Hitman
Guión Garth
Ennis |
Sergio Aragonés, gran humorista nacido en España y convertido gracias a su denodado esfuerzo y la calidad de su trabajo en una de las figuras estelares del mundo del cómic mundial, suele referirse a su más conocida creación, Groo, como un único chiste que se ha ido estirando y estirando hasta llegar a su extensión actual (más de 150 números). Y tiene razón. Todas y cada una de las historias de tan simpático personaje son variaciones de Groo llega a un lugar y acaba provocando la ruina de sus habitantes (y como paradigma de este modelo está La isla felicidad, para mí de lo mejorcito que se ha hecho nunca en el arte secuencial). Es cierto que en sus últimos números se notaba ya una reiteración y una falta de ideas que menguaba levemente su disfrute, pero durante más de 100 números Groo fue la serie más divertida y entretenida que este lector pudo nunca leer.
¿A qué viene todo esto si, en principio, esta es una serie diametralmente opuesta? Pues a que Garth Ennis hace algo muy parecido a lo que durante la década de los 80 sublimó el tándem Sergio Aragonés - Mark Evanier. Ennis le proporciona a Hitman una estructura sencilla a más no poder y juega con ella hasta que le saca todo el jugo posible. Aunque en este caso la fuente de inspiración no está en el bárbaro de Aragonés sino en las historias del 2000 AD. Ennis ha mamado los personajes de la Fleetway desde joven y ha hecho suya esa forma descarnada de entender el cómic, muy especialmente ese tono lúdico y divertido con el que se trata la violencia. Dicha influencia se puede apreciar en cada uno de los tebeos que va escribiendo, siendo Hitman el sitio donde más ha dejado ver esa particular forma de entender el cómic. Lejos de la moralina barata y de las conversaciones interminables e insustanciales de muchos de los momentos de Predicador, Hitman es puro y violento divertimento.
Resumir el argumento de Hitman es bastante fácil. Simplemente cuenta la historia de Tommy Monagham, un asesino a sueldo que vive en uno de los peores barrios de la ciudad de Gotham. Mientras está realizando una misión es atacado por un extraterrestre que no le mata y le proporciona dos poderes, no demasiado llamativos, pero a los que rápidamente sabe sacar partido: leer la mente y visión de Rayos X. ¿Y a qué puede reducirse cada uno de los arcos argumentales de la serie? Pues a un Tommy acepta una misión en la que, ayudado por sus amigos, las bajas de los malos malosos de turno se pueden contar por decenas. A imagen y semejanza de Groo, otro chiste estirado con gracia e ingenio.
Momentos estelares ha tenido muchos, como la aparición de Section Eigth, el grupo superheroico más psicodélico y estridente de la historia formado por personajes como Friendly Fire, que cada vez que utiliza su poder en vez de dar a un enemigo golpea a un aliado, Dog Welder, que se dedica a soldar perros con un soplete al cuerpo de sus contrincantes, o Bueno excelente, un gordo seboso que se pasa la vida viendo pelis porno. Igualmente hemos podido leer el tratamiento que Ennis ha hecho de algunos de los personajes más conocidos de la casa como Batman, Linterna Verde (de los que se ríe que da gusto, sobre todo del primero sobre el que Tommy vomita en uno de los primeros números) o el mismísimo Superman. Además ha rendido homenajes a algunos de sus filmes más queridos como Los violentos de Kelly, o a algunas de las historias más recordadas y geniales de Juez Dredd. ¿Qué es si no la aparición de los dinosaurios más que un muy sentido recordatorio de las historias del Juez que tenían lugar en la tierra maldita? También hemos podido verle dar rienda suelta a su vena cafre en el tratamiento que hace de Lobo en el especial Hitman/Lobo: That stupid bastich!, o en muchos momentos la serie, como su impagable entrada en el acuario de Gotham repleto de animales zombies en Zombie night at the Gotham aquarium o la masacre de vampiros en Dead Man´s Land. Incluso ha retornado al tema de su Ulster natal, que ya tratase en Hellblazer o Heartland, en una dura y a la vez emotiva historia sobre el padre de Tommy.
Como en toda obra, sea del género que sea, la ideología del autor frecuentemente sale a relucir a través de los comportamientos y diálogos de ciertos de sus personajes, y en el caso de Ennis no es demasiado complicado poder localizar y analizar ciertas ideas ya que hay una cierta continuidad en los tebeos en los que ha participado. Básicamente se puede decir que concibe sus historias como si un western de Clint Eastwood se tratase, en el que el personaje principal suele ser un pedazo de hijo de puta con un estricto sentido del honor que al final siempre se redime haciendo lo que es justo, acabando con la vida de todos aquellos que le salen al paso. En Hitman estamos ante un el que la hace la paga en toda regla con Tommy jugando el papel de juez, jurado y ejecutor. Sin embargo este pensamiento bastante tendencioso y ligeramente reprobable que en Predicador era el pan nuestro de cada día, aquí no molesta en ningún momento ya que desde el principio sabemos que estamos en un universo de cartón piedra en el que todo se encuentra exagerado hasta el paroxismo.
Las tres grandes bazas a las que juega Hitman son la intensidad de no soltar nunca el pie del acelerador, las divertidísimas escenas de acción que van teniendo lugar y el haber recuperado la sensación de que, por una vez y sin importar el status conseguido por los diferentes personajes, todo es posible. Aunque sí que es cierto que una vez metido en vereda no es un cómic que sorprenda excesivamente, ni siquiera en su reciente conclusión que, por esperada, no es todo lo climática que el autor pretendía. Afortunadamente durante sus 5 años de vida ha contado como dibujante con un cumplidor John McCrea, bastante limitado como ilustrador pero un aceptable contador de historias que sabe dotar a la historia de un cierto aire a dibujo animado trasgresor y pasado de vueltas que le sienta a la serie como anillo al dedo.
En fin. Una entretenida muestra de que la acción por la acción puede ser una inmejorable forma de mantener la atención mes tras mes. Ahora sólo falta esperar a que alguien se digne a publicar sus historias en nuestro idioma para que el público en general pueda disfrutar de ellas (y si puede ser correctamente traducidas)
©
Ignacio Illarregui Gárate 2001
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