Los tres primeros minutos del Universo
Steven Weinberg
Alianza editorial
The first three minutes -A modern view of the Universe
1977

Primera reimpresión 2000
163 páginas
Traducción Néstor Mínguez
Ilustración Carlos Díez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Según se puede leer en el texto de contraportada, Los tres primeros minutos es una "obra maestra de divulgación científica". Y como se puede ver en las estrellitas que suelo utilizar para calificar los libros que aquí comento, no me lo ha parecido ni siquiera por aproximación. Antes de nada quiero dejar claro que no es mi intención crucificar a Steven Weinberg, premio Nobel de física del año 1979 y uno de los investigadores teóricos más importantes de la última mitad de siglo. Sin embargo me resulta bastante complicado juzgar con ecuanimidad este breve ensayo ya que no es una obra de divulgación científica tal y como yo la entiendo. ¿La razón? Que a menos que se sea alumno de Ciencias Físicas y se tengan unas nociones no elementales de cosmología, termodinámica y física cuántica, Los tres primeros minutos le resultará prácticamente incomprensible.

Los ensayos de divulgación científica suelen estar destinados para un público muy concreto, con unas bases científicas más o menos sólidas, que no hacen ascos a las ideas nuevas y tienen interés por conocer de primera mano los avances científicos, su relación con el hombre y la sociedad en que vivimos. Desde luego que ningún autor puede partir de cero explicando, permítanme la boutade, la estructura del átomo, el algoritmo de la suma o la teoría celular. Ahora bien. Tampoco se puede exigir que sean expertos en genética, topología o mecánica cuántica.

Personalmente creo que el nivel adecuado es aquel que te permite, a partir de unos conocimientos y con una amplia tierra por explorar, rellenar gran parte de ese paisaje en principio vacío con las ideas que el autor quiere introducir, sin producir en ningún momento ni una sobrecarga ni un bajón de tensión, recapitulando de vez en cuando lo que ha expuesto y elaborando conclusiones inteligibles. Al menos es así como concibo un buen libro de divulgación científica. Sin embargo Los tres primeros minutos no lo es. Quizás porque en origen el mismo autor no se lo plantease como tal. Puede que por su afán de ser breve, decidiese prescindir de todas las introducciones de conceptos que debería haber hecho.

Este libro surge de una charla que Weimberg dio en el centro de estudiantes de Harvard en el año 1973. Y éste creo que es la génesis del problema. En ningún momento busca reducir el nivel para facilitar la entrada de lectores "no iniciados", ni introducir parte de los conocimientos necesarios para hacer inteligible lo que explica. Causa un poco de sonrojo leer como Weimberg escribe en la introducción que el libro está escrito  

para el lector que está dispuesto a abordar argumentaciones detalladas, pero no está familiarizado con las matemáticas ni con la física

con lo que decide obviar cualquier fórmula matemática, cosa muy loable si realmente consiguiese su propósito. Y en el primer capítulo, en el que habla de la expansión del universo y las tres teorías sobre su comportamiento con el paso del tiempo, parece salir airoso. Desde luego su prosa tiende a ser liosa y bastante rígida, pero con un poco de atención que se ponga a lo que dice se le puede entender (aunque en ciertos momentos te puedas perder parte de su argumentación)

Sin embargo a partir del siguiente capítulo, en el que trata de explicar la presencia de la radiación cósmica de fondo que se puede observar llenando el universo, es de una oscuridad y una farragosidad sublimes. Vale. No quiere utilizar fórmulas para no espantar a los poco duchos en matemáticas. Pero se pone a hablar con alegría de la teoría del cuerpo negro, de la densidad de energía, de la longitud de onda para la cual la densidad de energía es máxima, de la catástrofe ultravioleta y demás conceptos asociados al cuerpo negro, en una espiral verborreico-expositiva sin precedentes difícilmente olvidable. Y en ningún momento introduce ni el concepto de cuerpo negro ni cómo funciona ni cómo se puede construir uno muy rudimentario, asuntos todos ellos que hubiesen ayudado bastante a visualizar la situación. Como si todo el mundo supiese lo que es. ¡Ale!. ¡Viva la cultura general y los nuevos decretos de mínimos del ministerio!

Este es el tono general de toda la obra. Nunca hace esfuerzos por mover la pelota por terrenos donde el resto de los mortales puedan seguir sus argumentaciones. A mi, licenciado en ciencias Físicas con conocimientos leves sobre el tema (no en vano el libro habla sobre lo que me va, cosmología y física de altas energía) me ha costado mucho seguir las explicaciones de Weinberg. Así que no quiero ni pensar qué será del pobre mortal ajeno a todo este mundillo de cuerpos negros, radiaciones cósmicas y partículas exóticas.

La verdad es que el error en el que cae es algo bastante general en el mundo de la investigación científica de altura. Se presupone que todo el mundo debería tener o tiene unos conocimientos científicos de alta escuela que para su nivel sí que son básicos pero que, para el común de los mortales, se encuentran demasiado lejos. Son incapaces de hacer partícipes al resto de la sociedad de sus descubrimientos, de intentar explicar el por qué son necesarios los avances en campos en los que, en principio, parece que se tira el dinero. Realmente su reino cada vez es menos de este mundo.

Para un estudiante de ciencias con afán de conocimiento o preparando el examen de altas energías es una lectura más que recomendable, aunque debido a sus ya 25 años de antigüedad se ha quedado desfasado. Pero si piensa que un quark es una planta colágena, mejor busque otras lecturas más accesibles y trabajadas. Decepcionante. 

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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