El fin de la infancia
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Antes de nada debo confesar que Arthur C. Clarke, uno de los popes de la CF para el gran público (y uno de los llamados clásicos por excelencia), siempre me ha parecido un escritor bastante mediocre tirando a malillo. Esta opinión la llevo arrastrando desde que, en mi etapa iniciática como lector de ciencia ficción, intenté acabar si éxito Las fuentes del paraíso, una de sus supuestas mejor novela; y se va cimentando a medida que voy leyendo más y más libros suyos. Porque Clarke de ideas va sobrado, pero de estilo... El fin de la infancia es junto a Cita con Rama su mejor novela. Cuenta la llegada de una raza de extraterrestres al planeta Tierra y cómo estos encauzan el rumbo de la humanidad hacia una civilización más o menos utópica. ¿El motivo para "ayudarnos" de forma tan desinteresada? Son los encargados de tutelar el abandono de nuestra "infancia" y prepararnos para el siguiente paso de nuestra evolución. Clarke va intercalando las vivencias de diferentes personajes en este mundo regido por esos superseñores, con capítulos en plan Hacedor de estrellas, donde va desvelando los avances que tiene el progreso humano desde diferentes ámbitos (tecnológico, social,...) y el estancamiento que sufre en otros (exploración espacial, artístico,...) Es en estos fragmentos descriptivos donde se desenvuelve mejor y más acertadamente, ya que siempre tiene ideas interesantes y sabe como comunicarlas. No en vano es, junto a Carl Sagan e Isaac Asimov, uno de los grandes divulgadores científicos de este siglo No ostante, es en la parte de la narración donde, como en el 90% de las veces, se le hunde poco a poco la novela. Su estilo es plano como la suela de una alpargata, su vocabulario no pasa de las 1000 palabras (siendo generoso), le cuesta contactar con el lector (a diferencia de Asimov, que puede estar más o menos acertado, pero siempre engancha) y los personajes que crea son más grises que los hombres grises de Momo, el célebre cuento de Michael Ende. Incluso los extraterrestres, que podían haber sido la tabla de salvación de la historia, son anodinos en grado sumo y carecen de lo que siempre se debe pedir a una creación de este género: verosimilitud. ¿Qué ofrece al final? Una entretenida historia de la Edad de Oro que ha quedado un poco tocada por el paso del tiempo. Y es que cualquier posible novedad que pudo suponer esta historia en su momento ha quedado ampliamente rebasada por otras historias (a diferencia de otra novela escrita por aquel tiempo como Las estrellas mi destino, todo un alarde de actualidad a pesar de contar con más de 45 años) La edición que ahora presenta Minotauro no está al nivel que suele ofrecer generalmente la editorial, con algunos errores tipográficos y una traducción a la que le falta algo más que un pequeño pulido. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2000
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