Besos de alacrán y
otros relatos Relatos que contiene:
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León Arsenal es uno de los autores más interesantes surgidos durante la década de los 90, con una producción escasa (apenas tres novelas, una de ellas escrita a medias con José Miguel Pallarés, y un puñado de relatos) a la que ha sido capaz de dotar de unas señas de identidad propias, algo que no está al alcance de cualquiera. Besos de alacrán y otros relatos recoge la mayor parte de su obra corta y resulta una lectura harto recomendable al no haber ningún relato que pueda tildarse de mediocre, atesorando un valor no muy habitual en las colecciones de relatos. Generalmente éstas suelen agrupar un conjunto variopinto, sin mucha más conexión que la de estar escritos por un mismo autor y poseer todos una prosa muy similar. Sin embargo esta recopilación ofrece una pequeña sorpresa que le proporciona un valor añadido. La mayoría de las piezas tienen como trasfondo un mismo tema: las relaciones de mestizaje que surgen cuando el ser humano entra en contacto con otros seres, alienígenas pero con apariencia humana. Indagando en cómo se establecen lazos entre ellos y su reacción ante unos sentimientos que son bastante irracionales y que ponen en riesgo su propia vida. A lo que hay que unir una ambientación con nítidos tintes exóticos, a veces exuberante, descrita a través de una prosa austera que no pierde un ápice de sugerencia. El paradigma de la colección es el relato que la da título, Besos de alacrán, en el que ciertos varones humanos que habitan un extraño planeta sienten un deseo irrefrenable por relacionarse con las hembras de unos extraños alienígenas, morfológicamente similares nosotros, que cuando quedan encinta se lanzan en una carrera homicida que no termina hasta que acaban con su macho. Digo que es paradigmático no sólo porque están presentes los rasgos antes mencionados sino porque condensa bien las virtudes y defectos de la narrativa de Arsenal. Destacan el ambiente y la atmósfera creadas, y lo bien transmitidas que están las emociones que sienten unos personajes que, por otro lado, no dejan de ser más que un mero vehículo de la situación planteada a los que no se define ni caracteriza en ningún momento. Ligeras variantes de este esquema las hallamos en Cromatóforo, sobre el extraño suicidio de un humano dos días después de haber muerto sus esposa, Ojos de sombra, que reproduce de forma muy creíble y en clave fantástica el escenario de la reconquista, aunque acusa un final insatisfactorio, o Oscuro candente, una acongojante cacería de bichos que se alarga un pelín más de lo debido. Con los pies más en la tierra se sitúa El misterio de los orígenes, donde se estudia la presencia entre los sin techo de unos seres que conviven con ellos, pertenecientes a una especia similar a la nuestra, que por avatares de la evolución han acabado practicando el comensalismo en las cloacas de la sociedad. El relato se desarrolla a partir de las vivencias que tiene un médico contactado por una sociedad secreta encargada de estudiarlos, que permite introducirnos en el misterio de cómo han podido subsistir todo este tiempo sin que se supiese de su existencia. También está ambientado en la actualidad Círculo de hombres, que a través de un grupo de antiguos universitarios explora lo que ocurre con los lazos que se forman en este periodo de la vida cuando el tiempo y los avatares de la vida caen sobre ellos. Salvando las distancias me ha recordado a Recordando a Melody de George R. R. Martin. Curiosamente, el cuento que más me ha satisfecho es uno que se aleja un poco de este tema. Me refiero a En las fraguas marcianas, una historia a mitad de camino del relato fronterizo y el de mundos perdidos. Se le puede achacar que coge elementos de muchos sitios y que por eso pierde originalidad: ahí tenemos un paisaje polvoriento y desértico completamente hostil; una mítica civilización marciana desaparecida tiempo ha que se ha convertido en una obsesión para los colonizadores humanos; un personaje principal que juega el papel de explorador experto en las tierras extrañas; unos poblados que recuerdan a los que se suelen ver en las películas del oeste, controlados por el cacique local;... Pero Arsenal lo envuelve con un halo poético muy cautivador. Gran parte de este aire se esconde detrás de una civilización marciana, apenas entrevista, a la que proporciona un carácter de ensoñación inalcanzable que acaba tiñendo el comportamiento y la forma de pensar del personaje central y gran parte de los que le rodean. Su manifestación más perdurable y hermosa aparece cuando se habla de cómo las personas pueden dividirse en dos grandes grupos: las que son como metal y las que son como piedra. Sólo por leer esta idea se justifica la lectura del relato. Pasando al resto, nos encontramos con un par de meritorias space operas. El agente exterior, acerca de un asesino a sueldo capaz de burlar los sistemas de seguridad más fiables, y El centro muerto, una historia envolvente y claustrofóbica que se desarrolla en una especie de mar de los Sargazos galáctico donde van a parar aquellas naves que sufren algún problema durante el viaje en el hiperespacio. Allí quedarán varados sus sus protagonistas, que no pueden escapar por más que lo intenten, y vivirán bajo la amenaza de una presencia monstruosa que quiere devorarlos. Ambas por sus diferentes caminos producen auténtica angustia. Por último, también están presentes tres relatos ultracortos (entre una y tres páginas), El libro negro, Todas las noches y Laberinto, que juegan bien sus bazas: son contundentes y ligeramente sorpresivos. Por lo que cumplen con su cometido y ayudan a redondear una buena colección de relatos que agradará a todo tipo de lectores. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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