en la que trabajaba, que causó la muerte de su compañero de una forma en principio incierta. Mediante dos acciones paralelas vamos descubriendo sus pasos en el presente a la vez que se van revelando las acciones de su pasado que desencadenaron su actual curso de acción. Mientras que el fuerte del la novela corta de Negrete está en el desarrollo, Cotrina pone todo la carne en el asador a la hora de trasladar su creación al lector y consigue uno de los escenarios más potentes salidos de la ciencia ficción hispana, a la altura del trazado por Aguilera y Redal en Mundos en el abismo y comparable a los mejores pergeñados al otro lado del charco. Asimismo no se puede decir que como narrador sea manco y con un lenguaje preciosista desarrolla la historia con firmeza, aunque no consigue una excesiva continuidad. Los dos hilos que despliega no se intercalan con regularidad, deviniendo en unas transiciones un poco "fuera de fase" y perdiendo el patrón que se parecía marcar al principio. A esto se une que el desenlace y la idea que lo articula, nada elaboradas, no estén igual de conseguidos que la ambientación. Una vez comentados los ganadores, es de justicia hablar de la narración que se llevó la mención especial del año: "Del cielo profundo y del abismo", del mexicano José Luis Zárate. Toda una sorpresa porque está lejos de lo que uno esperaría encontrar premiado en éste certamen, que ya en años precedentes dejó entrever que el humor desatado no entra en sus premisas, siendo el objeto de su parodia algo tan alejado de la ciencia ficción como los tebeos de superhéroes, probablemente el género más fantacientífico y poco racional que se puede encontrar. Y me alegro un montón que el jurado pusiese sus ojos a esta historia tan poco convencional que lleva mucho sentido a donde en principio no parece haberlo. La sátira está urdida con unos cimientos a prueba de bombas y, a poca complicidad que el lector quiera aportar, con un sentido del humor delicioso. Zárate traslada a la ciencia ficción de futuro cercano, a mitad de camino entre la literatura negra y el thriller (sí, tercera historia de este tipo en la recopilación), los dos arquetipos más importantes surgidos de los tebeos de finales de los años 30 y que con más éxito han perdurado: Superman y Batman. El primero tiene el papel protagónico, alejado del que se podría esperar de él: malvive como detective de segunda fila en una metrópolis caótica y oscura, enfrentado a un caso aparentemente sencillo que se le va complicando por momentos y que parece tenerle en el punto de mira. El segundo, mero comparsa, es fiel a como se le suele retratar en los buenos cómics que tratan sobre su futuro y sigue con su particular cruzada en Gotham, convertido en un megalomaníaco controlador al que nada se le escapa. El autor arriesga mucho con el estilo y las casi cien páginas que emplea están desarrolladas de una forma ultra directa, más que las novelas negras al uso, con frases-párrafo de a lo sumo línea y media que condensan horrores la narración, lo que provoca una relativa saturación (quizás porque la propia historia se alargue más de lo debido). Pero esto es claramente superado por la corrosiva disección que se hace de sendos estereotipos y la inteligencia con la que se han utilizado y trasladado todos los recursos del cómic, un alarde de inventiva y adaptación. Finalmente, cierra el volumen la historia más floja de las cuatro, "Signos de guerra" del cubano Vladimir Hernández, en la que se agradece la brevedad. Con un tono muy clasicote actualiza los temas que Haldeman desarrolló en La Guerra Interminable (tal y como éste ya hizo en Paz interminable), poniendo demasiado hincapié en la credibilidad tecnofílica y perdiendo pegada tanto en la ambientación (rutinaria) como en la crítica. Aunque su mensaje contra el imperialismo o la globalización son de recibo, resultan demasiado evidentes y apenas están desarrollados, no habiendo más reflexión que una ligera homilía que muere poco después de comenzar. Pero no es mal colofón para uno de los volúmenes más equilibrados de todos los UPCs. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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