Las Puertas de Anubis
Tim Powers
Martínez Roca
The Annubis´ Gates
1983
1988

Traducción Albert Solé
394 páginas
Ilustración Tony Roberts

Gigamesh
Abril de 1999
Ilustración de Rafa Fonteriz

Gigamesh
Mayo de 2002
Ilustración de Corominas

Brendan Doyle, un profesor universitario cuarentón especializado en poesía romántica inglesa de finales del XVIII y principios del XIX, es llamado por un excéntrico millonario que ha descubierto una manera de viajar por el tiempo. Quiere que participe en una expedición al Londres de 1810 para escuchar una conferencia de Samuel Taylor Coleridge, uno de los célebres poetas del lago. Aunque en principio se muestra reticente, acaba aceptando ya que no tiene nada que perder. Todo sale a pedir de boca, viajan al pasado y escuchan al poeta. Pero cuando están a punto de regresar alguien secuestra a Doyle. Desde ese momento todo cambia en su vida: además de verse atrapado en 1810 sin posibilidad de regresar al presente, se verá envuelto en una compleja trama llena de intrigas en la que toman parte viejos magos procedentes de Egipto, bandas organizadas de mendigos y una especie de hombre lobo capaz de cambiar de cuerpo.

Tras este enrevesado argumento se encuentra la novela que descubrió el genio creativo de uno de los escritores más sorprendentes del género fantástico en las dos últimas décadas: Tim Powers. Powers, uno de los escritores que rodearon a Philip Dick en sus últimos años de vida, ya había publicado tres novelas en las que, a pesar de apuntar maneras, no acababa de de cuajar como narrador. Y fue con esta novela ganadora de varios premios con la que despegó hacia el estrellato.

Los puntos fuertes en torno a los cuales Powers hace gravitar su escritura, y que se encuentran libro tras libro, son varios. Primero la enfermiza minuciosidad con los que elabora sus argumentos, donde los hechos sobrenaturales son el motor interno que mueve toda la historia, y la forma que tiene de encajarlos en la historia que conocemos. La convicción con la que escribe es tan poderosa que uno duda que los hechos que se cuentan en sus páginas no tuvieron lugar tal y como aparecen. Como ejemplo basta decir que se inventa a William Assbless, un supuesto poeta romántico de segunda fila coetáneo de Byron, Shelley y Keats, y le proporciona tanta verosimilitud que llegas a pensar que dicho personaje existió. Y, en realidad, es el pseudónimo que utilizan tanto Powers como James P. Blaylock (un escritor californiano, compinche de Powers) para dar salida a sus versos.

También tenemos al típico protagonista de Powers, un pobre hombre que nada tiene de héroe y que debe enfrentarse a enemigos que sobrepasan ampliamente sus capacidades. Resulta curioso ver como, frente a la mayoría de protagonistas de la fantasía pajera para adolescentes, aquí ni es el más guapo, ni el enviado del destino, ni el más ducho en el manejo de la espada, ni tiene una sonrisa profiden. Es más, generalmente son gente que dista mucho de ser Mister Universo y que recibe más palos que el malo en una película de Steven Seagle. Todo esto los hace mucho más creíbles y enseguida les acabas cogiendo cariño.

Asimismo está el típico arsenal de Powers, todos esos personajes que suele desplegar por el amplio escenario en el que suele mover sus narraciones. Esta fauna alcanzó el cenit en esta novela, apareciendo algunos de sus creaciones más míticas como Horrabin, el macabro payaso que gobierna el bajomundo de un Londres de comienzos del XIX, que acostumbra a caminar con unos zancos para evitar en lo posible el contacto con el suelo; o Amenofis Fikee, condenado a padecer hipertricosis por los siglos de los siglos. Todo impregnado por los temas favoritos del escritor: verdadera magia antigua, sociedades secretas, los cambios de cuerpo,...

En la parte negativa un par de defectos. Primero, Powers no consigue mantener un ritmo más o menos sostenido en la narración. Cuando la trama se encuentra en una fase más o menos tranquila su prosa es reposada y muy descriptiva. Sin embargo, cuando se desencadenan los acontecimientos, tiende a diluirse peligrosamente y se hace necesario releer ciertos párrafos dos o tres veces para descubrir cómo es posible que el personaje se haya librado de la situación tan acuciante en la que se encontraba. Y segundo, por momentos, los giros de la trama no ocurren con naturalidad; la mano del narrador está siempre presente y se puede ver que las cosas pasan porque él quiere, no porque los hechos conduzcan al personaje hacia esa situación. Algo fácil de obviar si te dejas llevar por la historia, pero que para algunos lectores pueda resultar peliagudo.

En fin, novela más que meritoria en la que su autor alcanzó un excelente nivel, un poco por debajo de La fuerza de su mirada, y un dulce para todo tipo de paladares que va camino de convertirse en el nuevo superventas del género fantástico en España. Imprescindible.

© Ignacio Illarregui Gárate 2000
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