Cero absoluto
Javier Fernández
Berenice

2005

184 páginas

Aunque me cuesta horrores leerlos, me estimulan los libros que se arrojan al vacío e intentan hacer algo nuevo con un material como el futuro cercano; un entorno temporal exprimido hasta el tuétano y del que, conceptualmente, poco nuevo queda por extraer. Javier Fernández se lanza a degüello en Cero absoluto a la experimentación más osada. De hecho ha escrito el libro de ciencia ficción española más audaz que he leído estos últimos años desde un punto de vista formal, circunstancia que bien merece una loa. Sin embargo su obra se resiente de los riesgos que toma y las elecciones que realiza, amargando la factura final.

Para presentar y desplegar el escenario de Cero absoluto, Fernández se sirve durante el primer tercio de novela de la técnica del collage: idea recortes de prensa, folletos publiciarios, alguna entrevista,... que introducen una novedosa técnica de realidad virtual destinada a cambiar el mundo y que proporciona ese soma que aleja a la gente de la cruda realidad. A través de textos verosímiles nos pone en situación con diligencia sin caer en la sobreinformación.

Una vez expuesto el lugar narrativo, Cero absoluto parece coger un rumbo más convencional al aparecer su protagonista, Ricardo Bracquemont, un investigador enviado por la corporación que domina la realidad virtual a La Isla, el único lugar de la Tierra libre de esta tecnología. Su objetivo: descubrir qué hay detrás de un grupúsculo terrorista que se opone al "progreso". Aquí es donde la novela comienza a perder fuelle. Hay un adecuado ambiente opresivo, pero la deriva interior del protagonista no está a la altura y la trama peca de inverosímil. Además está trazada con pinceladas rápidas escasamente certeras que desdibujan el relato y dejan un exceso de indefinición en el conjunto.

Aquí me veo obligado a hacer un inciso. En los últimos tiempos tiendo a utilizar lo menos posible el término confuso, porque en ocasiones la sensación de confusión que se detecta en una narración no está exclusivamente en la incapacidad del narrador para transmitir su historia, sino en la posible limitación del lector que se puede ver completamente superado por los acontecimientos. Sin embargo... sin embargo me veo obligado a reconcer que Cero absoluto termina siendo una narración bastante confusa. Sin ser un hacha se pueden seguir las vicisitudes de Ricardo mientras profundiza en lo que era, en principio, una investigación de campo. Pero la falta de concreción que emerge entre elipsis y elipsis rompen, definitivamente, cuando, sin venir a cuento, se citan varios párrafos del comienzo de El circo del Dr Lao, que está leyendo, justamente, uno de los personajes, y que, sin haber leído esta obra, quizás erradamente, sólo puedo interpretar como un absurdo modo de promocionar su próxima publicación por la editorial Berenice.

Fernández se ha alejado de los cánones del thriller para construir una distopía fragmentaria, difícilmente descifrable, demasiado abstracta,... y EMHO le ha salido un poco rana. Cero absoluto alberga buenas ideas, sacude al lector y le pone al límite... pero queda lejos de cuajar. El cargo más evidente está en el apéndice final, en el que se sintetiza a modo de resumen lo ocurrido en el desenlace ante el presumible temor de que el lector no se haya enterado de lo que ha movido ante sus ojos.

El riesgo no garantiza, ni mucho menos, un resultado satisfactorio.

© Ignacio Illarregui Gárate 2006
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