Mort Cinder
Guión
H. G. Oesterheld |
¿Os imagináis un hipotético futuro en el que fuese imposible hallar ediciones de Cien años de soledad de Márquez o de Cronopios y famas de Cortázar, mientras que sí que se pudiese comprar con suma facilidad libros de gente como Capote o Salinger? Seguro que parece algo inconcebible, sobre todo porque tenemos metido en la sangre que es vital para la salud de nuestra lengua que sus grandes clásicos permanezcan siempre disponibles, que los nuevos lectores puedan disfrutar con ellos como otros pudieron hacerlo en su momento de publicación.
Pues resulta curioso que, en el mundo del tebeo, estemos viviendo una situación muy parecida a la que comento en la interrogación retórica que abre esta reseña. Da la casualidad de que resulta muy fácil hacerse con grandes clásicos de la historieta europea como Tintín o Blueberry mientras que es absurdamente imposible encontrar nada de una presencia equivalente procedente de Hispanoamérica (cosa que también se podría decir de los clásicos hechos en nuestro país sino fuese porque Glénat se ha empeñado en enmendarlo, repescando las obras completas de gente como Carlos Giménez o Josep María Beá). Planeta hace unos años hizo que muchos concibiésemos esperanzas de que ésto pudiese cambiar al reeditar El último recreo, deliciosa obra de Carlos Trillo y Horacio Altuna, una bellísima historia sobre la pérdida de la inocencia y la lucha por la supervivencia. Pero no ha sido hasta el asentamiento de Jaime Rodríguez como editor en la todopoderosa editorial y la publicación de esta obra maestra de la narrativa gráfica que se ha visto confirmado aquel anhelo.
Lo primero que llama la atención para el lector desconocedor de Mort Cinder es que, a pesar de tener tras de sí ya casi cuarenta años desde su publicación, ha envejecido admirablemente. La razón de esto se encuentra en la sapiencia del enorme equipo creativo que se esconde detrás de su autoría. Así, en el apartado literario está Héctor Germán Oesterheld, escritor argentino capaz de desenvolverse con una gran soltura dentro del género fantástico y de escribir pasajes de una belleza hipnótica. Y en las ilustraciones Alberto Breccia, un maestro del expresionismo narrativo que dotaba a sus planchas de una fuerza sobrecogedora.
Quizás el argumento inicial no sea el colmo de la originalidad, con ese inmortal (Mort Cinder) descubierto por un viejo anticuario (Ezra Winston) y que es perseguido por un científico loco que desea convertirle en uno de los suyos. Sin embargo pronto nos damos cuenta que lejos de esconderse en la homogeneidad del arquetipo, Oesterheld y Breccia escapan de él, envolviendo el ambiente con un aire oscuro y claustrofóbico que da volumen allí donde no había ninguna esperanza de encontrarlo. Además, una vez que se finiquita la primera línea argumental, es cuando Mort Cinder toma el camino de la grandeza a través de una serie de historias de cuatro o cinco capítulos de una belleza literaria y artística sobrecogedora.
En ellas, utilizando como desencadenante algún vínculo con el pasado (como por ejemplo alguna antigüedad que llega a manos de Ezra), Mort relata acontecimientos que ha vivido, ya sea una anécdota más personal, como la fuga de una cárcel en los años 30, o en algún escenario importante de nuestra historia real o ficticia, como la construcción de La Torre de Babel, las excavaciones en el Valle de los Reyes o la lucha sin esperanza de los 300 espartanos en las Termópilas. Es en esta parte donde se conjugan con mayor intensidad el lirismo conmovedor de los textos de Oesterheld y los bellos dibujos de Breccia, que reflejan como ningún otro hubiese podido los aspectos capitales de cada pasaje. La oscuridad y suciedad de un pantano, el ambiente opresivo de una cárcel, el surrealismo onírico entorno a La Torre, las miserias de la guerra, la crudeza de la esclavitud,...
La edición de Planeta es de aúpa, en un formato que asegura su perdurabilidad durante muchos años en nuestras estanterías y ofreciendo por primera vez para nuestro país la obra tal y como se concibió, sin remontar viñetas e incluyendo todos los episodios aparecidos de la historia. Incluso, los amantes de los "extras" encontrarán un par de guiones de Oesterheld que no fueron ilustrados por Breccia.
Todo esto hace de Mort Cinder uno de esos raros tebeos que ya no se hacen, al que se puede volver una y otra vez sin miedo de sufrir una decepción. Un auténtico pata negra garantizado.
© Ignacio Illarregui Gárate
2002
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