Sombras en la eternidad
Angel Torres Quesada
Artifex
Septiembre de 2001
237 páginas
Ilustración Alberto Cairo

Diego Ardé es un historiador especialista en la alta edad media y todo lo ocurrido a La Orden Templaria desde su fundación en el año 1119 hasta su caída en desgracia doscientos años después. Desde hace unos meses sufre desvanecimientos en los que se retrotrae a esa época, viviendo los hechos más importantes de la historia de la orden a través del escudero de Louis de Troyes, la encarnación del Mal, cuyo único objetivo es encontrar el Santo Grial. Estos sucesos están relacionados con la aparición de unos documentos hallados por el investigador Manuel Ramírez en los que se afirma que los templarios no se disolvieron y siguieron existiendo durante centenares de años.

Éste es el argumento del que Ángel Torre Quesada, ilustre nombre de la ciencia ficción española, parte en la que es su última novela, ganadora de la beca Semana Negra 2000 (consistente en una cantidad para que un escritor pueda realizar una obra con un cierto desahogo económico). Tal y como se cuenta la sinopsis, Sombras en la eternidad parece prometer un resultado más que aceptable al partir de un argumento en plan historia oculta dentro de la Historia y estar aderezado con un caramelo tan dulce como el tratar sobre la orden de caballeros por excelencia, Los Templarios, envuelta en ese aire de misterio que han tenido siempre. Sin embargo la novela es muy muy endeble, todo se tiene con alfileres y está completamente apresurada.

Quizás lo que más me haya decepcionado sea la trama histórica, sobre todo para un completo desconocedor de la época en la que se desarrollan la mayoría de los hechos. Y es que después de haber leído Sombras en la eternidad sigo en la más completa ignorancia de dicho período y de los hechos que supuestamente se nos cuentan en la narración. Otro de los errores cruciales es que no se explota para nada el atractivo que en principio tiene el núcleo entorno al cual se estructura todo, La orden Templaria, que podía haber dado muchísimo más juego de lo que realmente da.

Todo se limita prácticamente a ver cómo nombres históricos de la orden (que no personajes, ya que en ningún momento tienen entidad) son asesinados, controlados, usurpados por Louis de Troyes, dando la sensación de que se han utilizado simplemente porque si en vez de haber sido Templarios hubiesen sido Hospitalarios, la cosa hubiese tenido menos caché y el gancho mucho menor. Además las últimas 30 páginas, donde se desvela todo el "misterio" detrás de los hechos tan extraños que se cuentan, es bastante incomprensible. Y lo que es susceptible de ser comprendido acaba siendo increíble, no habiendo por donde coger la explicación que el escritor quiere darnos.

© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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