Irrealidades
virtuales Relatos que contiene:
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Eso de estar al loro de los rumores y las noticias que se publican en los foros de internet ha hecho que el tradicional gusanillo con el que se visitaba las librerías, al acecho de las sorpresivas novedades con las que toparse, se haya perdido. Bueno, no del todo. De vez en cuando se corre la voz de que algo va a publicarse y justo cuando lo ves descubres que no es lo que esperabas, sino que ha cambiado... A veces para mejor, con el salto de corazón que eso supone. Otras para peor. Esta colección de cuentos iba a ser el volumen que recogiese toda la obra corta de Alfred Bester, uno de los autores más influyentes de la ciencia ficción del siglo XX y que tiene aproximadamente una cincuentena de cuentos. Pero, por el motivo que sea (nos habían informado mal, no había un volumen americano en el que basarse, el ejercicio hubiese sido un suicidio,...) cuando se publicó quedó simplemente en una especie de antología definitiva, un volumen que recogiese sus supuestos mejores relatos más alguna curiosidad no vista hasta el momento. El resultado como tal es satisfactorio, aunque quede lejos de cubrir las expectativas. Esta limitada desazón se entiende si se analizan dos motivos. El primero se encuentra en la edición que ha realizado Minotauro. A parte de que la propia colección original omite algunos relatos que bien merecerían su presencia (como "La presión de un dedo", abandonado en el baúl de los recuerdos mientras se incluye alguna que otra tontería inédita, caso de "El diablo sin gafas" o el inconcluso "Y quedan 3 1/2"), el aspecto interior del libro es deplorable. El texto sufre una corrección más que deficiente que abarca desde los numerosos errores tipográficos, los flagrantes errores de concepto (lo de acogerse a la quinta rectificación de la constitución americana tiene guasa) o la dificultad de comprender determinados párrafos, que convierten algunos de los endemoniados y arriesgados juegos de Bester en abiertamente ininteligibles. Sin olvidar un precio (21 €) completamente fuera de lugar. El segundo está detrás de lo irregular que llega a ser Irrealidades virtuales. Muchos relatos no han envejecido nada bien (cosa que no se puede decir ni de El hombre demolido ni de Las estrellas mi destino, sus dos novelas clásicas), a lo que se une una constatable repetición de esquemas argumentales. Ahí están por ejemplo los sencillos divertimentos con la psicología freudiana y las fantasías masturbatorias de "Oddy y ello", "Estrellita, estrellita" o "5271009". Satisfactorios a pesar de su aire notablemente adolescente. Mucho mejor funcionan los cuentos sobre viajes en el tiempo, una temática ampliamente trabajada por Bester de los que se muestran algunos de los más significativos. Los aceptables "La elección Hobson" y "Desapareciendo"; ese insuperable y cinético juego de paradojas que es "Los hombres que asesinaron a Mahoma"; el ingenuo y amable "Acerca del tiempo y la tercera avenida"; o la enésima revisión de los ladrones de objetos del pasado que se hacen de oro en "El orinal floreado". También hay relatos clásicos que se conservan todavía mejor que en sus primeros días y que son fiel testimonio de que en la ciencia ficción más clásica había sitio también para la poesía y la emoción. Ahí está "Adán sin Eva", curiosamente el más antiguo de todos (fue publicado en el año 41), que partiendo de un escenario "pulp de la muerte" termina con dos o tres páginas memorables, en un final que supera cualquier expectativa creada y que pone los pelos de punta. O el muy posterior "Ya no hacen la vida como antes", un más que aceptable retrato de soledad ambientado en una gran ciudad después de una catástrofe, en el que dos almas aisladas se encuentran cuando no esperaban convivir con nadie más. Bester hace gala de una sensibilidad inaudita para aportar su granito de arena a la guerra de sexos y a la melancolía inherente al fin de la civilización, a la vez que borda una faceta costumbrista que pone de relieve cómo el absurdo comportamiento de ambos esconde la única receta para sobrevivir a un evento como ése. Sin embargo su anticlimática conclusión lo convierte en un ejercicio parcialmente fallido. En contraposición a esta "sencillez" encontramos las demenciales tramas Besterianas a las que antes hacía alusión, en las que demuestra una imaginación y una ambición generalmente por encima del fatuo resultado final. Caso de los desorientadores "El hombre pi" o "Galatea galante". Estos artificios le quedaban mucho mejor cuando tenía más espacio para poder desarrollar sus ideas. En mejor lugar quedan "Tiernamente Farenhait", una versión sicodélica del robot que todo el mundo hacía durante los años 40 o 50, y esa vuelta de tuerca al mito de Frankenstein que es "El tiempo es un traidor", donde junta los juegos de empresa y la amistad más sincera con la nostalgia de los amores perdidos, los trastornos emocionales que ocasiona el paso del tiempo y el miedo a envejecer. Para terminar este rápido repaso, no quería olvidarme de "¿Desea esperar?", un intrascendente entretenimiento acerca de un hombre que decide venderle su alma al diablo y al que las cosas no salen como desea. Poco convencional y muy disfrutable. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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