El Adversario
Emmanuel Carrère
Anagrama
L´adversaire
2000

2000
Traducción de Jaime Zulaika
172 páginas
Ilustración Ágel Jové

Imagínense una persona que en un punto de su vida decide mentir tanto a sus amigos como a sus familiares diciéndoles que ha superado con éxito cierto examen de una carrera no habiéndose presentado a él, situación no tan extraña que a más de uno sonará. Pero en vez de perseverar e intentar aprobar en la siguiente convocatoria, por un motivo desconocido, reincide en su actitud con el resto de asignaturas. Va a clase, estudia en la biblioteca, pregunta a los profesores en sus despachos,... y "pasa" de curso sin presentarse a un sólo examen, "obteniendo" después de unos años el título. ¿Cuánto tiempo podría pasar hasta que detectasen su falsedad? ¿Y si lograse mantener su charada durante más de 15 años, sin despertar sospecha alguna entre sus amigos, padres, mujer, hijos,...que le creen un reputado miembro de la comunidad científica mundial, trabajando para la OMS y viajando a congresos de todo el mundo? Seguramente, y con razón, se pensaría que éste es el increíble argumento de una película surgida de la imaginación del guionista ocurrente de turno. Sin embargo, como otras tantas veces en las que la maldita realidad supera a la más que deseable ficción, estamos ante un caso real en el que Emmanuel Carrère se ha basado para escribir este acongojante documento periodístico.

Tal adjetivo no está elegido al azar: El adversario produce auténtica congoja. No sólo por su comienzo, en el que se descubre que el mentiroso compulsivo acabó con la vida de sus más allegados debido al temor de no poder soportar la vergüenza que le provocaba el descubrimiento de la mentira que era su vida, ni por la narración de los hechos más truculentas, que incluyen todos sus últimos movimientos contados desde una asepsia y una economía verbal que producen más pavor (si cabe). Sino por las reflexiones que surgen durante su lectura entorno a la conciencia, la supervivencia, la adaptación, la realidad que perciben los demás, la que se crea cada uno,...

Una de las facetas que mejor refleja es el perpetuo estado de angustia en que vivía el protagonista central, Romand, amenazado por el inminente derrumbe del castillo de falsedades sobre el que había cimentado su pasado. No sólo porque se descubriesen parte de las ya sembradas (caso de su manera de recaudar fondos para mantener el elevado tren de vida que mantenía junto a su familia) sino también por su tremenda huída hacia adelante de la que no podía escapar, tapando con nuevas falsedades cualquier debilidad que mostrase ante sus conocidos.

El gran acierto de Carrère está en la forma que ha elegido para afrontar la historia. Después de unas cuantas páginas en las que cuenta su interés inicial, que llegan a parecer un ego trip en toda regla, parte del juicio de Romand para desvelar con mano firme cómo era su vida y los hechos claves que intentan explicar su conducta. Y a pesar de que parece tratarlos desde una cierta distancia, sin realizar juicios morales, arroja las suficientes preguntas como para que supuestas verdades defendidas por el acusado en el juicio queden en entredicho, caso de su intento de suicidio y que muestra que no tenía muchas ganas de acabar con su vida después de matar a su familia.

Aunque resulta inevitable hablar del grado de veracidad de los hechos que se nos cuentan. No tengo más que recordar esa gran análisis periodístico sobre el asesinato de Kennedy que es JFK de Oliver Stone. A partir de dos libros y otra miríada de fuentes diversas, este aguerrido cineasta tejió una visión de los hechos (la suya) que en los aspectos que atañen a los "conspiradores" puede distar tanto de la verdad como la propia versión oficial. Pero, cuando se visiona la película, resulta muy difícil poner en solfa su teoría dado el grado de integración que consiguió entre lo real y la información no demasiado contrastada (me da miedo hablar de ficción). Aquí, en ciertos pasajes, Carrère hace el mismo ejercicio. Especialmente cuando desvela hechos demasiado íntimos de la vida de Romand y su familia que sólo han podido salir de la boca del propio asesino. Y dado que no es una fuente fiable (como el narrador constata una y otra vez) seguro que ha colado más de una interpretación que, dada la convicción con las que están contadas, resultan verosímiles.

Pero más allá de esto, El adversario es una "herramienta" muy útil para reflexionar acerca de la apariencia que rodea nuestras vidas y el grado de veracidad de nuestras percepciones sociales, no ya de las figuras más conocidas sino de todos aquellos que nos rodean en un grado más cercano. Porque no sólo Dick habla de lo frágil que es el sentido de aquello que llamamos realidad y que sólo es una convención que se viene a bajo cuando lo aparente deja paso a lo que subyace en las profundidades...

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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