Puerta al verano
Robert A. Heinlein
La Factoría
The door into summer
1957

Enero de
2003
Traducción F. Hernández
222 páginas
Ilustración
Stephan Martiniere

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No sé en qué narices estarán pensando algunos de los redactores que se dedican a escribir los textos de las contraportadas y que destrozan en ellas las sorpresas que te deparan ciertos libros en su interior. Puerta al verano se vende como "La quintaesencia de las paradojas del viaje en el tiempo" y mientras se lee se comprueba que, en su transcurso, va en otra dirección (tanto como que no piensas en esto). Pero, durante esos movimientos, se van dejando sin atar una serie de "cabos" que, cuando se produce el "cronoviaje", se cierran con mucha naturalidad. Sin embargo la maldita frase promocional ya te ha puesto sobre aviso sobre por dónde van a ir esos giros argumentales y tienes unos elementos para reconstruir lo que ocurre que el autor jamás quiso que tuvieses, destruyendo gran parte de la gracia de la novela y disminuyendo el disfrute que sin duda hubiese tenido si nadie la hubiese reventado. Algo bastante vergonzoso en una novela que es un verdadero prodigio narrativo, especialmente si se tiene en cuenta el tiempo que ha pasado desde que se publicó y lo bien que se conserva en comparación con otras muestras de la época.

Esto me confirma en mi idea de que por encima de todo Heinlein siempre ha sido un contador de historias nato, un artesano que primaba la narración por encima de cualquier otro factor y que era capaz de hacer cinética cualquier argumento a base de insuflarle un ritmo desmesurado y una serie de elementos que, en otras manos, pudieran parecer un absurdo collage. Porque en sus apenas 200 páginas nos encontramos con empresas que fabrican robots, traiciones sibilinas para hacerse con su control, una venganza, tratamientos de criogenia para despertarse decenas de año en el futuro, un relato de adaptación a la nueva época, intriga, un viaje en el tiempo al pasado, las "malditas" paradojas temporales,... Y este variopinto cóctel no chirría ni por un solo instante.

Muy distinta es la impresión que produce el aspecto ideológico que rodea a Puerta al verano en el que a Heinlein le patina el embrague que da gusto. No sólo por su idea sobre el peligro que supone la inmigración para el bienestar social, su consabida misoginia, más que nunca presente en esa mujer que traiciona al pobre protagonista arrebatándole a su mejor amigo y la empresa que ambos levantaron, o por ese individualismo exacerbado que transforma a éste en el tío más sabio del universo, hecho a sí mismo y capaz de sobreponerse de cualquier cornada que le de la vida a base de tesón e inteligencia. Sino por la relatividad de su código moral que ve el adulterio como un hecho altamente reprobable mientras que, en contraposición, le parece perfectamente normal que su protagonista (que en el fondo es él mismo) sienta un amor puro por una niña de diez años en el que hay algo más que adoración y entra de lleno en el terreno de la pedofilia. Sencillamente de juzgado de guardia.

Por último parece inevitable que en los libros de esta editorial tenga que dejar el consabido comentario sobre su edición. En este caso, además de un papel sencillamente intolerable, que permite leer sin problema lo que aparece al otro lado, nos han cascado, sin revisión alguna, la traducción de Martínez Roca, que más que de esta editorial parece de Nebulae primera época. ¿Tanto cuesta repasar los textos para corregir expresiones vetustas y términos mal utilizados?

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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