Alan Moore´s Twisted times
Guión Alan
Moore |
Los tebeos de historias cortas han desaparecido por completo del mercado. Una vez muertas casi todas las revistas (sólo queda el Víbora) ya no existen prácticamente publicaciones dedicadas a este tipo de extensión, que bien orientada puede producir sensaciones mucho más intensas que las historias largas por estar sus efectos bastante más concentrados y resultar mucho más efectivas. Por esto resulta vital para un lector cuasi omnívoro encontrar un álbum como éste nutrido exclusivamente de este tipo de material y que, además, tiene un aliciente mayor para los seguidores de la ciencia ficción. La mitad de sus páginas están destinadas a contar breves retazos de historias con el tiempo físico como protagonista, plantando en el mundo de la narrativa gráfica toda una serie de conceptos que parecían limitados exclusivamente para los relatos de género.
Antes de comentar su contenido, hay que decir que Alan Moore´s Twisted times es el segundo álbum que surge de la alianza entre la distribuidora Otakuland y la editorial asturiana Dude Comics, en su intento de reintroducir en España los tebeos de la editorial inglesa Fleetway. El material que recoge surge por entero de la etapa de aprendizaje como guionista de Alan Moore, razón por la cual resulta entendible que sea un tebeo bastante irregular en el que se pueden encontrar historias más pedestres junto a otras dignas de algunos de los mejores autores humorísticos de la ciencia ficción.
Las primeras 36 páginas son lo que se podría llamar un Moore menor (muy menor). Están destinadas a contar las andanzas de un personaje de limitado éxito en su momento, Abelard Snazz, también conocido como el cerebro de dos pisos. Básicamente las historias de este tipo se reducen a algo tan sencillo como que alguien le presenta un problema, Snazz propone una descabellada solución que es seguida al pie de la letra y, como en los deseos concedidos por los genios, todo sale mal, terminando con el ingenioso personaje sufriendo un castigo de mírame y no te menees. En sí los argumentos no están mal y demuestran que Moore ha leído bastante ciencia ficción. Así, los dos primeros capítulos parten de una idea ya trabajada por gente como Robert Sheckley o Jack Williamson, como es la creación de un cuerpo robótico con el fin de salvaguardar la seguridad de la sociedad humana. El problema viene con que, a diferencia de las historias de D.R. & Quinch donde el dibujo de Alan Davis dotaba a la obra de una coherencia gráfica, aquí no hay una continuidad a lo largo de los diferentes capítulos. El baile de dibujantes es total, yendo desde un Steve Dillon en formación hasta un horrible John Cooper, pasando por un cumplidor Mike White. Y eso hace que el conjunto se resienta quedando únicamente como algo pasable.
Sin embargo la potencia de este tebeo y lo que justifica de sobra su compra está almacenado en su última treintena de páginas. Es aquí donde Moore parece que rompe el corsé y comienza a merendarse al lector por completo, desprendiendo a los cuatro vientos la sensación de que cuando pone un poco sus neuronas a trabajar no hay quien le supere a la hora de proporcionar lecturas inteligentes. Es en este grupo de historietas donde Moore juega con uno de los subgéneros más conocidos (y apreciados) de la ciencia ficción, la temática temporal y los viajes en el tiempo.
Seguramente los dos mejores relatos del volumen son los ilustrados por Dave Gibbons. El primero, Las interrumpidas digestiones del Señor Dibworthy, es una versión muy libre del primer relato del viajero estelar Ijon Tichy (una especie de Gulliver moderno), escrito por Stanislaw Lem y publicado en el libro Diarios de las estrellas (editorial punto de lectura). El Señor Dibworthy se ve asaltado por una serie de versiones de sí mismo provenientes del futuro y que intentan advertirle sobre un descubrimiento que va a realizar en los próximos minutos: cómo construir una máquina del tiempo. En apenas 3 páginas asistimos a un despliegue de habilidad narrativa por parte de guionista y dibujante, que en tan breve espacio dotan a la historia de una intensidad y un ritmo dignos de uno de los celebérrimos ultra cortos de Fredric Brown, siendo la última viñeta un sentido homenaje a uno de sus más conocidos cuentos. El segundo, Cronocops, es un ejercicio de estilo argumental donde Moore juega de forma muy hábil con el tiempo del relato. Aquí el dibujo de Gibbons se vuelve especialmente importante al cobrar especial relevancia lo que ocurre en cada panel, notándose un trabajo mucho más arduo y detallista por su parte.
Los otros cuatro relatos que aparecen en esta segunda parte no desmerecen excesivamente las cualidades de estos dos y van desde un vigoroso (y por momentos emotivo) recorrido inverso sobre la vida de una persona cualquiera, desde su muerte hasta su nacimiento, a una imaginativa y desopilante visión de la maquinaria del tiempo, simbolizada por un gran reloj en el que una serie de coloristas personajes se dedican a mantener su correcto funcionamiento. Además el lector español encuentra el aliciente de poder leer un par de historias dibujadas por nuestro compatriota Jesús Redondo, en las que priman sobre todo las pequeñas sorpresas finales no exentas de un cierto lirismo.
La edición desde luego que es mejorable, sobre todo la tipografía (excesivamente pequeña en ciertos capítulos) y la falta de notas del traductor que expliquen ciertos chistes que sólo los más avezados en en inglés podrán intuir. Pero nada dificulta en exceso su lectura y su disfrute. Especialmente recomendado para los amantes de los buenos relatos de ciencia ficción.
© Ignacio Illarregui Gárate 2002
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