Fuga para una isla
Christopher Priest
Nebulae
Fugue for a darkening island
1972

1981
Traducción César Terrón
151 páginas
Ilustración
Julio Vivas

Antes de El mundo invertido, Christopher Priest era conocido por haber escrito un libro que condensaba los aspectos negativos que siempre se han achacado a la new wave: mucha experimentación y demasiada confusión. Una postura asumible si se tiene en cuenta que Indoctrinario fue su primera novela y estaba escrita en plena vorágine sicodélica. Pero se suele olvidar que también había publicado una novela cortita, en comparación más sencilla, que sin ser deslumbrante contenía serios indicios de que su autor no era uno más. Ese libro era Fuga para una isla.

Aparecido en 1972, nos pone en un paisaje a varios años vista donde dos hechos proféticos desencadenan un escenario angustioso. La miseria y las guerras que asolan África han originado una emigración masiva que atenaza a las naciones europeas, especialmente a un Reino Unido que ve como todos los días cargueros repletos de refugiados llegan a sus costas para instalarse en el país. Este estado tan peliagudo propicia una serie de tensiones raciales que aumentan con la llegada al poder de un partido ultraconservador, cuyas medidas represivas inician un conflicto total entre proafricanos y nacionalistas que arrasa el tejido social y transforma la vida de los británicos en un infierno.

Priest se sirve de Alan Whitman, un cabeza de familia con un grave disfunción afectiva, para describir la temperatura del país. No obstante, lejos de realizar una narración secuencial de su periplo en la crisis, opta por fragmentarla en varios hilos diferentes que corresponden a diversos momentos temporales antes, durante y después de la llegada de los africanos, diseminándolos de forma desigual por toda su extensión mediante secuencias que no duran más que unos pocos párrafos. Esto ocasiona que durante las primeras 30 páginas resulte complicado penetrar en el entramado espacio temporal del argumento: hay que enfrentarse a 5 o 6 planos que proporcionan una información muy desigual y que cuesta digerir. Pero una vez superado este comienzo...

Las penurias que pasan los africanos al llegar a la costa, la insatisfacción de Whitman y sus constantes aventuras con otras mujeres, cómo el conflicto quebranta su vida familiar, la huida en búsqueda de un lugar pacífico donde sobrevivir, la vida como refugiados a salto de mata, la balcanización de la campiña inglesa u otras situaciones desarrolladas por Priest componen un triste cuadro que transmite escrupulosamente los sentimientos de impotencia de los personajes, inmersos en una guerra de guerrillas que escapa a su entendimiento, sin solución aparente y que amenaza con devorarlos si no guardan el más mínimo sentido grupal.

Eso sí, la mano de la new wave se deja notar más de la cuenta a través de elementos que no terminan de casar, como ocurre con los fragmentos que nos explican quién es Alan Whitman y de dónde provienen tanto su tendencia a la promiscuidad como su insatisfacción matrimonial. Están bien desarrollados pero parecen más un conjunto heterogéneo de experiencias traumáticas que una explicación plausible del por qué de su conducta. Mucho más conseguida está la parte que concierne a la búsqueda de su familia, cuando un grupo guerrillero la secuestra y se relata la necesidad perentoria que siente Whitman por encontrarlos. En la locura que se ha instalado en toda la isla descubre que aquello que no ha apreciado cuando tenía era lo que le aportaba tranquilidad y sosiego.

Fuga para una isla es una historia dura y cruel que ofrece una mirada al problema del la inmigración y en qué puede degenerar si gobierno y sociedad no ponen todo de su parte para solucionarlo. Da que pensar.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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