La caverna de hielo negro
El clan Granizo Negro Serie de La espada oscura 1 La caverna de hielo negro Serie de La espada oscura 2 |
Tal y como se presenta el panorama de la fantasía heroica, en plena ebullición, admite poca discusión que si una novedad quiere triunfar dentro de esta temática ha de tener o una factura casi impecable o un hecho diferencial que lo convierta en mínimamente interesante. La caverna de hielo negro apunta en este segundo sentido. Aunque tiene pasajes que no se desvían en demasía del habitual escenario feudal, con sus ciudades de populosas calles, sus señores de oscuras intenciones y una magia en un discreto segundo plano, gran parte de su argumento transcurre en un lugar cuanto menos “novedoso”. Lástima que su autora tire por tierra este hallazgo con su limitada pericia a la hora de tejer la novela. En un paisaje gélido, donde la nieve es omnipresente y sólo los más fuertes sobreviven, Raif Sevrence, miembro del clan Granizo Negro, se entretiene cazando pequeños animales utilizando una extraña habilidad que mantiene en secreto. Entonces entra en la edad adulta a base de recibir puñaladas del destino; un misterioso y violento acontecimiento, aderezado con unas cuantas "casualidades" algo más que casuales, le ponen en la tesitura de cuestionarse su situación frente a su clan y todos los valores que le ayudan a guiarse en su mundo. Mientras, a varias jornadas del lugar, protegida por unos muros nada acogedores, Cendra Asarhia vive la entrada en su adolescencia con el temor de lo que le pueda ocurrir. Hallada por su padre adoptivo a la entrada de la ciudad de Espira Vanis, pasa los días encerrada en sus habitaciones, padeciendo extraños sueños que no le auguran nada bueno. A pocas lecturas que se tengan resulta cristalino que Cendra lo va a pasar muy mal y está destinada a encontrarse con Raif. Su destino corre de la mano... Con estos hilos J. V. Jones teje una ambientación más que competente. La despiadada vida en la estepa, los hombres y mujeres forjados en esas duras condiciones o las severas costumbres de los clanes a las que va ligada su supervivencia resultan sumamente verosímiles. A esta credibilidad contribuyen unos personajes con unos comportamientos poco maniqueos que se alejan de la fantasía heroica al uso. En un primer nivel sabemos qué es lo que quieren pero sus motivaciones e impulsos están envueltos en un coherente halo de misterio e incertidumbre. Eso sí, acusan un cierto inmovilismo y una falta de respuesta ante los estímulos que perciben. Raif y Cendra atraviesan más de 400 páginas de penurias en las que no evolucionan ni un ápice. Ciertas imágenes destilan una dureza lejos de la corrección habitual, penetrando en el terreno de la truculencia. Sirva de ejemplo la descripción a las pocas páginas del comienzo de una tortura plena en detalles, que pone el corazón en un puño a poco aprensivo que se sea (algo que no ha debido leerse el que coloca los libros en ciertas librerías o el que, desde la editorial, sugiere que se pongan allí; se vende tranquilamente en la sección de literatura juvenil). Este tipo de pasajes vuelven a aparecer más adelante, acentuando la viveza de esa realidad inclemente por la que los personajes deben navegar con cautela si quieren sobrevivir. Unida a esta característica viene la capacidad de Jones para subvertir las esperanzas de los protagonistas (y del lector) en momentos peliagudos, que dan la impresión de ir de derrota en derrota hasta la victoria final. Ahora bien. Aun reconociendo estos aciertos que no son baladíes, Jones se empapa demasiado de su creación y muestra tener sus habilidades entumecidas. Participa con escaso éxito de la idea de moda de elegir un personaje como foco narrativo para cada capítulo y contar la historia desde su punto de vista. A parte de no respetar esta regla que ella misma se impone y ser bastante tramposa, los secundarios que toman este papel aparecen con la misma alegría con la que después se volatilizan durante un par de cientos de páginas. Le falta continuidad. A lo que se une su nulo talento para la narración y el escasísimo ritmo interno que proporciona al libro. Contumazmente rompe el que va hilando a base de introducir nimias descripciones de unos cuantos párrafos que no ahondan en la autenticidad de la historia. Por ejemplo, antes de la primera acción de guerra en la que se ve envuelto Raif, uno de los supuestos apogeos de El clan Granizo Negro, te explica la situación de los que le acompañan a lo partida de rol: junto a él están fulanito, bien formado, con el pelo de tal color, pertrechado con bla bla bla bla; también está menganito, que es así, lleva asán y funciona bla bla bla; se esconden en no se donde,... Un pasaje repetitivo, de nula creatividad y que denota una limitada capacidad para la elipsis, lo que redunda en que el clímax al que pretendía llegar esté al borde del gatillazo. Lo que me lleva a su peculiar modo de desarrollar acciones muy cortas en el tiempo, dilatadas cual dolorosa tortura china, con páginas y páginas que apenas hacen avanzar la acción, superfluas y absolutamente aburridas. Aquí "deslumbran" sendas caminatas nocturnas de Cendra y Effie, la hermana de Raif. La primera por los pasadizos nocturnos de Espira Vanis, en la que, a parte de congelarse y descubrir que no le espera nada bueno, proporciona el remedio definitivo contra el insomnio; seguir su aventurilla y dormirse es todo uno. A su vez la segunda repite este modus operandi en La caverna de hielo negro, pero aderezado con un momento Disney vivido a manos de unos perritos. Detalle "Heidiano" por excelencia que "enternece" nuestros hoscos corazones y nos pone sobre la pista de cómo ("sorpresa") acabarán salvándola la vida cuando lo necesite. Dos claros ejemplos de que estamos ante el enésimo libro de los últimos años que tiene 300 páginas más de las necesarias, que si se hubiese depurado sería mejor de lo que es. Este defecto se suma a un "delito" ajeno a la autora y propio de la edición de Timun Mas. El clan Granizo Negro sólo es la primera parte de la novela original, estando su "desenlace" recogido en La caverna de hielo negro, con el que forma el primer volumen de una trilogía que aquí será publicada en seis partes. Y leer ese primer acto cuesta la nada despreciable cantidad de 40 euros. Después de haber leído ambos sólo puedo decir que esta toma de contacto con La espada oscura ofrece demasiados sinsabores y mucha frialdad. Seguro que dentro de un tiempo su autora trabaja a fondo para eliminar sus arraigadas carencias y afianza sus valores. Pero, por el momento, no llega a ser siquiera cola de león. Y tiene curtidos enemigos en su nicho ecológico, sobradamente conocidos por todos, como para pensar en que pueda sobrevivir. El primer volumen de los dos comentados fue proporcionado por Cyberdark.net para hacer una reseña que salió publicada en su portada. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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