Recuerdo todos mis pecados
Joe Haldeman
Nebulae
All my sins remembered
1977
1978
Traducción
Jorge A. Sánchez
196 páginas
Ilustración Nelson Leiva

Nebulae 2ª época fue una gran colección. Dedicó el mismo número de libros a publicar novelas que relatos, algo nunca visto desde entonces, ofrecía una inmejorable relación calidad precio (aunque sus libros sufren bastante mal el paso del tiempo y las lecturas que se les hayan hecho), publicaba autores tanto clásicos como novedosos,... Y a pesar de que muy pocos de sus libros sean de esos de los que figuran entre los 100 mejores, que tanto gustan a la hora de hacer las famosas listas de lo que hay que leer en ciencia ficción, publicaron toda una serie de títulos y autores bastante consistentes que es muy posible que no vuelvan a aparecer (a no ser que ahora se repesquen para la remozada Nebulae 3ª época, cuyo futuro se intuye más que oscuro).

Entre ellos se encuentra Joe Haldeman, cuya primera novela, La Guerra Intermible, está muy bien ponderada por el público y logró un reconocimiento que nunca más ha conseguido alcanzar, a pesar de tener un conjunto de obras más que estimables a las que sólo les falta "algo" para alcanzar esa categoría. Recuerdo todos mis pecados es muestra de ello. Si ésta destaca por algo es por ser un sólido conjunto de relatos con un desarrollo muy bien planificado. Cuenta la evolución de Otto McGavin, un agente secreto galáctico al servicio de la Confederación, una especia de ONU interplanetaria que aúna a todos los mundos civilizados del espacio. Para desempeñar su trabajo debe suplantar a otras personas con el fin de descubrir qué es lo que se está cociendo en cada "teatro de operaciones", sometiéndose no sólo a una cirugía estética brutal que le modela de arriba abajo sino que, además, debe contener en su cabeza dos personalidades: la suya, que se activará cada vez que algo amenace su vida, y la del suplantado, que gobernará sus actos mientras no haya problemas y que le permitirá pasar desapercibido al realizar su investigación.

A través de tres misiones situadas en diferentes periodos de su vida como agente, asistimos a los tensión a la que está sometido y cómo va perdiendo su estabilidad emocional. Esto se hace apreciable en los breves pasajes que unen cada una de esas acciones, donde a través de diálogos con uno de los psicólogos que le controlan Haldeman nos permite conocer qué está pasando dentro de la mente de McGavin, la dureza de estar continuamente cambiando los esquemas mentales que gobiernan sus actos y el cuestionamiento que se realiza de su labor, pasando del idealismo con el que comenzó al cruel desencanto cuando toma conciencia de las manipulaciones constantes que padece.

En este aspecto el libro se postula como una clara denuncia de los métodos de la CIA, representada por la Confederación, tanto en el uso y abuso de los agentes de campo, que de forma un tanto ingenua se habían metido en la organización con el deseo de ayudar a mejorar el mundo, como en su implicación en todos los conflictos acontecidos en Hispanoamérica o en el sudeste asiático a lo largo de la década de los 70, que de una forma u otra aparecen en las dos primeras partes del libro. Denunciando con claridad, entre otras cosas, la explotación del ser humano por parte del propio ser humano sin que los que pueden hacer algo para evitarlo muevan un dedo para solucionarlo.

Además Haldeman construye un par de especies alienígenas a las que saca bastante jugo. La primera, que recuerda a la que presentaba R. A. Lafferty en su relato 900 abuelas, forma una sociedad que espera el momento de morir con fervor, algo que tiene muy desconcertado a los humanos que los utilizan como mano de obra barata en minas donde nadie más podría trabajar y a las que acuden encantados. Mientras, la segunda, ha atraído sobre sí misma la atención de media galaxia ya que a parte de poder alterar inexplicablemente las condiciones ambientales de su planeta a su antojo, son lo más parecido a Dios que hemos encontrado nunca: son inmortales de facto y han existido siempre.

     Curiosamente donde falla Recuerdo todos mis pecados es en la construcción de la acción, ingenua y limitada a los giros leídos y vistos en mil y un libros o películas. Y considerando que esto es básicamente un thriller movidito, resulta un error mayúsculo que le hace bajar puntos. Aun así, es un buen libro que se lee en un par de noches y que deja un buen sabor de boca.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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