Gigamesh 40
Gigamesh
Junio de 2005
160 páginas
Ilustración de Corominas

Relatos que contiene:

  • El hombre con forma de pera - George R. R. Martin

  • Las cancinones solitarias de Laren Dorr - Kelly Link

Artículo que contiene:

  • Entrevista con George R. R.Martin - Luis G. Prado

  • Una traductora en la corte del rey Joffrey - Cristina Macía

  • Buscando el norte - Enrique Corominas

  • El corazón de un niño pequeño - George R. R. Martin

Han tenido que pasar 14 años para que la revista Gigamesh reimprimiese, tras agotarse en la distribuidora, uno de sus números. El encargado de propiciar este hito ha sido el autor de moda, George R. R. Martin, relanzado en nuestro país por la editorial de la casa, al que se le ha dedicado un suculento especial que abarca la estimable extensión de 100 páginas. Una jugada maestra que ha permitido a muchos lectores ajenos a esta publicación acercarse a la mejor revista relacionada con la temática fantástica que se edita en nuestro país.

Desde luego para el seguidor de Martin tiene sobrado interés. Ofrece dos relatos inéditos, sendos artículos relacionados con la versión española de Canción de hielo y fuego, una conferencia del propio autor sobre su infancia en New Jersey y una excepcional entrevista realizada con Luis G. Prado. Y para el que no lo sea creo que también. A parte de las habituales críticas de la casa, donde gente de sobrada valía como Santiago L. Moreno, Lorenzo Luengo, Alberto Cairo, Álex Vidal o Alberto García-Teresa dan la talla, ofrece un material interesante y completo.

Comenzando con los relatos, creo que son, con bastante seguridad, los mejores que había entre los no traducidos; quizás a excepción del incomprensiblemente inédito "Nightflyers", galardonado con un premio Locus, que mucho me temo seguirá en el limbo hasta que la editorial se lance a publicar un libro sobre Martin similar a los integrales de Brown. Recemos a San Kutulu para que sea pronto.

"El hombre con forma de pera", premio Bram Stoker al mejor relato de terror del año 88, es una solvente muestra de la producción terrorífica de Martin situada en un entorno cotidiano. En él dos amigas que comparten piso llegan a un edificio en cuyo sótano habita El hombre con forma de pera, un débil mental maniático, extravagante y repulsivo que se acabará convirtiendo en la obsesión de una de ellas. Destacan la verosímil estampa costumbrista a través de la cual se introduce tal deleznable personaje en la vida de la chica, la lenta y continua ofuscación que le produce y el desasosengante desenlace, en el que el autor utiliza un recurso que no le es para nada ajeno (y que alguien con galones debería analizar; su repetición en varios relatos escritos durante más de una década hace que el detector de petróleo se encienda). Aunque como muestra de terror contemporáneo no transmite las mismas sensaciones que su cruce con la novela negra "Cambiando de piel" o el mordaz y revulsivo "El tratamiento del mono". Le falta voluntad de subversión.

A su vez "Las canciones solitarias de Laren Dorr" es un melancólico cuento sobre el amor, la muerte, el engaño, el poder y el sufrimiento derivado de la soledad, que, de nuevo, sin estar teñido del pesimismo de otros relatos suyos que abordan estos temas, está dotado un punto melancólico enriquecedor. Punto que hubiese explotado del todo si no fuese por la noñería que asocio siempre que Martin tira de este estilo narrativo (a dos aguas entre el cuento infantil clásico y la tradición oral), una sensación por lo que parece muy poco generalizada y que me impidió disfrutar, como sí hicieron otros, de su "El dragón de hielo", ganador del premio Ignotus al mejor relato extrangero del año pasado. A Martin le veo mejor con otros "tonos".

A mitad de camino entre el relato costumbrista y el ensayo sobre su vida se sitúa "El corazón de un niño pequeño", la trascripción de una conferencia pronunciada en la WorldCon 2003. Una sentido narración de su primera década de vida que tiene bastante de retrato generacional de los hijos de la post Segunda Guerra Mundial, ya que, con matices, describe bien lo que fue ser niño en aquella época. Repleta de referencias culturales que nos pillan un tanto lejanas, funciona como sucesión de anécdotas divertidas, tristes, nostálgicas,... relatadas con desenfado. Aunque es un tanto inconexa y, por momentos, no son más que un puñado de recuerdos puestos en la termomix sin ese coagulante que podría haberle dotado de una mayor homogeneidad.

Redondeando el papel de Martin en el especial está la entrevista de Luis G. Prado, realizada en la EuroCon del 2002, una delicia por lo bien planteada e hilvanada que está, el conocimiento que demuestra su autor con sus preguntas, las reflexiones que se vierten sobre la obra de Martin, y su perspectiva sobre los temas recurrentes que aparecen en ella, sus diferentes etapas, su visión del mundo de la televisión,... Da gusto sumergirse en un material así, aunque también da un poco de pena que no se apueste más por crearlo. No abundan, ni mucho menos, las entrevistas sustanciosas con escritores de fantástico.

Y cerrando el círculo hay sendos artículos que me han parecido un pelín flojos. En el primero Cristina Macía, la traductora de Canción de hielo y fuego, revela con desparpajo cuál ha sido y es su relación con la obra de Martin y las dificultades propias de su trabajo, que ejemplifica con varias situaciones que realzan tanto la calidad del original como el de su propia labor. Pero le falta esa profundidad que uno se espera de una revista como Gigamesh, quedando como una exposición divulgativa divertida un tanto (demasiado) ligera. En el segundo Corominas, portadista de los libros de fantasía de la editorial, perfila en un suspiro la problemática de ilustrar la obra escrita cuando no hay demasiados detalles para hacerlo. Porque con esta serie Martin ha sublimado su capacidad evocativa y con descripciones muy contenidas (quién lo diría para una serie que se va a ir a mucho más de 6000 páginas) es capaz de construir un mundo y unos personajes suculentos repletos de matices. Acompañando a sus palabras hay un portafolios de 7 ilustraciones con su visión de varios personajes (en el que brilla esa leona que lo da todo por los suyos que es Cersei Lannister, abierta ante nosotros en todo su esplendor).

Un buen número que, sin deslumbrar, deja el pabellón en el lugar que se le debe exigir a Gigamesh.

© Ignacio Illarregui Gárate 2005
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