Harry Flashman
George MacDonald Fraser
Edhasa
Flashman
1969

Enero de 1997
Traducción de María Antonia Menini
458 páginas
Diarios de Flashman 1
Ilustración Jordi Sàbat

No acostumbro a dejarme caer por los terrenos de la narrativa histórica, quizás porque mi aprendizaje como lector fue por otros terrenos más de género como la novela negra, la de misterio, la de aventuras a la manera de Emilio Saligari, Rider Haggard o Connan Doyle, o (sobra decirlo) la fantástica. Otro factor importante se debe al precio que tienen estos libros, con una excelente presentación que se refleja demasiado en el elevado coste final. Pero como una buena y encendida recomendación no puede dejarse de lado, he descubierto recientemente esta serie de libros que si bien no me han hecho soltar toda la artillería sí que han desencadenado unas cuantas salvas de honor. Porque ofrecen una aventura entretenida, plena de emociones, algunas contradictorias, y una visión diferente a la esperada.

La idea que tenemos preconcebida de los soldados británicos que servían en el ejército de la Reina en las diferentes colonias del siglo XIX está muy mediatizada por el mundo del cine. Tres lanceros bengalíes, Las Cuatro Plumas, Zulú, La carga de la Brigada Ligera o Gunga Din nos han enseñado a verlos como galantes caballeros deseosos de poner su vida en juego por su país y sus ideales, auténticos compañeros que le dan un nuevo significado a la palabra camaradería, siempre disciplinados y valerosos hasta el fin aunque la estupidez de sus mandos pueda llevarles a la tumba antes de tiempo,... Nada que ver con los valores que encontramos en este libro, que se acerca a este modelo desde una perspectiva diametralmente opuesta, no sé si más apegada a la realidad de lo que fue pero sí igual de fructífera.

El protagonista absoluto del libro es Harry Flashman, soldado al servicio de la reina que se puede definir como un vulgar hijo de puta. Cobarde, traicionero, egoísta, avaricioso, pendenciero, bragueta loca, mentiroso, ladrón, sin vergüenza, racista, ultramisógino,... Vamos, todo un ejemplo de conducta y el opuesto a lo que entendemos como un caballero. Después de ser tenido toda su vida como un héroe, presente en los momentos más importantes de la historia del Imperio Británico a lo largo del siglo XIX, decide acabar con la farsa que rodea su vida contando con pelos y señales en unos diarios lo que fue su vida desde que abandonó el colegio. Y, huyendo de la condescendencia, acaba con su leyenda a lo grande, retratándose como el protagonista más abyecto y divertido que recuerdo haber encontrado en una novela de aventuras.

Harry Flashman recoge el primero de esos diarios, que abarca los hechos vividos por Flashman desde que es expulsado de la escuela de Rugby en 1839 hasta que retorna a Inglaterra como un héroe en 1842, tras uno de los hechos más desastrosos de toda la historia del Imperio Británico: la penosa retirada de Kabul. En medio asistimos a sus desventuras como miembro del ejército de su graciosa majestad en su patria y, más tarde, en las colonias de ultramar, todo un repertorio de su desbordante cobardía a la hora de afrontar el peligro, la inagotable suerte (auténtica "potra") que siempre acude más lo necesita, los inumerables deslices sexuales con toda suerte de prostitutas y esposas que se va cruzando, su cruel desprecio por sus compañeros de armas,...

Fraser consigue con Flashman algo que está al alcance de muy pocos escritores: conseguir que leas las "hazañas" de un tío que se limita a tratar al resto del género humano como si fuesen kleenex, en especial a las mujeres, reducidas antes sus ojos a la condición de meros "sexos" andantes, únicamente adecuados para solazarse cuando tiene un apretón. Hay un momento que podríamos tildar de revelador y que fija la posición del lector respecto a Fraser, que pasa de ser un truhán venido a más al desgraciado cobarde que es en realidad. No quiero desvelar cuál es el momento, pero aseguro que provoca auténticos retortijones y secrecciones de bilis. Lo bueno es que, cuando termina la novela, recibe su merecido y queda asentada la personalidad que seguro se confirma en el resto de libros de la serie: Flashman es patético.

Como complemente, lanzando una densa nube de metralla contra el esteriotipo antes mencionado sobre el ejército británico, tenemos una visión descarnada y muy negativa de su comportamiento con los habitantes de sus colonias, los nativos que formaban parte de sus ejércitos, su política en ultramar, el anquilosamiento de los altos mandos, la cretinez de los oficiales, la corrupción de un sistema en el cual los oficiales compraban sus puestos,... que aunque fiel a la realidad acaba siendo un tanto increíble. Tengo claro que el libro está contado por Flashman y este es consecuente con el planteamiento inicial de Fraser. No obstante, a mi entender, se deja llevar de forma excesiva por las maneras de su personaje y pierde verosimilitud al no deja ver ningún rasgo positivo en la descripción que realiza. Porque algo bueno habría si consiguieron mantener su imperio 100 años más.

Lo mismo se puede decir de ciertos vaivenes narrativos que aparecen bajo la apariencia de ciertas reiteraciones argumentales, extrañas casualidades y un final excesivamente alargado, que disminuyen los logros conseguidos a lo largo de la historia y que dejan a Flashman dentro de la categoría de buena novela de aventuras, cuando podría haber sido mucho más. De todas formas, deja con ganas de ver a Flashman en otros escenarios. Creo que pronto leeré la siguiente.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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