El bostezo del puma 
Gonzalo Moure
Alfaguara
1999
232 páginas

Voy a comportarme como un auténtico "crítico" cabrón con este libro, no tanto porque sea malo (que quizás no lo sea) como por estar forzadamente ambientado en el Camino de Santiago. Desde luego, si no conociese de primera mano esa experiencia no hubiese leído la novela (ni siquiera hubiese llegado a mis manos). Pero como resulta que sí lo he hecho y conozco realmente lo que es, me resulta muy complicado asumir ciertas licencias que el autor se toma y que no son del gusto de este peregrino. Además El bostezo del puma es una novela supuestamente destinada al público juvenil con algunas de sus virtudes y todos sus defectos.

Como toda muestra de este seudo género, tan en boga últimamente, tiene por protagonista a un joven de diecisiete años, Abram, que después del suicidio de su novia, Lisa, se embarca en una peregrinación a Santiago para encontrarse a sí mismo y huir del fantasma de su fenecida compañera. La chica, que era un trauma viviente (salía con un grupo de jovenzuelas macarrillas, le daba a todo lo habido y por haber, fue la causante de la muerte de su padre, tenía por ídolo a Cobain,...), un buen día montó una fiesta de suicidio y se pegó un atracón de alcohol y barbitúricos. Tim, huésped americano en casa de la madre de Lisa y secretamente enamorado de ella, está convencido de que Abram ha tenido algo que ver en su muerte y se dedica  a importunar al pobre chaval por todo el Camino.

Leyendo esta breve sinopsis parece Compañeros en el camino de santiago con psicokiller incluido. Y desafortunadamente esa es la sensación que deja. Está envuelta en una simplicidad tontorrona que llega a enervar, creando situaciones que se resuelven de un modo completamente ilógico e inexplicado como si sólo estuviese interesado en rellenar páginas (¿alguien sabe por qué Tim después del cipostio que monta deja de perseguir a Abram o quién o por qué narices matan al pobre perro que no le ha hecho mal a nadie?). Los personajes tienen unos nombres inauditos (no podían llamarse como el resto de los mortales) y apenas están bosquejados, siendo algunos de ellos lo más arquetípico que puedes echarte a la cara.

Como muestra un botón. Abram se encuentra en el Camino a dos mujeres que representan a los dos modelos clásicos. Una de ellas Alma es la mujer espiritual y racional. Para hacerla "interesante" y dotarla de "personalidad" Moure la ha hecho estudiar ¿Tibetano clásico? (joder, qué fue del latín y el griego) y la pone a hacer el Camino para descubrir los antiguos imagineros de la ruta. La otra, Marion, representa la faceta más emocional y vital, y parece una hembra en celo buscando peregrino(s) que llevarse al catre (Fokinator versión femenina).

Y brillando por encima de todo este berenjenal está la limitada y torticera visión que se da del Camino de Santiago. Moure parece ser que realizó una pequeña porción para documentarse y desafortunadamente se saltó la parte que realmente te hace ver su verdadera cara. En especial hay una sonrojante escena en la que una serie de peregrinos reunidos alrededor de una mesa se dicen lo que significa El Camino para ellos: ausencia, claridad, río,... vocablos todos muy bonitos y que lucen muy bien de cara a la galería pero que son incapaces de resumir una experiencia tan amplia y compleja. Más o menos como La parada de los monstruos versión Zen.

También el libro se encuentra lleno de inexactitudes y sinsentidos en el desarrollo de las primeras etapas del Camino Francés, que no se desarrollan de forma lógica. Si necesita un pueblo en el que poner a su personaje a comer pues allí le pone, independientemente de que geográficamente su situación pueda coincidir con el ritmo de avance de un peregrino. Si una etapa le parece prescindible pues se la salta. Así Abram hace un Estella - Logroño de casi 50 Km. en una mañana y cuando llega allí le da tiempo a comer y visitar la ciudad, no mostrando ningún tipo de cansancio físico. Claro. Y al día siguiente se hace sólo 15 Km. hasta Navarrete. ¿No hubiese sido más lógico haber dividido la primera etapa y haber hecho más al día siguiente? Eso sí. Moure hurta hábilmente cualquier referencia kilométrica para evitar que un lector avispado sume 2 y 2 y se de cuenta que en autobús se investiga muy fácilmente El Camino de Santiago. Y se le llena la boca con eso de el "verdadero" camino termina en Finisterre y no en Santiago, como si fuese una máxima propia de los auténticos peregrinos. Claro. Al no completar la experiencia no se ha enterado que el verdadero Camino comienza en Santiago y no termina nunca.

Y podría seguir tirando torpedos, pero creo que voy a dejarlo. Ya sé que las críticas deberían ser constructivas, pero con estas cosas el killer que llevo dentro se desata y empieza a soltar palos a mansalva. Y El bostezo del puma me ha puesto de los nervios. Porque el señor Moure debería recordar que escribir para adolescentes no es escribir para paletos que no tienen ningún interés por las cosas. Está claro por qué el puma bosteza


La opinión de Gonzalo Moure (escritor del Bostezo del Puma)

Querido Nacho: no me voy a comportar como un auténtico cabrón ofendido, porque no lo estoy. Pero sí quiero aclararte algunas cosas, por si te interesan. Por supuesto, me encantaría poder aparecer en la misma página en la que destrozas mi libro, El bostezo del puma.

Vaya por delante que prefiero tu crítica, tan furibunda, que la indiferencia, o incluso que el "psé, no está mal". Pero estoy seguro de que coincides conmigo en que el alma humana es un pozo de sorpresas, y que lo que parece a veces no lo es. A eso voy.

No investigué el camino para escribir ninguna novela. Igual que escribí "Un loto en la nieve" porque casi morí, de mal de altura, en Tibet. La experiencia fue tremenda, y escribí el libro. Hice el camino por uno de los millones de razones por las que se hace el camino. En realidad, fui acompañando a unos amigos, escocesa y alemán, que querían hacer parte del camino en sus vaciones. Por esa razón, salimos de Asturias, dónde vivo, hasta Santiago. La verdad que es que, pese a mi escepticismo inicial, me emocionó. En Abadín, sin embargo, dónde nos confundieron con etarras (era el día después de la muerte de Miguel Angel Blanco, y fíjate qué absurdo, pensar que sus asesinos podían ir a pie), sentí una opresión extraña, y en mi mente de novelista germinó la idea de un peregrino que, sin saber por qué, vara allí, en la fonda Goas, sin poder salir de ella. La idea quedó en mi mente. Un año después, los mismos amigos quisieron hacer otra etapa en sus vacaciones, y fuimos desde Roncesvalles hasta Santo Domingo, donde se acabaron sus vacaciones, y volvimos a casa. En éste segundo viaje conocí a las que aquí aparecen como Marion y Alma. Y eran así, sin más. Como caminante, sabes que en el camino se encuentra gente de todo tipo. Alma y Marion eran así, y si Alma estudió tibetano y no griego... ¿qué más da? ¿Y si hubiera estudiado sánscrito? Pues aparecería como estudiante de sánscrito. ¿Por qué Aureliano Buendía era coronel y no zapatero? Pues porque era coronel. De Marion, no estoy de acuerdo en tu interpretación: Marion es la vida en estado puro: la apura cada día, trago a trago. A veces folla, como todos (menos de lo que querríamos, casi todos), a veces simplemente besa, como a Abram. La de verdad, era así, toda vitalidad, encantadora y arrolladora, como un ciclón por el camino.

Un par de etapas después, apareció un tipo, americano, al que no me detengo en describir, porque está descrito en Tim Legger. No sé cómo se llamaba, ni hablé con él. Pero, por el azar del camino, parecía perseguirnos, adelantarnos, otra vez detrás... Si quieres, te puedo enviar una foto de él. Y de Alma, y de Marion. En esa foto, el americano está entre el centeno, y nos mira. Y parece acecharnos.

Escribí El bostezo como una respuesta de mi subconsciente, como una indagación en lo más oscuro de mí mismo. El personaje de Tim se superpuso a mi vieja idea de Abadín. Y me pregunté, con alma de novelista: ¿por qué me persigue? Bueno: mi mejor amigo, José Manuel, se suicidó, en una absurda y espantosa fiesta, en la que se colgó de un hierro delante de sus amigos (entre los que ya no estaba yo, porque no supe echarle una mano en los peores momentos de su vida). Jose se metía de todo y estaba lleno de traumas, entre los que estaba nuestra hermosa amistad, truncada por diferencias políticas que arrancaban de los años 71 y 72. Te cuento todo ésto para que entiendas, y no es un reproche, que un libro puede salir del alma, y no del cálculo. Tengo ya 14 libros y muchas ideas en la cabeza y el ordenador, de modo que el Bostezo, que no es nada comercial, lo escribí para darme respuestas a mí mismo, por nada más. Y te puedo asegurar que es un libro sincero. ¿Malo? Seguramente. Pero insincero, no. Todo lo contrario. Es MI camino. Son mis personajes, los que encontré, todos. Soy y no soy Abram. (Por cierto, es el único nombre "inaudito", y es el resultado de quitarle una hache y una a a su nombre, Abraham. El resto son Alma, Marion, Tim... No les encuentro la rareza, la verdad, no más que a Ignacio o que a Gonzalo. Descalificar así no es deportivo).

Y luego volví a casa, y me puse a escribir. Enlacé como pude todo lo que vi: las americanas de las bicis, el albergue de Azofra, la inscripción de la puerta, la niña de los tacones de coca-cola, el padre y la hija, la comida de Estella, que relato fielmente: los falsos grafólogos, más psicólogos que grafólogos, y también las palabras que para cada uno eran el camino: río, claridad... están sacados de la realidad, así de maravillosos y vulgares somos. Pude equivocarme en la descripción de alguna etapa, pero el libro está escrito con los pies. Y con las ampollas. El camino duele, digo en más de una ocasión. Y claro que duele. Por suerte, otros caminantes me han escrito para decirme que lo que más les gusta es que es también "su" camino, que han sentido lo mismo leyendo el libro que haciéndolo.

Con todo ésto sólo quiero decirte que no se puede ser tan frívolo. No se puede colgar una opinión tan dura, así como así. Despachas a Lisa de un modo terrible, y tienes que saber que hay gente que se suicida, y que su vida es un erial de alcohol y "macarrillas", como tú las llamas. Conozco a muchas. Y a muchos. Una de ellas participó hace un año, aquí la lado, en una paliza sin sentido a otra chica. Fue un escándalo terrible, y esa chica estuvo a punto de suicidarse, incapaz de comprender lo que había hecho, la enorme repercusión, la estancia en el hospital, con trauma craneal, de la chica apalizada. Y yo, personalmente, he vivido la amargura de la muerte sin vuelta atrás. Y detrás de ella no hay más que eso: bobadas, nada que no se pudiera remediar con un poco de ternura y de cariño. Pero es así.

Hay otro par de cosas. ¿Por qué Tim se va? Primero, porque manda a la policía (Mortizia). Y, segundo, porque los seres humanos somos así, imprevisibles, equívocos. Las cosas, en la vida, suceden así, sin explicación clara. Creo que le lector sabe que Tim fracasa. Y no es culpable, como quisiera Abram, ni no culpable: es. ¿Y Copain? Seguramente le mata Tim. Todos los lectores lo deducen. Pero las cosas no son tan fáciles, Nacho. Esto no es Agatha Christie. ¿Y por qué? Por celos, por odio, por rabia, para intranquilizarle... ¡No lo sé! Pero alguien le mata, eso es seguro. Y debe de bastar. A mí, me basta. Te confieso que en el original  quedaba más claro que había sido Tim, pero luego decidí que las cosas, en la vida, no son así. Tantas cosas quedan en la bruma, la incertidumbre...

En fin, que te haya puesto de los nervios, es lo que menos me afecta, porque publicar libros es así: a unos les gustan, a otros les ponen de los nervios. Te propongo una cosa: si me la pides, cuelgo mi defensa a continuación de tu colección de hachazos. Sin revanchas. Porque, encima, he leído tu página, y coincidimos en muchos gustos: el camino, lecturas, música... Es curioso que dos personas que de haberse encontrado en otras circunstancias podrían ser dos buenos amigos, se conozcan de manera tan desafortunada. Pero la vida es así. Mira, es el principio de una buena novela. Me recuerda a Leviatán, de Paul Auster: Sachs mata a Dimaggio sin conocerle, y luego resulta que son casi el mismo, de modo que Sachs acaba por completar la obra destructiva de Dimaggio, hasta el suicidio. Así es la vida. Un abrazo. Y espero que entiendas bien el sentido de ésta carta.


No tenía intención de contestar a esta réplica, pero como no soy perfecto he aquí una breve puntualización a lo que Moure ha escrito.

A medida que leía el libro no podía olvidar una cosa. Tanto su escritura como su publicación habían sido planificadas con habilidad, de tal forma que pudiese ver la luz en el año 1999 durante el último Jacobeo. Supongo que por aprovechar tal evento como caja de resonancia y ayudase a su promoción. No puedo abstraerme a este pensamiento, y más cuando la sensación que produce es que El Camino es meramente circunstancial, que situar la historia a largo de él es algo accesorio, que lo mismo se podía haber contado haciendo transcurrir los hechos en una playa del Mar Menor o en el calor de Motilla del Palancar. 

Ahora que he dicho esto quiero dejar claro lo siguiente:

  1. Como literatura orientada a jóvenes El bostezo del puma parece que funciona bien porque les ha interesado el libro (incluso a alguno de los que ha hecho El Camino le ha servido para rememorar ciertos aspectos, cosa que conmigo no ocurrió)
     

  2. Moure piensa que los jóvenes de hoy en día son, viven y hablan como los jóvenes de cuando él tenía esa edad. Le recomendaría que intentase acercarse un poco más a ellos, porque sus personajes además de parecer sacados de sus más profundos recuerdos, tienen un aroma a mala teleserie del estilo Compañeros/Al salir de clase.

  3. Gonzalo Moure sí que hizo el "verdadero" camino de santiago, como debe de ser. Partió de la puerta de su casa. Pero de ahí a saber lo que es va un abismo.

  4. Es cierto que El Camino es un pequeño microcosmos en el que puedes encontrarte a gente de todo tipo. Sin embargo esto no implica que de la anormalidad se pueda hacer normalidad. Porque ¿dónde está la gente "normal" en las páginas del libro? ¿Dónde están los peregrinos? Desde luego no soy tan presuntuoso como para considerarme "normal". Nadie puede serlo. Sin embargo durante el Camino conviví con mucha gente y era como todo hijo de vecino, con sus cosas, su historia personal, sus rarezas. Entiendo que la extensión de este tipo de obras es un problema y en algún sitio se debe fijar la línea de lo que queda en primer plano y lo que se relega a un discreto segundo plano, que no todos los personajes dan el mismo juego narrativo. Y aunque ahora sé que se está dando salida a una serie de demonios interiores, no creo que esto sirva para "ocultar" al resto de la gente, que acaban siendo figurantes de atrezzo completamente acartonados que se encuentran ahí para recordar que no estamos ante un escenario vacío por el que se mueven los 2 o 3 personajes exóticos que capitalizan la historia (si se me permite la expresión)

  5. Lo único objetivo que uno puede encontrarse en El Camino es el recorrido y no concibo que pueda retorcerse para adecuarlo a los intereses de nadie. Las ciudades, los pueblos, los trigales, los robles, las fuentes, las leyendas, las sombras,... están donde están y no se puede jugar con ellas. No puedo creerme una historia que no es fiel a la poca realidad que en principio puedo encontrar en ella. Y más cuando el protagonista después de meterse 50 duros kilómetros se encuentre más relajado que después de salir de una sauna. Alguien que dice haber padecido los aspectos más duros de él debería saber lo que supone este esfuerzo sobrehumano.

  6. Como lector no me gustan los hilos sueltos, y menos cuando hasta ese momento la historia se movía en los términos que no hacían prever que la cosa iba a quedar así. No es que me decante por los argumentos perfectamente atados, ni que se me tenga que contar con pelos y señales cada segundo de lo que les ocurre a los personajes en el devenir de los acontecimientos. (¡Ah! La elipsis, esa gran desconocida) Pero de ahí a no cerrar estos dos interrogantes me parece que va un abismo.

Esto es lo que hay. Soy como soy y, aunque sí que intento razonar y objetivar mis subjetividades, así me muestro como lector. ¿Excesivamente visceral? Seguro ¿Con abundantes prejuicios? Afirmativo. ¿Profesionalidad? Bastante escasa. En serio que intento cambiar, pero siempre vuelvo al punto de partida.

Hasta la próxima ocasión.