Remolcando a Jehová
James Morrow
Norma
Towing Jehova
1994
Mayo de 2001
Traducción Olinda Cordukes
307 páginas
Ilustración Koveck

Hace casi diez años cayó en mis manos un libro titulado Su hija unigénita escrito por James Morrow, una lectura insólita y muy imaginativa cuyo argumento partía de una hipotética segunda venida de Dios tan sui generis como el propio título de la novela. En él, Nuestra Salvadora era concebida en una clínica de inseminación artificial exclusivamente a partir de un espermatozoide extraído de un pobre hombre, presumiblemente virgen, y gestada en el interior de una máquina de ectogénesis (un útero artificial). El grado de surrealismo que destilaba la historia era bastante elevado, incluyendo imágenes altamente sugerentes como un paraíso completamente vacío y un infierno atestado con todos los difuntos habidos hasta el momento, o cómo Jesucristo se pasa la vida alegrando las duras vidas de los condenados en tal lugar jugando un papel a mitad de camino entre el juglar de la corte y un aguador. Todo puesto al servicio de una ácida y corrosiva visión de la sociedad americana de comienzos de los 90, en la que los telepredicadores campaban por lo medios de comunicación y las sectas vivían un gran auge.

Después de mucho llover ha vuelto a aparecer en nuestras librerías un título del mismo autor que juega con elementos muy similares y que, a pesar de no resultar en su globalidad igual de satisfactorio, merece la pena leer porque ofrece algo que muy pocos libros llegan a conseguir: provoca unas cuantas sonrisas que alguna vez se tornan auténticas carcajadas.

Remolcando a Jehová parte del punto opuesto a Su hija unigénita. Dios ha muerto y su cadáver de 3 kilómetros de longitud se encuentra situado a unos cientos de millas de la costa africana, flotando a la deriva en el mar. Los ángeles, que poco a poco van muriendo por empatía, deciden excavar una tumba para Él en una isla más allá del círculo polar ártico, y para llevarlo hasta allí utilizan al Vaticano, que debe organizar el transporte. Está claro que a las altas esferas eclesiásticas no les hace demasiada gracia descubrir la muerte del Señor y no saben muy bien qué hacer con él, porque muerto Dios, ¿tiene algún sentido seguir practicando los diferentes sacramentos o las simples oraciones? ¿Realmente puede la Iglesia sobrevivir a la muerte del Creador?

El camino hasta alcanzar la tumba está lejos de ser el simple paseo triunfal que se podía prever. La tripulación del barco tiene que enfrentarse al peso emocional de la carga que llevan tras su popa y lentamente van cayendo en la más absoluta amoralidad. Al fin y al cabo, ¿por qué vamos a seguir comportándonos de la misma manera, como animales sociales, si ya no hay nadie que nos observe desde lo alto y juzgue nuestra conducta? Así, el barco embarranca en una isla surgida de la nada en medio del atlántico y la mayor parte de la tripulación da rienda suelta a sus más bajos instintos, desencadenando una orgía de sexo, violencia y destrucción, en una amalgama de las bacanales y las peleas de gladiadores

Es en esta parte intermedia donde Morrow no consigue mostrarse convincente ya que el comportamiento de los personajes se nota muy forzado y en ningún momento la locura en la que parecen caer evoluciona de una manera natural. De hecho hasta la propia recuperación de la cordura es increíble, como si el sentido común pudiese volver a un grupo más o menos numeroso como si recibiesen el golpecito de un matasellos en la frente. Afortunadamente logra remontar el vuelo de este bajón y vuelve a deleitarnos con escenas memorables como el ataque que sufre el petrolero por parte de un grupo de aviones de la segunda guerra mundial contratado para hundir tan preciado cargamento.

Si bien Remolcando a Jehová tiene muchos puntos a su favor (idea interesante, sentido del ritmo, mucha ironía, un par de personajes con bastante enjundia, ...) es una pena que no despegue hacia metas mayores porque el propio Morrow no aprovecha las potenciales posibilidades que se abren ante él. La idea del cuerpo de Dios apareciendo en nuestro mundo podía haber dado muchísimo más juego del que aquí se aprovecha, sobre todo por las connotaciones filosóficas y morales que tal asunto implica. En ningún momento trata de responder a la pregunta ¿Tiene sentido La Creación tras la muerte de su Creador?, siendo todo el partido que saca al asunto un venial aunque divertido Dios es blanco y varón. Quizás esta falta se corrija en las dos próximas novelas en las que sigue jugando con la idea, al ser ésta la primera parte de una trilogía ya publicada en los EE.UU. y que próximamente aparecerá en nuestro país.

La edición de Norma, sin ser de alta escuela, se deja leer, aunque en este caso la traductora ha cometido varios gazapos como, por ejemplo, llamar a la Compañía de Jesus Sociedad de Jesús o el traducir la expresión atractores extraños (idea que aparece en la Teoría del Caos) como atractrices extrañas, borrando de un plumazo el sentido intrínseco de su correcta traducción. Pero este tipo de errores no son muy comunes y los duendes de imprenta no aparecen con más frecuencia de la habitual.

Remolcando a Jehová es una entretenida narración para pasar un buen rato sin más pretensión que descubrir hasta que punto de irreverencia puede llegar el autor. Personalmente pienso repetir con las próximas dos novelas que por lo menos se presumen igual de divertidas y que, estoy convencido, sabrán sacar mucho más partido a tan interesante tema.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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