El tapiz de Malacia
Brian Aldiss
Minotauro
The Malacia Tapestry
1976

Noviembre de 1987
Traducción Manuel de Figueroa

381 páginas
Ilustración Francesco Maggioto

Esta es una buena muestra de la potencialidad y buen hacer de algunos de los autores que engloban su producción dentro de la CF (aunque en este caso no podamos hablar estrictamente de CF). Brian Aldiss se dio a conocer dentro del género a finales de la década de los 50 y desde entonces ha permanecido fiel a una calidad literaria fuera de toda duda. Junto con J. G. Ballard y Gene Wolfe forma, por así llamarla, la santísima trinidad del estilo de la Ciencia Ficción, escritores que por sus capacidades debería ser reconocidos como figuras de la literatura mundial y que por escribir lo que escriben son una especie de outsiders a los que no se presta atención fuera del limitado foro en el cual son conocidos sus libros.

El tapiz de Malacia es una obra de fantasía que se desarrolla en Malacia, una ciudad atemporal que el autor sitúa en una suerte de Europa renacentista (¿Venecia?) que vive bajo la amenaza otomana y donde los seres humanos no han evolucionado de los primates sino de los dinosaurios. Malacia vive regida por un férreo gobierno que considera cualquier cambio nocivo para la sociedad; y los inventos, sean del género que sean, pueden llevar al patíbulo a su creador.

Allí nos encontramos con Perian de Chirolo, un alegre joven, pícaro, bastante mujeriego (todo un crápula) que se gana la vida como actor. Un día le aborda por la calle Bengtsohn, un anciano que le propone participar en una obra completamente diferente a las que está acostumbrado a participar, la primera fotonovela. Bengtsohn es el inventor del zahnoscopio, un aparato capaz de capturar cualquier instante y sacar de él un cuadro que lo recoja (hablando en plata, una foto). La empresa no está exenta de riesgos (no olvidemos que el cambio no es bien visto) y, en principio, Perian se muestra reacio a participar, pero se enamora a primera vista de Armida, hija del mecenas de Bengtsohn, Hoytola, que también va a participar en la obra.

Este es el punto de partida de la interesante y cautivadora narración que Aldiss va desplegando poco a poco. Salvo en sus comienzos como escritor en novelas como La nave estelar o Invernáculo, Aldiss nunca ha sido precisamente un narrador ágil y directo, pero siempre ha proporcionado a sus historias un ritmo moroso que se recrea en espléndidas descripciones de los mundos que muestra. Y, como no podía ser menos, aquí también lo hace.

Hay multitud de pasajes dignos de mención, como una escapada de los enamorados a pasar un día fuera de la ciudad o una cacería de ancestros (dinosaurios) en la que participa Perian para ganar puntos ante el padre de Armida. Personalmente mi preferido es aquel en el que Perian discute con Hoytola y su hija sobre el argumento de la obra en la que participan. Dicen:

 - A Perian el argumento le parece trivial, papá - dijo Armida, y me lanzó una mirada que no pude interpretar-. Dice que podría haberla escrito hace un millón de años.

 - Una observación interesante. Con toda seguridad la obra atrae a uno precisamente porque podría haber sido escrita hace un millón de años. Algunas cosas son eternas y hay que decirla una y otra vez, eternamente.

que es, al fin y al cabo, una soberbia manera de defender lo imperecedero de ciertas historias.

La novela me ha recordado, vagamente, a El libro del Sol nuevo de Gene Wolfe, autor con el que comparte no pocos rasgos, aunque El tapiz de Malacia no es una novela de CF (como aquélla) sino que es pura fantasía; no todo tiene una explicación científica.

Si te gustan las novelas donde la forma y el fondo son igual de importantes este título te encantará, ya que en sus páginas se encuentra uno de los ases ocultos detrás de las colecciones de género.

© Ignacio Illarregui Gárate 2000
Este texto no puede reproducirse sin permiso.