Perros bajo la piel
Luis Ángel Cofiño
Espiral

Octubre de 2005

394 páginas
Ilustración Koldo Campo

Existe un hecho fundamental que, creo, debe exigírsele a toda obra actual de género y que, me da, no está en la cabeza de muchos lectores a la hora de valorar lo que leen. El tema surgió hace un par de semanas en el foro de ciencia ficción de sedice y tuvo una mínima repercusión. Sin embargo su mención coincidió con mi lectura de Perros bajo la piel, siguiente novela de Luis Ángel Cofiño después del fulgurante éxito de su ópera prima El cortafuegos entre el fandom electrónico. Explica, más allá de la edición amateur de Espiral, por qué me parece una obra deficiente desde un punto de vista literario; la viva demostración de por qué la crítica puede considerar a la ciencia ficción como un género menor incapaz de liberarse de los recursos más infantiles utilizados, por ejemplo, por parte de los autores anglosajones de las décadas de los 40 y los 50.

Parto del punto de que Perros bajo la piel asegura un grado de evasión adecuada, especula con una serie de ideas interesantes, no cae en el maniqueísmo, y proporciona el grado de entretenimiento que se le debe exigir a cualquier narración. Como he dicho otras veces, uno no siente que esté perdiendo el tiempo mientras está pasando sus páginas. Ahora bien, de aquí a considerarla una buena novela creo que hay un trecho demasiado largo.

Su argumento se desarrolla durante la primera crisis de entidad sufrida por el planeta Tierra después de su recuperación de los fenómenos relatados en El cortafuegos (novela que no es necesario haber leído). La presidenta de la Confederación que gobierna a toda la humanidad, Claudia Vilardo, una avezada seguidora de personajes Asimovianos como Hari Sheldon o Salvor Hardin, se enfrenta a una época inestable desencadenada por las colonias de fuera del sistema solar, deseosas de un mayor grado de autonomía respecto a la Tierra; las naciones más recalcitrantes del planeta, a la búsqueda de una descentralización que les conduzca a recuperar el poder cedido por sus respectivos gobiernos nacionales; y la primera comunicación recibida de una especie alienígena. Un cúmulo que origina un terremoto de intensidad 9 en la escala de Richter que se puede tragar definitivamente a la humanidad.

Con un reparto coral un poco desequilibrado, Cofiño nos acerca a los diversos frentes del conflicto. La trama política, el punto fuerte de Perros bajo la piel, se centra en las conversaciones que la presidenta mantiene con diversos miembros de su gabinete, políticos de los diferentes partidos representados en el Senado o sus fuerzas de seguridad. La trama científica se sigue a través de los diferentes personajes que forman la expedición científica a Toliman, colonia de Alpha Centauri en la que se debe descodificar el mensaje aparentemente indescifrable. Por último, a través de un tercer grupo menos numeroso se realiza un seguimiento de cómo los ciudadanos viven la crisis en la Tierra.

El manejo de los diversos hilos de la historia es resultón, con un argumento atractivo en el que abundan los contenidos sociopolíticos y un interesante tratamiento de conceptos de plena actualidad como son los nacionalismos de cualquier índole, la manipulación o el control de la información. Un control bien ejercido por Cofiño que sabe qué datos proporcionarle al lector para hacerle caer en unas ideas que más adelante quedan en cuestión cuando se van aportando nuevas piezas al puzzle o se reorienta la manera en que las había situado en escena. Quizás hay detalles que no acaban de encajar, como una IA con un diseño peculiar y un tanto alejado de lo que podemos esperar de ellas (esa caducidad absurda), y otros moralmente discutibles, como el concepto de líder con el que juega (la dualidad Bester-Las estrellas mi destino Heinlein/Asimov-cualquiera de sus novelas significativas está demasiado decantada hasta estos últimos). Aunque en su beneficio hay que reconocer que evita caer en el maniqueísmo.

El problema que veo, más bien problemón, es que no tiene ninguna intención de introducirnos en el mundo de Perros bajo la piel. O, quizás, no sabe cómo hacerlo. El escenario, para estar situado cuatro siglos en el futuro, se parece demasiado al presente en el que vivimos y, lo que es más grave, está presentado con una técnica narrativa tosca y atrasada. Resulta poco justificable observar cómo a comienzos del siglo XXI se puede recurrir con esta contumacia a incontables párrafos explicativos cada vez que se considera necesario dar a conocer qué es una sigla, quién es fulanito, de dónde viene y para qué sirve ese nuevo instrumento que va a salvar el día, cuál ha sido la historia humana en un ámbito muy determinado,... Rara es la página en la que no aparece un párrafo de este tipo, desencadenando un cúmulo de información que amenaza con convertir la novela en un ensayo con algunos pasajes narrativos.

Y eso es grave. Grave porque un plato que podía haber sido notable se convierte, bajo la acción de una termomix simplificadora, en un vulgar puré no demasiado bien pasado. Grave porque el futuro en que se desarrolla no tiene, ni por aproximación, el grado de extrañamiento necesario. Y, sobre todo, grave porque su autor ha olvidado que la función de un escritor no sólo es contar unos hechos sino también urdir una manera de transmitirlos con una cierta (incluso limitada) sofisticación. No hay el más elemental refinamiento narrativo.

Y esto me conduce a la conclusión de que a pesar de los puntos positivos descritos anteriormente, el honesto trabajo de Cofiño queda lejos de ser una buena novela. Y, lamentablemente, tampoco creo que sea buena ciencia ficción.

© Ignacio Illarregui Gárate 2006
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