Nausicaä del valle del viento

Guión y dibujo Hayao Miyazaki
Planeta DeAgostini
Kaze no tani no Nausicaä
1983
Mayo de 2001 - Octubre de 2001
Serie limitada de 6 números
Traducción Nacha Medrano y Miho Sasamori
Rotulación: Beni Vázquez
176 páginas
Ilustración Hayao Miyazaki

Hayao Miyazaki es un autor japonés sobre el que se puede afirmar, sin lugar a la duda, que es el Walt Disney del manga. Desde luego su obra es muy desconocida en occidente, pero sus películas de animación tienen una calidad fuera de toda duda y, comparadas con las últimas películas del estudio americano supuesto heredero del genio creador de Fantasía, resultan para el que escribe estas líneas mucho mejor resueltas y cercanas (uno tiene la impresión que desde el Rey León, todas las películas de animación que hemos podido ver del macro estudio americano no dejan de ser meros divertimentos diseñados desde el departamento de marketing con el fin de arrasar en las taquillas verano tras verano y ganar el oscar a la mejor canción año sí año también). Miyazaki concibe la animación no sólo como un medio ideal para contar historias sino como una herramienta altamente eficaz a la hora de realizar la película. Para ello juega ampliamente con todos los medios a su alcance, buscando en cada plano la mejor solución narrativa para la historia. Ese talento se descubre en películas como Porco Rosso, que se convierte no sólo en algo entrañable sino también en todo un alarde de saber hacer y técnica que muy pocos directores de cine hubiesen sido capaces de desarrollar.

Pues resulta que, además de dedicarse a la realización de películas y series de televisión (participó, por ejemplo, en la entrañable De los Apeninos a los Andes o la brillante adaptación de Sherlock Holmes, usando personajes antropomórficos de apariencia perruna), a comienzos de los años 80 se lanzó por primera y, hasta el momento, última vez al mundo del cómic en esta historia que, después de una exasperante espera, aparece por fin en nuestro país recopilada en seis tomos: Nausicaä del valle del viento.

Su argumento es, simplificando bastante, el que sigue. Una catástrofe de dimensiones mundiales ha dejado asolado gran parte del mundo, que se encuentra invadido por una vegetación que se reproduce rápidamente mediante unas esporas capaces de envenenar a todo aquel que las inhale. Dentro de este nuevo ecosistema los insectos son la especie animal dominante, siendo los seres humanos meros visitantes que se ven obligados a usar unas máscaras para no morir. Éstos sobreviven en pequeños reinos que se encuentran por el momento libres de esta amenaza. En uno de ellos, el llamado Valle del Viento (donde los vientos predominantes mantienen alejada la amenaza de las esporas), vive Nausicaä, una inquieta joven hija única del señor del lugar que pasa largos períodos de tiempo en la zona (una caracterización recurrente en la obra de Miyazaki). En uno de estos viajes observa la caída de una nave y descubre a todos sus tripulantes muertos. Uno de ellos, antes de expirar, le entrega un pequeño aparato que ha rescatado de su ciudad. Y hasta aquí puedo leer.

Lo primero que llama la atención es la facilidad con la cual la historia te atrapa, sobre todo porque nos encontramos ante algo que se desarrolla en un mundo que es éste pero, tan cambiado, que no lo parece. Este tipo de argumentos generalmente exigen una inmersión que muchas veces el autor es incapaz de proporcionar, además de un esfuerzo que el lector no siempre es capaz de hacer. Miyazaki rápidamente capta la atención y te introduce en este particular mundo en el que todo está bien trenzado y nada parece dejado al azar. Es cierto que la biología del lugar más que científica es fantacientífica, pero este detalle se olvida con suma rapidez, dejando paso a lo que realmente importa en toda buena historia: el auténtico relato. Porque, si tomo prestado de David Pringle el calificativo con el que se refería a El Señor de los Anillos (en su guía Literatura Fantástica las 100 mejores novelas), se puede decir que Nausicaä es puro relato. Y esto es una de las mejores cosas que se puede decir sobre una narración.

Pero no se queda sólo en esto. Como buen creador de películas de animación, Miyazaki es un consumado diseñador. Todos y cada uno de los personajes, objetos, paisajes, animales, vehículos,... que aparecen están ideados y realizados de una manera absolutamente impecable, a los que no se les puede poner ninguna pega. En ellos se pueden identificar ciertas pautas que ya ha utilizado en algunas de sus películas y series, como el que sólo los personajes principales estén perfectamente definidos, siendo el resto (los soldados de los diferentes ejércitos, los habitantes del Valle del Viento,...) apenas diferenciables, lo que ayuda a focalizar la atención sobre los realmente importantes y potencia las escenas cómicas, tal y como ocurría con los policías de Scotland Yard de Sherlock Holmes o de la Interpol en El Castillo de Cagliostro, o los piratas aéreos de Porco Rosso. Además también sale a relucir su oficio como contador de historias, y le proporciona un ritmo inapelable. Hay un envidiable equilibrio entre las escenas de acción y las pausas entre ellos. Además las primeras están desarrolladas de una manera primorosa, no perdiendo el hilo de la historia y, lo que es más importante, no confundiendo al lector en ningún momento.

Lamentablemente la edición se ha tenido que realizar (por imperativo del propio autor) a la manera japonesa, es decir, con el sentido de lectura completamente invertido. Esto supone una barrera difícil de franquear para el lector no acostumbrado a leer tebeos y puede llegar a menguar el disfrute que Nausicaä representa. Y a diferencia de otras obras publicadas anteriormente de la misma manera, en ningún sitio se indica cómo debe hacerse esta lectura, por lo que más de uno encontrará su lectura en principio incomprensible. Por último la calidad tanto de la impresión como del papel (parte de mi primer número ya padece un cierto "amarilleo") no son todo lo buena que debiera.

Pero es Nausicaä, una obra que no puede faltar en toda buena tebeoteca. Absolutamente imprescindible.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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