Marshal Blueberry: Por orden de Washington
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Guión Jean
Giraud |
En la década de los años 60 irrumpió en el mundo del cómic francobelga una de esas personalidades arrolladoras que con el paso del tiempo se ha convertido en un monstruo de la BD y, por extensión, del cómic mundial: Jean Giraud, también conocido como Moebius. Lejos de la estética típicamente futurista por la que es recordado, dio sus primeros pasos ilustrando ese inolvidable western que lleva por título Blueberry, escrito por el inconmensurable Jean-Michel Charlier.
Aparecidos
poco después de la muerte de Charlier a comienzos de los 90, Marshal
Blueberry son una serie de álbumes, todavía inconclusa, en los que se
retoma la historia de Mike Blueberry en la época en la que servía en Fort
Navajo y tenía que vérselas día sí día también con las belicosas tribus
nativas más
peligrosas, como los apaches o los navajos. En ella Giraud toma por primera vez
el timón narrativo de la serie y, a la vez, se ve obligado a dejar los pinceles
en mano de otro artista, por no poder mantener el ritmo de trabajo que supone
producir más de dos álbumes al año. Para ello echa mano de William Vance,
ilustrador Belga (afincado en Cantabria) y conocido sobretodo por su excepcional
labor en XIII.
El
argumento no es precisamente para tirar cohetes. Nos encontramos con la enésima
rebelión de un grupo de navajos contra el hombre blanco y que están causando un ingente
número de bajas entre los pobres colonos que, como siempre, reciben más palos
que una estera. Así, nuestro inefable protagonista
se encuentra intentando solucionar
el problema, dialogando con los grandes jefes para evitar una contienda y que
entreguen a Chato, el cabecilla de los insurrectos. Todo esto se solapa con el
inicio de la trama que se supone se desarrollará en posteriores entregas, en la
que el gobierno ordena a Blueberry que se persone en Washington para participar
en una investigación sobre contrabando de armas.
La
verdad es que tanto el armazón de la trama como la caracterización de los
personajes carecen de la solidez que les aportaba Charlier cuando llevaba los
designios del personaje. Comparada con otras historias del período en la que se
enclava, como las primeras del personaje (Fort Navajo, Tormenta en el
oeste o Águila solitaria) todo resulta mucho más endeble y ligero,
aunque es cierto que muchas veces para poder ser objetivos con una historia
europea que se desarrolla en varios álbumes hay que
esperar
a haber leído por lo menos dos o tres de ellos. En su descargo tengo que decir
que el bagaje dejado por el guionista belga era tan grande que a Giraud le
debió pesar como una losa y no supo sacar partido a los hilos que Charlier
manejaba con tanta soltura y habilidad. Sólo cuando se ha desecho de ellos,
como en los últimos tres episodios del personaje englobados en el ciclo de Mr
Blueberry, ha alcanzado el mismo nivel de las historias clásicas e,
incluso, las ha superado.
En el apartado gráfico tenemos a William Vance, buen ilustrador cuyo estilo no me parece el más apropiado para dibujar la historia que se quiere contar: falla más que una escopeta de feria en las partes de acción pura. Todas las figuras humanas acusan un exagerado estatismo y parecen más maniquíes parlantes que personajes de carne y hueso. Y muchas veces su narrativa no es todo lo depurada que se podría esperar y cuesta comprender qué ha ocurrido en determinados momentos. Por contra en su favor hay que decir que tiene un ojo muy cinematográfico y, en los momentos más reposados, sabe elegir los encuadres más apropiados. Además es un ilustrador sin par (sólo hay que dejarse deleitar por la excelente portada que preside esta reseña)
Un tebeo entretenido y relativamente intrascendente que les gustará a los incondicionales del personaje (como yo). Desafortunadamente creo que al resto de los mortales les parecerá un derroche de dinero.
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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