Grendel Tales: Cuatro demonios, un infierno

Guión James Robinson
Dibujo Teddy Kristiansen
Planeta DeAgostini

Grendel Tales: Four devils, one hell
Diciembre de 1994
Febrero de 1996
Traducción Lorenzo Díaz
Rotulación: Carlos Puerta
168
páginas
Ilustración Teddy Kristiansen

 De vez en cuando es bueno darse a la nostalgia y realizar un pequeño recorrido por la tebeoteca personal para reencontrarse con ciertas obras con el fin de volver a deleitarse con ellas y ver cómo han soportado el paso del tiempo. Este ejercicio además resulta imprescindible para poder contemplar la propia evolución como lector y descubrir los cambios que en él se han producido con el paso del tiempo. Muchas veces obras que atrás fascinaron se redescubren como meros artificios que no soportan una segunda lectura y, en ocasiones, la maduración que se ha "sufrido" permite apreciar otras que en el pasado no resultaban nada gratas. Recientemente he tenido la buena fortuna de redescubrir este tomito escondido en una de mis baldas y, después de su lectura, me ha devuelto las buenas sensaciones que despertó en mí cuando lo compré hace ya más de cinco años. A pesar del largo tiempo pasado sigo detectando en Cuatro demonios, un infierno las mismas virtudes que entonces me hicieron adorarlo. Además reafirma mi opinión sobre ese guionista británico, escasamente prolífico, que nunca ha llamado excesivamente la atención, ecléctico como pocos, y que atiende al nombre de James Robinson.

Esta fue la primera obra que realizó Robinson para el mercado americano y que, por motivos ajenos a su voluntad, se fue retrasando y retrasando hasta que vio al fin la luz varios años después de estar escrita. Quizás ese retraso sumado a su cuasi coincidencia en el tiempo con el gran pelotazo crítico que supuso para su carrera La edad de oro hizo que este trabajo pasase más o menos inadvertido para el público general, cayendo en un inmerecido olvido bastante incomprensible. Es cierto que su acabado formal puede resultar tosco (Robinson se enfrentaba por primera vez a una obra de cierto empaque al igual que el por entonces bisoño Kristiansen) y que algunos de sus elementos chirrían respecto al marco general, pero sus virtudes sobrepasan ampliamente sus defectos.

La génesis de Cuatro demonios... es cuanto menos curiosa. Matt Wagner, creador del personaje/concepto Grendel, andaba buscando un equipo creativo que se encargase del timón de una nueva serie sobre el personaje que su apretada agenda y su conocida lentitud a la hora de escribir y dibujar le impedían realizar. Además, como autor, estaba interesado en insuflar sangre nueva que aportase nuevos puntos de vistas a su particular universo creativo. El caso es que llegó a sus manos cierta obra de un periodista británico, que llevaba por título London´s Dark, y que le llevó un año después a ofrecerle el ser el primer guionista en escribir una historia centrada en el personaje que no fuese él mismo. A partir de ahí la historia se escribió más o menos rápido, pero se encontró con dos escollos que la mantuvieron en el dique seco. Primero los problemas de derechos que tuvo que solucionar en los juzgados Wagner con su antigua editorial (Comico) y, posteriormente, la búsqueda de un dibujante, que terminó con la aparición en escena de Kristiansen (que ya había llamado su atención con su álbum Superman: La bomba de la paz)

Antes de poder hablar sobre Cuatro demonios... es necesario recordar brevemente qué se esconde detrás de la máscara de Grendel. A bote pronto se puede decir que es el acercamiento más plausible que se ha podido leer en un tebeo sobre el nihilismo que se esconde en las entrañas de nuestra sociedad, esos mezquinos pensamientos que denotan una supuesta superioridad frente al resto de la sociedad, la necesidad de comportarse como un lobo frente al rebaño que nos rodea. El primer Grendel, la primera personificación que tomó dicho espíritu, fue Hunter Rose, un escritor en la cresta de la ola que harto de su tranquila vida como exitoso playboy de clase alta, se puso el hábito del demonio dispuesto a insuflar emoción en su vida. Preso del rol que había elegido se vio atrapado en una espiral de mentiras y manipulación que le llevó a su propia destrucción. A partir de esto Matt Wager ha ido construyendo una historia bastante consistente, desarrollando el mito de Grendel a lo largo de un amplio marco temporal desde ese primer personaje hasta un lejano futuro.

Centrándonos en el argumento de esta obra, se puede decir que es la traslación al universo Grendel de las historias hard-boiled tan queridas por Robinson y a las que ha vuelto después en algunas ocasiones (como en Firearm o en ciertas historias sueltas de Starman), pasadas por un pequeño tamiz del terror (con la aparición de los recurrentes vampiros) y unas leves pinceladas de ciencia ficción (al fin y al cabo se desarrolla en un futuro más o menos cercano). Cuatro demonios ... se centra en las vicisitudes de cuatro personajes (tres Grendels y un detective privado) que por diversos motivos se ven obligados a ir hacia Nueva Orleans, donde una tribu de Grendels aterroriza las calles mientras espera la profetizada segunda venida de Hunter Rose. Aunque al principio no parece haber ninguna relación entre ellos, paulatinamente se va descubriendo que son piezas de un gigantesco rompecabezas que se está montando en la ciudad, y que acaba en una violenta confrontación entre los cuatro demonios del título unidos por las circunstancias y la tribu Grendel.

Si por algo ha destacado siempre Robinson a la hora de escribir un cómic es a la hora de construir los personajes que van a articular la historia, independientemente de que después ésta funcione o no. Como no podía ser menos aquí tenemos una nueva muestra de este talento natural. En especial resulta memorable el primer capítulo, donde a base de pequeños retazos de tres o cuatro páginas bosqueja a la perfección los cuatro personajes que van a capitalizar la acción. En el debe (para ser ecuánimes) hay que mencionar que esa simetría que establece al principio entre ellos poco a poco se va deshaciendo y dos de los diablos se apoderan de la narración, siendo la participación de los otros dos meramente circunstancial, como si no estuviese muy convencido de su potencial y prefiriese dejarles de lado hasta el final. Este defecto es menor y olvidable si se considera frente al tono general, muy sólido, absorbente y extremadamente racional. No hay giros argumentales estridentes y la cadencia narrativa está excepcionalmente meditada, adquiriendo un tempo uniforme que no abandona hasta su climático final. 

Además se ve eficazmente complementado por un Kristiansen todavía primerizo en estas lides, que suple sus carencias como ilustrador y narrador con un eficaz e impactante uso del color. Desde un punto de vista meramente anatómico da un poco de grima ver la complexión de algunos de los personajes que pululan por las páginas y su registro facial es excesivamente limitado. Pero estas limitaciones se olvidan en cuanto asistimos al despliegue pictórico del que hace gala con escenas de una belleza encomiable, como la del bar que se puede apreciar en esta página o la visión del mardi gras (si estás en Nueva Orleáns no se puede obviar su más conocida celebración). Todo redondeado con los curiosos contrastes entre las gamas frías que presiden la mayoría de las páginas y los leves tonos cálidos que aparecen cuando la acción se precipita.

Es cierto que Cuatro demonios, un infierno está lejos de ser una obra redonda, pero la fuerza que destila cada una de sus páginas ya le hace merecedora de nuestra atención. Recomendable para los lectores todo terreno a los que no les importe la procedencia de lo que leen.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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