La mujer del viajero en el tiempo |
Henry deTamble es un bibliotecario de veintiocho años aquejado de una enfermedad insólita: cuando está en una situación que le produce nerviosismo, estrés o angustia, padece un salto temporal hacia el futuro o el pasado, que puede extenderse durante varias horas o días. En una ocasión, mientras está en la biblioteca, se presenta ante él Claire Abshire, una joven ocho años menor que asegura conocerlo desde la infancia. A su lado ha vivido una peculiar relación que abarca el paternalismo, la amistad, la curiosidad, el deseo adolescente, la confidencia... Un vínculo que un Henry deTamble del futuro le ha asegurado está destinado a unirles el resto de sus vidas. Este es el punto de partida de La mujer del viajero en el tiempo, una historia romántica, emocionante y nada acomplejada que esquiva los estereotipos más burdos de esta temática gracias a una estructura interna rígida y consistente. Su autora, la novel Audrey Niffenegger, se sirve de una narración fragmentada a lo largo de varias décadas para pasar por los momentos capitales de la convivencia entre Henry y Claire, desarrollándolos en primera persona desde ambos puntos de vista para construir una conmovedora historia de amor repleta de ternura, pasión, contratiempos y espíritu de superación, y teñida con un amargo sentimiento de pérdida que imprime al conjunto una tristeza creciente. La novela realiza un tratamiento excepcional del viaje en el tiempo. Lejos de convertirse en un artificio con el que establecer un juego más o menos abstracto, tan atractivo como vacuo, Niffenegger acude a su tremendo poder evocador para tocar temas como la fragilidad de la memoria, la manera en que vivimos el amor en las diferentes etapas de nuestra vida, el miedo y la incertidumbre que producen el futuro, sentimientos como la nostalgia, la autodestrucción y la añoranza, conceptos como la predestinación y el determinismo... Si se hace una lectura puramente de CF, dicho desplazamiento temporal, además de bien enhebrado, supera con elegancia sus carencias habituales, salvo algún que otro instante en el que Niffenegger sacrifica la credibilidad en pos del efectismo. Destaca el pasaje en el que un yo futuro de Henry nos cuenta una experiencia que ya vivió en el pasado (el significativo incidente de la jaula) y se esconde detrás de expresiones ambiguas para mantener la tensión y la incertidumbre. Además, si les gustan las obras de género, existe un motivo adicional para leer La mujer del viajero en el tiempo: confirma la tesis de que la mejor literatura fantástica que se está publicando en España viene de autores que han «traicionado» los sacrosantos valores espirituales del gueto o de autores «de fuera» que se apropian de los temas y herramientas del fantástico para tejer sus narraciones. Para que se hagan una idea, en 1997 uno de los defensores de los valores más tradicionales de la ciencia ficción, Robert J. Sawyer, tomó el mal de Hunttington, lo mezcló con el technothriller y su querencia por los amores de culebrón y escribió Cambio de esquemas. Era una novela entretenida, didáctica, intrascendente, con personajes y comportamientos dignos de Pasión de gavilanes... Una más. Niffenegger parte del mismo trastorno (fíjense en el mal de Henry y su evolución), lo oculta tras una metáfora, lo viste con inteligencia y sensibilidad, y nos regala un novelón de escándalo que, huelga afirmar, juega en otra división. Supongo que este año recibirá su justo premio y ni siquiera será tenida en cuenta a la hora de elegir los candidatos al Ignotus. Total, no se encuentra en las mismas estanterías que las colecciones «amigas»... Este libro fue proporcionado por la revista Gigamesh para hacer una reseña que salió publicada en el número 43. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2006
Este texto no puede reproducirse sin permiso.