Madouc
Jack Vance
Gigamesh
Lyonesse III: Madouc
1989

Marzo de 2004
408 páginas
Traducción de Carlos Gardini
Trilogía de Lyonesse 3
Ilustración Corominas

Madouc es el último volumen de la trilogía de Lyonesse, uno de los hitos más remarcables de la fantasía heroica de las dos últimas décadas y el canto del cisne de Jack Vance. Sin embargo, aun cuando es el volumen más reconocido al haberse llevado el premio World Fantasy del año 90 a la mejor novela, a todas luces resulta el más flojo: no sólo no ofrece ninguna novedad sino que repite como un calco cosas ya sabidas, incidiendo con contumacia en varias lagunas un tanto molestas. La más peliaguda viene de la mano de la propia Madouc, presunta nieta de Casmir de Lyonesse que hasta el momento sólo era un nombre y una par de datos y ahora se convierte en protagonista casi absoluta de la historia.

La niña en cuestión, que pretende ser utilizada por su abuelo como moneda de cambio en sus planes para hacerse con el trono de las Islas Elder, es un trasunto de la Suldrun del primer volumen, cuya ingenuidad se ha transformado en una rebeldía a mitad de camino entre la travesura y el afán de supervivencia y cuyas damas de compañía parecen sacadas de la típica teleserie americana de niñas pijas. Éste es el motivo de que durante páginas todo nos suene a ya leído y haya que cerrarlo para comprobar la portada, a ver si nos hemos equivocado de libro y estamos releyendo El jardín de Suldrun. Por fortuna la variación aporta nuevas circunstancias y pronto se aleja de este camino... para transitar hacia otro también conocido, el de personajes atravesando un entorno sobrenatural que los pone a prueba repetidamente, con el agravante de que sus correrías no destacan de las decenas de ejemplos anteriores.

Igualmente la narración tiene un serio defecto argumental. Se resuelve con acierto el conflicto con Casmir, en una conclusión que trasciende términos como trepidante o vertiginoso; vamos, la antítesis de la muy extendida costumbre de dilatar los hechos con un ritmo ultramoroso. Pero la otra trama, la mágica, pierde enteros frente a la de los dos primeros libros. La amenaza que se cierne sobre los protagonistas y el mundo apenas ha sido asentada, y está resuelta en un alarde de pura precipitación. Fundamentalmente porque durante setecientas páginas Vance señaló en una dirección a la hora de definir estas secuencias (la lucha entre Murgen y Tamurello), pero al final de La perla verde resolvió la cuestión de una forma alucinante en un giro sorpresivo y dilapidó gratuitamente su trabajo. Y aquí no tiene (o, más bien no sabe aprovechar el) espacio para crear un reemplazo coherente.

Lo positivo es que el lector que ha llegado hasta aquí ya está vacunado contra sus estos y otros "vicios" como el afán puramente maniqueísta que nos sitúa a la familia real buena como un cúmulo de belleza, ocurrencia y sabiduría que debe convivir con los gordos, torpes, deformes y absurdos príncipes de los otros reinos. Y es que no conviene olvidar que estamos ante una serie eminentemente juvenil, heredera de una tradición fantástica que nace en los más elementales cuentos de hadas, y que, como tal, se disfruta. Eso sí, las variaciones en el estilo son mínimas y las reiteraciones que aparecen, sin ser excesivas, se hacen demasiado evidentes. Nada que no solucione un hiato entre libro y libro de un par de años, pero que, si se leen todos de sopetón, puede producir más de una muerte por atragantamiento. Moderación ante todo.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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