Seafort guardiamarina |
No creo que nadie desconozca los libros escritos por C. S. Forester o Patrick O´Brian sobre la Armada Inglesa de finales de XVIII y principios del XIX, unas novelas de aventuras que resultan todo un alarde de exhaustividad investigadora sobre los usos y costumbres en los navíos de Su Majestad. Pues a este David Feintuch (conocido en su casa a la hora de cenar) le debió de encantar lo suficiente el asunto como para escribir una historia que emulase a las de su admirados "maestros". Y para que no le acusasen de plagio cogió sus conocimientos (los libros de los mencionados en vena), le sumó a la fecha 400 años y puso a navegar sus barcos por la inmensidad del espacio. Eso es La saga de Seafort y, en principio, da mucho el cante. Sobre todo desde el punto de vista meramente científico. Porque se puede escribir una novela de CF sin ser físico o ingeniero o informático o sexador de pollos (sin ir más lejos una de las grandes autoras, Ursula K. Le Guin, es antropóloga). Pero resulta recomendable tener unos mínimos conocimientos de ciencia para no meter la pata hasta el fondo y quedar como un palurdo ignorante. No digo que haya que estar a la última en física de altas energías o en ingeniería espacial. Ni siquiera en física 101. Por lo menos habría que leer la guía de introducción a la Ciencia de Asimov (el maestro era único como divulgador) para estar mínimamente informado. Y Feintuch no ha hecho los deberes. Su novela empieza a hacer aguas desde el momento en el que sus astronaves no viajan por el hiperespacio, una invención acientífica que da muy buenos resultados. No. Fusionan y defusionan. Para ello se inventa unas Ondas N supuestamente mucho más "científicas" (nótese la sorna) "en la cresta" de las cuales viajan los barcos "más rápidos que la luz". Produce sonrojo leer frases como: "Al navegar en la cresta de las ondas N mediante la potencia de las emisiones de onda, en lugar de las emisiones de partículas,..."donde Feintuch se carga por completo la dualidad onda-corpúsculo. (Comprensible, ya que esto no se enseña en secundaria) Pues bien, esas temibles ondas N resultan bastante dañinas para el organismo de los seres humanos. Una larga exposición a ellas produce terribles melanomas que pueden llegar a causar la muerte. Pero Feintuch no quiere quedarse sin protagonista ni acólitos a mediados de la segunda novela, así que se saca de la manga el siguiente principio: si empiezas a navegar en la armada cuando estás en la adolescencia la probabilidad de sufrir tan cruel enfermedad es mucho menor. Hasta ahora pensaba que la acción de las radiaciones sobre los tejidos era puramente estocástica (probabilística). Está claro que todo depende de tiempos y frecuencia de exposición, pero si te toca te tocó, independientemente de si eres joven o viejo, chino o australiano, cristiano o musulmán. Sin embargo, en el universo Feintuch, resulta que una continua lluvia de ondas durante la etapa púber produce un notable endurecimiento y completo aumento de la resistencia del organismo (¡qué pena no contar con 15 años y un billete de viaje a Chernobyl! Ahora sería un buen candidato para entrar dentro de la Patrulla-X) Y encima podemos encontrarnos por doquier comentarios del tipo: "era una astrofísica que se dirigía a Rodeo para llevar a cabo un proyecto relacionado con las longitudes de onda y períodos de tiempo"cosa que conociendo la forma de trabajo que tienen los astrofísicos resulta todo un alarde de concreción y de obviedad. Hay más hechos recriminables por absurdos (a la nave sólo le faltan las velas para parecer una fragata de finales del XVIII, además de estar diseñada de forma horrible, el protagonista es un agonías de tres pares de narices al que todo le sale de PM, es ideológicamente tendenciosa como la mayoría de la Space Opera rama militar,...), pero, curiosamente, ninguno impidió que pudiera seguir leyendo la novela. Debido a esto no sé si pensar que me he vuelto gilipollas, se me ha reblandecido el cerebro o si me he convertido en un devorador de carroña. Porque se lee bastante bien la joía (a pesar de un pequeño bajón al final) y no se hace aburrida en ningún momento. Es algo que no puedo racionalizar. Simplemente es entretenida. ¡Ah! Ya sabía yo que se me olvidaba algo. Cuenta el ascenso de Nicholas Seafort de simple guardiamarina a capitán de navío durante un largo y gafado viaje por el espacio en el que se enfrenta y soluciona mil y un problemas. Y yo con estos pelos (y este cerebro) |
© Ignacio Illarregui Gárate 2000
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