Cuentos fantásticos de la España profunda
Selección de José Miguel Pallarés
Grupo editorial AJEC
Junio de 2003
168 páginas
Diseño de portada
Tomás Fuentes Martínez

Relatos que contiene:

  • Ritos - Elia Barceló

  • Gómez Meseguer y el Ogro Santaolaya - Daniel Mares

  • Ojalá pudiera olvidarte - Javier Cuevas

  • Las sombras peregrinas - Ramón Muñoz

  • Las Varillas - José María Faraldo

  • Crónicas del niño sapo de Cascajar - Eugenio Sánchez Arrate

El grupo editorial AJEC está labrándose un futuro algo más que esperanzador. No sólo por su fanzine Valis o el próximo inicio de su colección Albemuth Internacional, que acogerá en su seno libros de autores con un cierto predicamento como Greg Egan, Paul di Filippo o Iain M. Banks, sin olvidar la primera novela de Santiago Eximeno o al Italiano Luca Massali. Sino por una colección de libritos que, a un precio de unos 6 €, ha permitido llegar al gran público a autores nacionales como José Antonio Cotrina, Daniel Mares o Eduardo Vaquerizo, además de una serie de antologías de relatos que recogen los mejores cuentos enviados a su concurso anual. De todos los títulos publicados hasta el momento el más interesante es este Cuentos fantásticos de la España profunda, que a pesar de ser el único que se puede decir que no es plenamente original (todos sus cuentos se habían podido leer en otras antologías), resulta una muy preciada muestra de por donde se mueve la literatura fantástica en España.

El propio título nos pone sobreaviso de cuál es el tema que vertebra la antología. Estamos ante una aproximación al hecho fantástico desde una perspectiva local, indagando en mitos y costumbres propias de nuestro país, alejados en la medida de lo posible de la fantasía que una y otra vez ha llegado hasta nuestras librerías, con hondas raíces anglosajonas. Aunque hay un relato que no cumple demasiado bien con esta premisa, el resto concuerda bien con ella y permite acercarnos desde posiciones muy diversas a esa temática.

El relato que abre la selección, "Ritos", nos traslada a un pueblo de la costa del sol donde una extraña ceremonia permite seguir las cosas funcionando tal y como son... pagando como precio el sacrificio de un extranjero. El tema quizás no sea muy novedoso (aunque no tiene nada que ver, parece un velado homenaje a algunas de las historias de Lovecraft), pero el acercamiento de Barceló es sólido, centrándose en la cotidaneidad de los habitantes que viven en el lugar y la relación que una de ellos mantiene con la víctima propiciatoria. Por momentos resulta turbador el observar cómo ese comportamiento alterado de toda una población se nos relata con total naturalidad.

El cuento que le sigue, "Gómez Meseguer y el Ogro Santaolaya" de Daniel Mares, cambia completamente de registro y nos retrotrae a la España más profunda, la de finales de los 50, hermanada con Puerto Urraco y retratada bajo un cristal deformante que le aporta un sano toque de parodia. En sí es una cacería de bichos en la que un funcionario del Ministerio de Interior acompaña a un cazamonstruos hasta Castroviejo, un pueblo de la Castilla perdida en el que ha sentado sus reales el ogro Jacinto Santaolaya, sembrando el terror entre sus lugareños. Con unos diálogos castizos y fluidos y una ambientación rayando en el western de frontera, acierta con el tono que necesitaba la historia, que aun siendo macabra no pierde el punto de vista divertido. Especialmente el salvaje duelo final entre cazador y cazado, con más de un ramalazo a lo spaghetti western de Sergio Leone con gotas de lucha a lo pressing catch.

Alguna semejanza guarda con "Las sombras peregrinas", otra persecución desatada que cambia el tono alegre de Mares por otro más oscuro y triste. En él un hombre persigue una extraña figura asesina por los montes granadinos mientras se encuentra con una serie de extraños personajes surgidos de nuestras leyendas más arraigadas, entre las que encontramos una Santa Compaña andaluza que pasaba por allí. Ramón Muñoz se concentra en crear tensión y una atmósfera cruda a costa de descuidar sus personajes, limitados a decir sus líneas de diálogo con el piloto automático puesto.

Un tanto más insatisfactorio es "Las Varillas" de José María Faraldo que, a pesar de partir con suficiente material para haber construido una historia más sólida, se pierde en una estructura que pega tres volantazos demasiado bruscos y jamás termina de definirse más allá de la evocación de las tradiciones perdidas, memoria de un tiempo pasado que el progreso ha sepultado; el esbozo de una melancólica mujer que ha perdido a la persona a la que amaba y que encuentra que sólo le queda su memoria; y una alusión a un pasado mítico como puerta a la que acudir para escapar de su situación. Buenos ingredientes a los que falta un poco de cocción para haber dado un resultado más ligado.

Mientras, el relato que cierra la antología es, probablemente, el mejor y, con toda seguridad, el más divertido de todos. Eugenio Sánchez recupera el espíritu de alguno de los momentos más recordados de aquel hilarante semanario que llevaba por título "Noticias del mundo" y las andanzas de su mítico Mauricio el niño vampiro, a través de Abelino, el niño sapo de Cascajar de los montes. Con un sentido del humor totalmente desatado, por medio de una serie de anotaciones en cuadernos de campo, recortes de prensa y entrevistas conocemos las andanzas de este peculiar joven, amante de las charcas y sotos, con cara de batracio y unas costumbres muy cercanas a los de un anfibio. Una historia bufa que cierra de muy buena manera esta antología.

Me falta hablar todavía de "Ojalá pudiera olvidarte", la excepción de la que hablaba al comienzo, metido un poco con calzador entre el resto al no compartir el tono castizo/costumbrista que puede apreciarse en los anteriores y ser más "convencional". Basándose en la típica situación que aparece en muchas relaciones de pareja, donde siempre hay uno que quiere cambiar al otro, cuenta la historia de amor que surge entre dos jóvenes y cómo la "sierpe" de la discordia se introduce en el paraíso: la chica sigue unos hábitos muy rígidos que su pareja no comprende, lo que deviene en un plan para cambiarlos que no termina como preveía.

Junto a los relatos se incluyen dos ensayos. El primero, escrito por el seleccionador, nos introduce en la problemática de la creación de historias fantásticas en nuestro país y realiza una certera comparación entre lo que se ha hecho en los países anglosajones (utilizando su propia mitología) y cómo en España se debería intentar hacer lo mismo: acercarse al fantástico desde nuestra propia identidad, indagando en nuestro folclore y construyendo las historias a partir de él. El segundo no pasa de ser una suma de curiosidades sobre unas cuantas leyendas más o menos conocidas (Santa Compaña, el hombre pez de Liérganes, ¿OVNIs?...) que, la verdad, no tiene mucho sentido en la estructura del libro. Ambos redondean una edición ajustada de precio que augura unas horas de lectura más que agradables.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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