América |
Muchas veces los críticos se pasan de rosca intentando buscar los motivos por los cuales los grandes autores escriben sus obras. Sobre todo sorprende cuando la historia está escrita sin más intencionalidad que contar algo y, posteriormente, ciertas plumas alegres descubren un entramado de ideas político-filosófico-sociales que en ningún momento se encontraban de manera consciente en la cabeza del autor. Por eso se agradece siempre que cuando un autor como Ellroy escribe con un objetivo claro, lo enuncie al comienzo de su obra para evitar estos vaticinios infundados. Así, haciendo gala de su fama de expeditivo y directo, afirma al comienzo de América que está escrita con el fin de desmitificar una época y construir un nuevo mito desde el arroyo hasta las estrellas. Dos ideas sumamente interesantes sobre las que merece la pena hablar un poco. Ellroy está cautivado por los EE.UU. de los años 50 y comienzos de los 60 y en ellos ha situado todas y cada una de las novelas que ha escrito, haciendo gala de una increíble sinceridad y huyendo de toda la nostalgia que ha edulcorado lo acaecido en aquel período de tiempo. Y a su habitual reparto de gangsters violentos, chaperos furtivos, policías sin escrúpulos, comunistas reprimidos, empresarios corruptos y prostitutas de lujo, en América se une el grupo familiar mejor tratado por la prensa en los últimos 50 años: los Kennedy. Bastante hasta el gorro de que todos los aspectos turbios del clan hayan sido tapados una y otra vez, Ellroy decide tirar un poco de la manta y establece sobre su cuasi inmaculada historia oficial unas pinceladas de negro que hacen justicia a cómo debieron ser. Resulta de lo más acertado leer como en una frase resume sus tres años de gobierno: Dar buena imagen, patear culos y echar polvos. Cierto es que a la hora de establecer los hechos que ocurrieron juega bastante con la información cierta y las diferentes investigaciones que se han hecho sobre el clan, aportando de su propia pluma ciertos aspectos que hasta ahora eran meras especulaciones. Ese juego me parece legítimo cuando su única pretensión, como afirma, es establecer un nuevo mito no tan alejado de la realidad como el que actualmente impera tanto en el recuero/ideal del pueblo americano como en el del resto del mundo. No se trata de contar toda la verdad, pero sí de contar una "mentira" (al fin y al cabo es ficción) más cercana a ésta que la mentira que se nos hace creer desde hace 40 años. Puede ser moralmente cuestionable, pero Ellroy está jugando con el lector y deja muy clara su intención con el título del libro. Juega a escribir un tabloide, mucho más sincero pero igual de sórdido y cruel. Afortunadamente para los lectores, no convierte la novela en una biografía/hagiografía de La Familia, sino que la introduce en una trama densa e interesante que culmina en el consabido clímax del John en Dallas. Tres son los personajes que nos van a conducir en los 5 años que abarca la novela, desde finales del año 58 hasta el 22 de noviembre de 1963. Pete Bondurant es un expolicía enorme que se gana la vida haciendo todo tipo de trabajitos, desde guardar las espaldas de su jefe o proporcionarle todo tipo de drogas hasta realizar escuchas telefónicas para aquel que pueda pagarlo. Kemper Boyd es un agente del FBI amante de la buena vida y sin ningún escrúpulo al que su jefe, J. Edgar Hoover, le asigna la misión de topo en la comisión contra el crimen organizado, cuyas pesquisas dirigía Robert Kennedy. Y Ward Littel, también agente del FBI, se siente infrautilizado en la caza de rojos que promovía Hoover por aquellos tiempos y está como loco por unirse a la cruzada contra la mafia. Desde sus respectivos puntos de partida estos tres hombres se van a convertir en una especie de guías turísticos por la América de estos años, pero no de la historia oficial que la mayoría conoce, sino de la que se encuentra detrás de ella; en una espiral ascendente a través de sus cañerías y pozos negros en los que aparecen grandes hampones como Carlos Marcello, Sam Giancanna o Traficante Jr, corruptos sindicalistas como James Riddle Hoffa, magnates vengativos como Howard Hughes, toda la tropa Kennedy, mafiosos de medio pelo como Jack Ruby, los castristas y anticastristas, la CIA,... Realmente la novela tiene un gancho innegable que la hace extremadamente atractiva. Ellroy no es precisamente un estilista de la palabra y narra como si fuese la reencarnación de Hammet. Los adjetivos no existen y las frases son cortas y sencillas, las descripciones escuetas y la narración desnuda, cruda, sin tapujos; todo se cuenta tal y como ocurre, a flor de piel, directamente, sin circunloquios vacíos y sin piruetas circenses. América es todo un alarde de concreción que a pesar de su relativa complejidad se sigue con facilidad y en ningún momento llegas a perderte entre la ingente cantidad de personajes utilizados. Su punto flaco, el lugar donde Ellroy pierde cierta credibilidad, se encuentra en que resulta muy irreal que los tres personajes puedan estar en el meollo del asunto y sean partícipes de todo lo que ocurre y pasa. Pero la suspensión de la incredulidad que consigue durante su lectura hace que todo te parezca perfectamente normal mientras los hechos van sucediendo. Además el precio es un acicate, ya que se encuentra saldada con todo el fondo antiguo de VIB al inmejorable precio de 500 pesetas. Y si gusta hay una especie de segunda parte (que no lo es) que empieza el mismo día en que esta termina y que lleva por título Seis de los grandes (que todavía no está en bolsillo). |
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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