Gigamesh 36
Gigamesh
Marzo de 2004
128 páginas
Ilustración de Juan Miguel Aguilera

Relatos que contiene:

  • Mosquito - Richard Calder

  • El Infierno es la ausencia de Dios - Ted Chiang

  • Mitkey cabalga de nuevo - Fredric Brown

Artículo que contiene:

  • PulpEdiciones: ¿Piratería o "descuido"? - Alberto Cairo

La revista Gigamesh es ahora mismo la publicación más longeva sobre literatura fantástica que se hace en España. Nacida como un fanzine entre los años 85 y 89, pasó a ser revista en 1991, con un lanzamiento espectacular disponible en cualquier kiosko a lo largo y ancho de toda la geografía nacional. Sin ir muy lejos lo llegué a comprar en un kiosco de El Astillero, pueblo cántabro de apenas 10000 habitantes donde encontrar un producto como éste se antojaba imposible. Para hacerse a la idea de cómo fue la empresa, la tirada fue superior a los diez mil ejemplares y un anuncio con su publicación apareció en varios libros de las colecciones de género de Martínez Roca, que, por aquél entonces, dirigía el artífice del invento, Alejo Cuervo.

Pero estas intenciones se mostraron excesivamente aventuradas. El mercado difícilmente admitía revistas dedicadas al cine fantástico, como Fantastic Magazine, o a una mezcla de cine y literatura, Blade Runner Magazine, así que una centrada casi exclusivamente a la literatura fue un fracaso sonado. Tanto como que después de dos números aparecidos en un intervalo de apenas dos meses, y un tercero que se demoró medio año, la publicación entró en un letargo de tres años y medio. El encargado de resucitarla, con unas pretensiones más modestas, fue Julián Díez , que llegó a conseguir una cadencia bimestral durante 18 números, desde Octubre del 97 a Septiembre del 2000, convirtiéndola en un punto de referencia fundamental para la literatura fantástica española en uno de sus momentos más duros. Allí se publicaron algunos de los mejores relatos que se podían encontrar tanto dentro como fuera de España, ensayos de una calidad difícilmente cuestionable (con alguna que otra marcianada), reseñas de libros que era todo un placer leer, polémicas de todo tipo,... Pero esa es otra historia (ya estoy como los abuelitos, contando batallitas)

Y cuando su lectura se había convertido en una costumbre bimestral... recayó en un defecto que muchos creímos cosa del pasado: la falta de periodicidad. Primero los dos meses se transformaron en tres. Después los tres en ... hasta llegar, p.e., a un año 2003 en el que sólo salieron dos números. En este tiempo se produjo el relevo de Julián al frente de la revista, reemplazado por Juanma Santiago (nº 32, Septiembre de 2002). Para paliar esta carencia, recuperar la respetabilidad perdida y, de paso, mejorar el aspecto externo o la distribución, se planteó una refundación que es la que nos llega ahora con este número 36 (Marzo 2004), bastante recientito.

El aspecto que presenta es más que bueno: un formato idéntico al resto de los libros de su colección, con un interior igual de cuidado; una maquetación muy acertada que diferencia artículos (dos columnas) de relatos (una columna) y que redunda en lectura muy cómoda; se conservan las apropiadas y variadas ilustraciones interiores; tiene una llamativa portada realizada por el habitual Juanmi Aguilera que aprovecha ambas tapas... Sólo se echan en falta algunos detalles menores que habría que pulir, caso del lomo, donde no figura el nombre de la revista, o, quizás, algún texto que indique qué es lo que se puede encontrar en el interior... Interior que, sinceramente, ha quedado al mismo nivel que el continente.

Abriendo el número nos encontramos con el único artículo de esta entrega. "PulpEdiciones, ¿piratería o 'descuido'?", de Alberto Cairo, pone de relieve las tropelías cometidas por la editorial del mismo nombre durante los últimos años. Después de haberse documentado durante un tiempo prudencial, y haber hablado con todos los afectados, ha realizado un exhaustivo recorrido por todos los puntos que era necesario tocar, de una forma ordenada, nítida y, por qué no decirlo, bastante próxima a la objetividad. Tanto como que cualquiera que desconozca en qué consiste el affaire Pulp, tras su lectura, se puede hacer una ajustada composición sobre una situación lamentable que tiene todavía hoy a muchos autores y traductores sin ver un duro.

A continuación se sitúan tres cuentos, que ocupan la nada despreciable cantidad de 65 páginas, y que, como es habitual, resultan muy recomendables. Para empezar tenemos un más que aceptable relato de Richard Calder, buena muestra de sus virtudes a la hora de crear y transmitir ambientes decadentes, y bañarnos en una sensación de extraño en tierra extraña que conoce de primera mano. El oscuro mundo que presenta "Mosquito", el mismo en el que está situado su novela Chicas muertas, donde las mujeres se han convertido en meros juguetes sexuales, habla por sí solo. Al igual que la depravada visión de una Europa que ha caído en desgracia hasta el punto de organizar una maquiavélica venganza, o la compleja personalidad de la protagonista, algo más que un cliché usado. Resulta de lo más vívido. Pero, como parece ser su sino, también evidencia algunas de sus mayores carencias. Más allá de la atmósfera, apenas hay nada a lo que asirse: el argumento es venial, su estilo se antoja excesivamente barroco y hace alarde de una desmedida tendencia a la confusión. Más de la soportable.

Tampoco le hace mucho bien estar justo al lado de una perla como "El infierno es la ausencia de Dios", de Ted Chiang. En ella, este autor que dentro de poco tendrá todos sus cuentos publicados en nuestro idioma, consigue algo que parecía complicado: superar su otro relato traducido hasta el momento, "La torre Babilonia", con el que mantiene una relación la mar de curiosa. Si en aquél nos ofrecía la representación de un mundo en el que la realidad estaban determinada por la concepción que los antiguos babilonios tenían del mundo, y acertaba a trasmitir la fascinación de alguien que lo está descubriendo, aquí estamos ante un mundo en el que Dios, los ángeles, el Paraíso y el Infierno existen; y todo ser humano sobre la faz del planeta es consciente de esa existencia. Cada día se producen una serie manifestaciones que no sólo atemorizan/iluminan a los que las contemplan, sino que cambian por completo sus vidas, ya sea por los milagros que acontecen... o las desgracias que traen consigo.

Entramos en ese escenario través de tres individuos cuyas vidas están relacionadas y que afrontan estos hechos con perspectivas encontradas. Neil Fisk, un descreído resignado a ir al infierno... hasta que su mujer ascendió a los cielos después de fallecer en una visitación del ángel Natanael; la "evangelizadora" Janice Reilly, que después de una aparición perdió las piernas cuando todavía estaba en el vientre de su madre y que las recuperó en un evento posterior; y Ethan Mead, que cree que Dios le tiene guardado un destino superior y aguarda una señal. Cada uno, con sus dudas, certezas (que no son tales), temores o necesidades, debe enfrentarse a un mundo que, como el nuestro, no sigue unas reglas lógicas por las que guiarse (por más que intentan encontrarlas) y amenaza con pegarles una sacudida descomunal a sus convicciones. A destacar su profundo tono desesperanzado, con un desenlace sumamente cruel y pesimista, tal y como la vida misma, y la manera en que explora el nexo entre hombre, religión y creencia.

Para completar la terna, encontramos el clasicote "Mitkey cabalga de nuevo", al parecer inédito hasta ahora en nuestro idioma, en el que Fredric Brown retoma uno de los personajes más queridos de su bibliografía: Mitkey, el ratón estelar. De nuevo "enfrentado" a los megalomaniacos planes de su inefable compañero de laboratorio, el desquiciado profesor Oberburger, y, como novedad, a un compañero de fatigas que se las intenta dar con queso en su afán de dominar el mundo.

No obstante, a pesar de las buenas sensaciones que producen, esta terna de relatos tiene una labor de promoción "demasiado" evidente; ofrecen pequeños bocados que abren el apetito por comprar la colección de Ted Chiang que va a publicar Bibliópolis, leer las novelas de Calder o la apetecible colección íntegra de Brown que publicará la casa. Lo que abunda en la siguiente idea: el comienzo de esta nueva etapa daba para algo más.

En mi humilde opinión, Gigamesh se ha caracterizado por haber sido vehículo de presentación de los mejores autores españoles de esta época. Rodolfo Martínez, César Mallorquí, José Antonio Cotrina, Rafa Marín, José Miguel Pallarés o León Arsenal son algunos de los nombres que han dejado en sus páginas muestras de sus habilidades. Es una lástima que en esta ocasión tan señalada no se haya ofrecido una muestra de la potencialidad de nuestros escritores, que en el terreno corto han demostrado que no tienen nada que envidiar a los foráneos. Quizás por eso este volumen no sea todo lo representativo que debiera, tal y como fue aquél número 25 que ofrecía muestras de la mejor literatura fantástica que se hace en Europa (España, Francia y El Reino Unido) y Estados Unidos (un Silverberg de aúpa). No sólo no ha sido superado sino que ni siquiera se ha intentado.

A parte de esto tenemos las secciones típicas de la casa, como la recuperada sección de noticias, el conocido Hit Parade con las puntuaciones de los libros, el correo de Acerco y la  nutrida colección de críticas, marca de la casa, entre las que destaca sobremanera la escrita por César Mallorquí sobre En alas de la canción, que con razón abre la sección. Pocas veces se tiene la oportunidad de leer un análisis tan certero y lúcido como éste, que además hace gala de la notable nitidez propia de Mallorquí.

En resumen, prescindiendo el pequeño sin sabor, esta refundación es un lugar ideal para unirse al carro de la que es la mejor revista de literatura fantástica que se publica en nuestro idioma y que promete seguir dando motivos de alegría a todos sus lectores.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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