Diario de un álbum
Guión y
dibujos Dupuy y Berberian |
Desde el mismo momento en que observé la portada de este álbum, sus autores ganaron mi complicidad. En ella aparecen Philippe Dupuy y Charles Berberian disfrazados de marcianos y diciendo somos dibujantes, hacemos tebeos. Así es como se sienten cuando hablan de su profesión a las personas anónimas que les rodean, y es un perfecto reflejo de la sensación de extrañeza que produce su respuesta. Al fin y al cabo todos aquellos que leemos tebeos (u otras formas de vicio y subcultura) y reconocemos nuestra "culpabilidad" en público, sabemos lo que es sentirnos como ellos, forasteros en tierra extraña envueltos en un halo de completa incomprensión. Casi nos convertimos en telépatas y podemos leer en la mirada de nuestro interlocutor esa pregunta que a veces formulan sin ningún tipo de miedo: ¿Cómo alguien puede "desperdiciar" el tiempo creando/leyendo este tipo de productos?
Diario de un álbum es, como su propio título indica, un compendio bastante variado de las vivencias que sus dos autores experimentaron mientras realizaban la tercera entrega de su creación más exitosa, El Señor Jean (cuyo primer álbum fue publicado por Norma bajo el título El Señor Jean, el amor, la portera). En él se reparten más o menos equitativamente el número de páginas y, utilizando una estructura bastante rígida de 6 viñetas por página mantenida a lo largo de toda ella para dar un aspecto uniforme y continuista a la narración, van desglosando su filias, fobias, neuras, anécdotas y experiencias que van padeciendo durante la largo periodo de gestación, sin perder nunca de vista que además tienen que reflejar cómo es el proceso creador de estos dos autores, su método de trabajo y de todos los problemas editoriales a los que tienen que enfrentarse una vez que su trabajo realmente ya ha terminado.
Sin duda alguna la parte más atractiva de Diario de un álbum, sobre todo por su contención, es la realizada por Berberian, que se decanta por un tebeo costumbrista cercano a la comedia. En su porción trata una gran cantidad de temas, todos de ellos claramente autobiográficos, como su relación con su mujer y amigos, las charlas que da en diferentes lugares para fomentar la lectura, cómo es el trabajo con una niña pequeña a la que cuidar o el pasaje en el que nos desvela las vicisitudes por las que ha atravesado desde su nacimiento en Irán hasta su llegada a Francia, esto último realizado en apenas seis paneles en una clara muestra de ingenio y del talento como narrador de su autor. Todos estos pasajes están salpicados de abundantes gags visuales sobre cómo se siente ante las diferentes situaciones que explica y que son una auténtica delicia, despertando la sonrisa cómplice del lector que en muchas ocasiones se ha visto en situaciones semejantes.
La otra parte, la llevada a cabo por Dupuy, cambia levemente de registro respecto a la de su compañero. Sin abandonar la parcela del tebeo autobiográfico, Dupuy huye bastante del aire alegre y despreocupado que introduce Berberian y opta por un ambiente más introspectivo y excesivamente autocompasivo. Como muestra de ello vale el siguiente botón. En contraposición a la página en la que Berberian nos contaba su vida, Dupuy realiza el mismo ejercicio sólo que centrado en la vida de su madre a través de viñetas mudas, siendo el último panel el relativo a su muerte que ocurrió mientras realizaba el álbum. Este ambiente a veces triste sirve de contrapunto ligeramente amargo a la alegría que desprenden los pasajes realizado por su partenaire, ya que en el fondo la vida es una sucesión ininterrumpida de buenos y malos momentos. Y Diario de un álbum es un pequeño pedazo de la vida de sus autores.
Quizás la gran pega que tiene es que a veces deja un rastro ligeramente endogámico y localista, sobre todo porque habla de un álbum que aquí muy pocos han leído (no ha sido publicado y no se intuye una próxima edición), además de referirse en ocasiones a autores y obras que en Francia son muy conocidos y aquí siguen en el más absoluto anonimato. Pero este pecadillo venial es superado por la contundencia y la frescura que exuda cada una de las páginas.
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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