Mitos del futuro próximo
J. G. Ballard
Minotauro
Myths of the Near Future
1982
Octubre de 1990
Traducción de Marcial Souto

233 páginas

Relatos que contiene:

  • Mitos del futuro próximo

  • Días maravillosos

  • Una hueste de fantasías furibundas

  • Zodíaco 2000

  • Noticias del sol

  • Teatro de guerra

  • El tiempo de los muertos

  • La sonrisa

  • La arquitectura de los moteles

  • Unidad de cuidados intensivos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     James Graham Ballard es un escritor versátil que siempre se ha movido con comodidad tanto en el terreno de la novela como en el de las narraciones cortas. Y creo que es en éste campo donde realmente da siempre la talla y ha demostrado que es uno de los escritores más importantes del siglo que ahora termina. Afortunadamente en este país contamos con una editorial que, contra viento y marea, se ha propuesto publicar toda su obra y nos ha permitido leer no sólo sus mejores novelas sino también la mayoría de los cuentos que ha escrito.

     Ballard es una persona bastante monotemática ya que utiliza la escritura como herramienta para dar salida a sus obsesiones. Los ejes entorno a los cuales construye sus historias son recurrentes, se repiten una y otra vez. Los temas centrales suelen versar sobre la fascinación por una era espacial perdida, la percepción del tiempo, la relación entre la mente humana y el ambiente en el que se desenvuelve, cómo los avances tecnológicos afectan nuestras vidas y cambian nuestra forma de ver el mundo, o la dificultad de comunicación entre las personas en este final de siglo. Mitos el futuro próximo constituye un reencuentro con todos estos temas que, aunque no están presentes en todos los relatos, sí impregnan el conjunto.

     Noticias del sol (al igual que Mitos del futuro próximo) constituye quizás el ejemplo más claro de todo esto, una nueva vuelta de tuerca a sus novelas de catástrofe (como El mundo sumergido, La sequía, El mundo de cristal o Rascacielos). Al igual que estas se desarrolla en un mundo no muy diferente a éste en el que ha habido alguna alteración en la vida del planeta. En este caso estamos en un posible presente en el que los vuelos espaciales han sido suspendidos y una enfermedad empieza a aquejar primero a los antiguos astronautas y, posteriormente, al resto de la humanidad. Dicha enfermedad, obviamente efecto de abandonar el sueño de poder llegar a las estrellas, consiste en ir perdiendo poco a poco el tiempo, sufriendo paradas que en un principio son de unos breves segundos pero que van aumentando hasta llegar, en el periodo final de la enfermedad, a días en los que estás activo sólo una ínfima parte del tiempo. Esta alteración le sirve a Ballard para reincidir sobre la íntima relación mente-paisaje, cómo un cambio del segundo afecta a la primera.

     Los escenarios en los que transcurre y los personajes que aparecen en sus páginas son, de nuevo, los mismos de siempre. Así podemos encontrarnos con los pueblos prácticamente deshabitados, las calles polvorientas, las herrumbrosas rampas de lanzamiento, los moteles abandonados,... Y el típico protagonista ballardiano, un alter-ego del propio autor, que al principio no entiende muy bien lo que le ocurre pero que, al contrario de los que le rodean, se va dejando ir por la situación, comprendiendo y asimilando los cambios que se producen en su interior y aceptando finalmente el destino que le ha deparado la vida.

     Otras muestras de esta forma de escribir, como liberación de una neurosis interior, podemos encontrarlas en El tiempo de los muertos o La sonrisa. El primero es un retorno al mundo juvenil de Ballard, el que cuenta en el Imperio del sol, donde un trasunto suyo se ve forzado a vivir una macabra experiencia transportando un camión lleno de muertos por la China de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Aunque empieza con fuerza poco a poco ésta se va diluyendo llegando a un final bastante fuera de tono y un poco enervante. Mucho más satisfactorio resulta el segundo, una fantasía en la que el protagonista vive una relación de amor-odio con un maniquí y que está contado con tanta convicción que uno llega a pensar que se está leyendo un episodio en la vida del autor.

     Como interesantes se pueden calificar tanto Días maravillosos como Teatro de guerra, dos de esos refrescantes divertimentos con los que se recrea esporádicamente y a los que se agradece su "relativa" intrascendencia. Días maravillosos cuenta, a modo de diario, el cómo van siendo recluidos en complejos hoteleros (a modo de campos de concentración) todas aquellas personas que pueden resultar peligrosas para el sistema y cómo se van acomodando a su nueva situación. Teatro de guerra toma la estructura de un noticiario y narra una posible guerra civil en el Reino Unido en la que se vería obligados a tomar parte los EEUU.

     Y, sin lugar a dudas, al final se encuentra el mejor de todos los relatos, una historia corta (apenas 10 páginas) y que es algo así como el fin de fiesta, la gran explosión con la que acaba la antología. Unidad de cuidados intensivos es una especie de vaticinio de lo que está ocurriendo hoy en el mundo con Internet y cómo está afectando a ciertas personas, que encuentran más cómodo la relación a través de la red que contactando personalmente con sus iguales. La premisa de la que parte es un mundo en el que las personas no tienen contacto físico con sus semejantes y su única relación es a través de pantallas de televisión. El personaje central forma una familia a la que sólo conoce a través del vidrio de la pantalla y llega un momento en le que decide romper el muro que les separa de ellos, buscando el contacto que hasta ese momento se le ha negado. Lo que realmente sorprende no es tanto el devenir de los acontecimientos cuando se producen los contactos como la intensidad que se percibe sus páginas.

     Aunque no es la mejor antología del autor es otra buena muestra del talento de Ballard este terreno, donde sus obsesiones quedan un poco más diluidas, rebajadas por la estructura que él mismo se impone. Y es que la mayoría de las veces la buena confitura se encuentra en tarros pequeños. Para todos aquellos interesados en dejarse llevar un poco por uno de los mundos interiores más personales del la literatura de fin de siglo.

© Ignacio Illarregui Gárate 2000
Este texto no puede reproducirse sin permiso.