Las sombras de
Wielstadt |
Pierre Pevel es un autor francés inédito en castellano que tras haber trabajado en la industria de los juegos de ordenador, creando argumentos y escenarios para Cryo, dio el salto a la literatura con la presente novela. Y con particular éxito ya que ganó el Gran Prix de L´Imaginaire a la mejor novela fantástica francesa del año 2001, uno de los premios de narrativa fantástica más prestigioso que se conceden en el país vecino junto al Imaginales, lo que ha propiciado que posteriormente hayan aparecido dos obras más situadas en el mismo escenario: Les masques de Wielstadt y Le chevalier de Wielstadt , que, aparentemente, también pueden leerse de forma independiente. Las sombras de Wielstadt nos sitúa en la Europa de 1620, durante los primeros años de la guerra de los Treinta Años, con católicos y protestantes centroeuropeos enfangados en una marea de fuego, sangre y destrucción en pos de afirmar sus diferentes concepciones del cristianismo. Wielstadt es una ciudad ficticia situada en las proximidades de la desembocadura del Rhin, protegida por el último dragón europeo que, por un enigmático motivo, la defiende de cualquier ejército que la ponga en peligro. A parte de esta criatura, entre sus habitantes coexisten muchas otras derivadas de las tradiciones clásicas, célticas o nórdicas, como faunos, gigantes o hadas, a la vez que otros seres más peligrosos acechan cuando cae la oscuridad. A la ciudad retorna el caballero Kantz, una especie de sacerdote guerrero exorcista que acaba de realizar una misión para los Caballeros Templarios, que en esta realidad no desaparecieron a comienzos del siglo XIV sino que se desvanecieron para reaparecer dos siglos y medio más tarde. Allí se encontrará con que una serie de macabros asesinatos que desconciertan por completo a un servicio policial que no tarda en acudir a su puerta para que les eche una mano. Con Las sombras de Wielstadt Pierre Pevel se desenvuelve con desigual fortuna en muchos ámbitos. En el de la fantasía histórica con ramalazos de ucronía, mezclando un entorno fácil de situar con hechos que divergen del curso que conocemos y otros que derivan de un enfoque sobrenatural. En el de la trama policíaca que plantea una serie de crímenes que un investigador, el citado caballero Kantz, debe ir “pelando”, capa a capa, hasta esclarecer el móvil definitivo que anida detrás. En el del despreocupado folletín de capa y espada donde los problemas se resuelven batiendo acero. Y, sobre todo, lo que puede inducir a confusión y a una valoración injusta, en el de novela con clara vocación juvenil. No hay que engañarse. Quien busque en estas páginas una perspectiva adulta y elaborada se sentirá completamente decepcionado. Tanto por el tono narrativo, sumamente sencillo (algo evidente en la forma que tiene Pevel de describir el escudo de la ciudad), como por la forma de abordar las descripciones, nítidas, no demasiado originales y con un meridiano afán didáctico (p.e., al comienzo hay un fugaz repaso de la historia de Europa central durante la compleja etapa de la era moderna, para poner en situación); o los personajes, héroes, villanos y secundarios de una pieza que no muestran evolución alguna en su planteamiento inicial; o el claro afán didáctico de muchos pasajes, con un luminoso protagonista adalid de unos valores ejemplares (como la aceptación de lo diferente) enfrentado a unas fuerzas de la oscuridad que defienden su fin a cualquier precio; o su extensión, muy adecuada; u otras facetas de las que se podría hablar, Las sombras de Wielstadt resulta una novela de fantasía juvenil que garantiza una lectura amena sin excesivas complicaciones ni profundidad. Como se suele decir, de lo más adecuada para llevarse a la playa en estos días en los que el calor aprieta. Y ser rápidamente olvidada. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2005
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