Luz
M. John Harrison

Bibliópolis
Light
2002
Octubre de 2003
Traducción Rafael Marín
256 páginas
Portada de Alberto Cairo

Luz es la última novela de M. John Harrison, ganadora del premio Tiptree del año 2003 y candidata al Arthur C. Clarke y al BSF. Sin ser revolucionaria, constituye un claro ejemplo de novela revulsivo; esa que sacude con un aire provocador que augura cierta polémica. Tras su lectura es inevitable que surjan preguntas como: ¿Es una enorme tomadura de pelo? ¿Está escrita bajo los efectos de poderosos psicotrópicos? ¿Es ininteligible? ¿Aporta algo a la ciencia ficción? Y en algunos casos, si el análisis es superficial, la respuesta parece afirmativa. Sin ir muy lejos los personajes, más que seguir un determinado plan narrativo creado por el titiritero que mueve los hilos tras el procesador de textos, deambulan arrastrados por una absoluta impredicibilidad, marcada a veces por una tirada de dados, en un ejercicio de pura mecánica cuántica. No obstante, resulta impepinable que no se parece en nada a la ciencia ficción que estamos acostumbrados a leer y es, como ocurre con los libros de Jeff Noon o Kurt Vonnegut (comparte más de una idea con Las sirenas de Titán), un texto demencial, trepidante y oscuro que discurre por territorios poco transitados.

Luz presenta una estructura escindida en tres cursos narrativos que se van intercalando cada pocas páginas, siguiendo un esquema que permanece inalterable hasta su conclusión. El primero de ellos, situado en el presente, cuenta lo que ocurre con Michael Kearney, un atormentado científico en busca del primer ordenador cuántico, acosado por una extraña presencia desde su infancia a la que intenta aplacar como el hombre intenta aplacar a sus dioses desde la Edad de Piedra: realizando brutales sacrificios. Los otros dos transcurren 400 años más tarde, con nuestra especie dispersa por la galaxia y en guerra con una inteligencia extraterrestre. En uno la capitana Seria Mau, que mantiene una compleja simbiosis con su nave a costa de sacrificar una parte de su humanidad, investiga el funcionamiento de un aparato alienígena mientras escapa de unos perseguidores que la acosan sin motivo aparente. En el otro Ed el chino, que pasa gran parte de su tiempo evadido en unos tanques de realidad virtual, debe huir de dos violentas mujeres a las que debe dinero.

Este complejo entramado constituye una novela brillante. A parte de su cuidada factura, sirve de revisión a parte de la ciencia ficción que se escribe hoy en día desde una perspectiva transgresora un tanto gamberra. Los capítulos dedicados a Kearney comienzan siendo una historia de esas que Julián Díez ha venido a llamar de "divorciados en el espacio", donde un científico acosado por problemas conyugales inventa, investiga o descubre algo que salva el mundo. Harrison se acerca a esta figura de forma similar a la que dejó patente en El curso del corazón o sus relatos de El mono del hielo, en los que expresaba la relación del hombre con aquello que le aterra y creaba un ambiente sucio donde nuestros sentimientos más sórdidos quedaban al descubierto. Así, rápidamente notamos que la búsqueda de ese descubrimiento queda en un segundo plano para entrar en el retrato de un ser humano atípico, obsesionado con una presencia que no entiende, completamente desquiciado, con una grave disfunción en su relación con el otro sexo y muy vulnerable (una característica que comparte con los otros dos protagonistas del libro)

Igualmente, los que se centran en la capitana Seria Mau son el más elemental space opera alejado de los cánones usuales. Su protagonista no es la tópica heroína sino que entronca con los sólidos personajes que Iain M. Banks creó para su serie de La Cultura, aportándoles enormes cantidades de furia, rabia y locura que les proporcionan una personalidad muy acusada. Ya en el primer capítulo descubrimos que el fin justifica los medios y se comporta con un nihilismo bien explicado. Después de todo sacrificó su humanidad para convertirse en una con su nave y, por tanto, no se guía por los mismos patrones de comportamiento que el resto de sus congéneres. Asimismo el viaje que realiza se sale de lo común. No sólo porque la aventura se desarrolla de una manera extraña sino porque nos presenta un universo nada cognoscible. Estamos ante una realidad donde los seres humanos han perdido su espíritu emprendedor y, lejos de seguir explorando, se han aposentado en una serie de mundos donde sacan partido a las tecnologías alienígenas que encuentran sin saber muy bien cómo funcionan ni para qué se utilizaban. Algo que recupera el espíritu de Stalker, el gran clásico de los hermanos Strugatski.

Por último encontramos las andanzas del centella Ed el Chino, más heterogéneas que las dos anteriores, con ribetes de novela negra, thriller, historia distópico-costumbrista y de rito de paso. Junto a la trama que concierne a la Capitana Mau es donde mejor se comprueba el buen hacer de Harrison y su personal acercamiento a la ciencia ficción. Crea sentido de la maravilla de una manera audaz, con unos personajes inmersos en unas vidas nada convencionales y un uso del lenguaje estroboscópico, con descripciones cortas que siempre apelan a sentidos como la vista o el olfato, llegándose a experimentar cada sensación como las sienten sus personajes.

A la hora de narrar los acontecimientos de este futuro lejano, Harrison no entra en explicaciones de qué significa cada término sino que los utiliza como si nos hallásemos en él, con la responsabilidad de averiguarlo por nosotros mismos. Los cultivar o los centellas, el sastre, el tiempo nave,... comienzan siendo pequeños enigmas, aparentemente absurdos, que la propia lectura va resolviendo por sí misma, llegando la solución justo en el momento en que se necesita. A lo que se une un notable tratamiento del comportamiento humano, donde las emociones priman sobre la razón e interpretar las motivaciones resulta un terreno minado, repleto de sorpresas y dobles sentidos. Y aunque en ocasiones no sepas hacia donde avanza el libro, todo tiene su razón de ser. Esto convierte a Luz en el libro menos abstracto de los tres escritos por Harrison que se han publicado en español.

Sin embargo, no se puede negar que como novela excesiva es más excesiva de lo tolerable. Por ejemplo aparecen toneladas de relaciones sexuales, capítulo sí capítulo también; vale que la ciencia ficción haya tenido el tema del sexo como un tabú durante muchas décadas, pero nada justifica el elevado número de orgías, masturbaciones, sodomitas, impotentes o actitudes pedófilas presentes en sus páginas. Lo mismo se puede decir de una serie de expresiones que se repiten de forma contumaz; que si entra en tiempo nave, que si sale, navegó por nosecuantas dimensiones fractales, la reiteración de ciertos olores,... descripciones demasiado miméticas que lastran la variedad que, por otro lado, Luz ofrece continuamente.

También cansa observar cómo el motivo de las disfunciones de los tres personajes se encuentra en problemas surgidos durante su niñez. Y aunque al final todas las piezas casan, su conclusión aparece demasiado de sopetón. Todas esas pistas y guiños sembrados por Harrison, pensados específicamente para apuntar una dirección y que termina uniendo las tres tramas en un momento, están más orientados hacia una segunda lectura que a aportar información en la primera. Porque a medida que se aproxima la conclusión no se intuye cuál puede ser ese giro que le de sentido. Algo que encuentro en franca contradicción con la propia idea de pista.

Pero valorando Luz en su conjunto, es un deslumbrante y frenético destello de creatividad en un panorama no muy dado a este tipo de manifestaciones. Eso sí, se debe coger sin muchos prejuicios y dispuesto a entrar en el juego que plantea su autor. Si se busca una historia fácil, la verdad revelada o la quintaesencia de la ciencia ficción norteamericana, aquí no se encuentra.

© Ignacio Illarregui Gárate 2003
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