Tormenta de espadas
George R. R. Martin
Gigamesh
A Clash of Kings
1999

Mayo de 2005

Tormenta de espadas I
628 páginas
Traducción de Cristina Macía
Canción de hielo y fuego 3
Ilustración Corominas

Tormenta de espadas II
608 páginas
Traducción de Cristina Macía
Canción de hielo y fuego 3
Ilustración Corominas

Tras dos libros de los que tanto se ha hablado en los foros de internet, en decenas de reseñas, en muchas conversaciones entre entregados lectores deseando enganchar a ése que todavía no se ha atrevido,... poco más se puede añadir a la hora de comentar la tercera entrega de Canción de hielo y fuego. La receta empleada por Martin está sobre la mesa y ahora todo es seguir el argumento, sorprenderse con los inexcusables y continuos giros argumentales, alucinar con el completo dominio del diálogo del que hace gala mediante sus personajes, deleitarse con la vibrante estructura impresa en la trama y las certeras descripciones, disfrutar con todos los temas que se pueden extraer y que abarcan desde el sufrimiento del pueblo llano en una guerra total al relativismo de los acontecimientos según el punto de vista del que sean observados, pasando por el papel de la mujer en estas sociedades feudales, la visión del honor tanto del autor (a la vez romántica y fatalista, dado lo que ocurre con los Stark que tan bien representan este ideal) como de otros,...

Pero en esta reseña quería hacer hincapié en un hecho que, sorpresa, ya ha sido comentado (p.e. por Cairo en la presentación del libro) y que es el corazón de Canción de hielo y fuego; la clave que explica por qué entre sus lectores está teniendo un éxito tan furibundo.

Martin está escribiendo un (macro) folletín histórico, una circunstancia fehaciente por abundantes razones, pero muy especialmente por una. La Historia, tal y como la conocemos, nos ha enseñando que los hechos son como son (bueno, o como se interpreten), y poco importa que se amolden o no al estilo de narración que estamos acostumbrados a leer en la fantasía medieval. Esta rama de la fantasía (y muchas otras) está plagada de historias de crecimiento interior en las que el héroe es iniciado en saberes que le llevan, después de su aprendizaje, al corazón de una tormenta de donde surgirá victorioso. Por el camino sufrirá más o menos (generalmente menos), algunos de sus compañeros perecerán mientras le ayudan (por término medio, un número mínimo), se enfrentará a los malos malosos en una serie de batallas en las que la derrota le será ajena del todo,... Unos ingredientes siempre presentes y que se asumen de partida sin mayor problema y que siempre conducen tras una senda lineal a que el bien triunfe sobre el mal por mera predestinación.

Sin embargo todo esto aquí queda plenamente subvertido con un relato que nos devuelve, p.e., y aunque sea una churra entre merinas, al primer Alien, ése en el que el anonimato de gran parte del reparto hacía que no tuvieses ni idea de quien se iba a imponer sobre el bicho malo ni cómo. La impotencia y la incertudimbre eran el origen de la tensión con la que se visionaba, algo que es el pan nuestro de cada día en El Poniente de Canción de hielo y fuego.

¿Que eliges un campeón del bien que va a llevar la batuta en su enfrentamiento en pos del honor, la verdad y la justicia? Sufrirán él y los suyos. Todo aquello por lo que lucha se transformará en un galimatias que escapa a su control, se verá devorado por unos subordinados que más que defender su designio luchan por los suyos propios, descubrirá que los otros juegan con reglas distintas y cuando les interesa las rompen para conseguir el mejor rédito,...

Hasta el más ínfimo recoveco del curso argumental está repleto de ese caos humano que tanto abunda en la Historia y que tan esquivo es de encontrar en la narrativa. No existe la compasión, ni lo que el lector demanda o necesita, ni una mano externa que intercede para salvar una vida a punto de ser extinguida. Sólo multitud de acciones que se van sucediendo y mezclando según van apareciendo más o menos personajes en un entorno inmenso, mientras se marca un curso consecuente y pleno de sentido con la lógica de lo que ha pasado.

Asimismo dos hechos ajenos a los "buenos" en la novela de aventuras, la derrota y la muerte, son aquí moneda de curso corriente. La tortura, a hierro, fuego, carne o hielo, sacude sus vidas... como ocurre con sus antagonistas, que sufren en la misma medida. Son seres humanos atrapados en una espiral de destrucción iniciada por ellos mismos y cuyas consecuencias, aunque se pueden adivinar en el horizonte, son insospechadas.

Ahora que, con esta entrega, hemos atravesado el ecuador de la serie sigo sin tener ni idea de lo que va a pasar. Sé que dentro de varios años (cruzo los dedos), cuando me enfrente a la conclusión los buenos ganarán porque es lo que debe ser (¡ingenuo de mi!). Pero no tengo ni idea ni cuántos de estos quedarán, ni en qué estado llegarán, ni las penurias que atravesarán, ni la sangre que se derramará, ni el sufrimiento que contemplarán,... Ni las maravillas insospechadas que les aguardan, ni los amores que vivirán en cada momento como si fuese el último día, ni las victorias que experimentarán sobre sus enemigos,...

Canción de hielo y fuego es pura Historia, un todo construido por pequeñas y grandes historias personales que se convierte en un hipnótico caleidoscopio del que resulta (casi) imposible escapar. De ahí que una pequeña legión de lectores españoles ya seamos sus rendidos vasallos. Legión que, todo sea dicho, va en rápido aumento. En la Literatura es muy poco frecuente hallarse ante el más puro aliento de la épica, que aquí se destila en cuantiosas y refinadas dosis. Algo que todo amante de los relatos que se cuentan alrededor de una hoguera necesita meterse en vena.

Larga vida a Martin y su creación.

© Ignacio Illarregui Gárate 2005
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