Tebas, la de las cien puertas
Robert Silverberg

Grijalbo
Thebes of the Hundred Gates
1991
 1995
Traducción Joaquín Adsuar
126 páginas
Cubierta SSD

 

 

 

 

Esta narración es un bluff todavía mayor que otros Silverbergs de los últimos años, que casi no llegan ni a pálidos destellos de sus grandes obras de hace 35 años. Y es que cuesta mucho comprender cómo una narración escasita, que apenas llega a la extensión de novela corta, con unos márgenes excesivos y una fuente enorme, pudo ser publicada así, de forma independiente. Supongo que todo se debió al furor que a lo largo de las dos últimas décadas han causado la egiptología y las novelas históricas enclavadas en esa civilización. Pero ahí es donde nace el mayor engaño. El Egipto de la XVIII dinastía, alrededor del año 1400 AC, que se contempla en Tebas, la de las cien puertas está descrito con el mismo detalle que el presente en una guía de viajes vulgar, casi sin detalles, sin recrearse más que en cuatro trivialidades y desarrollando con detalle una única explicación; en este caso sobre el proceso de momificación, que es conocido por todos (¡Oh, increíble! ¡Meten un hierro candente por la nariz para licuarte los sesos).

De su mano arrastra la venialidad del otro 50 % de la obra, la parte de ciencia ficción, muy ramplona y en las antípodas de las buenas historias de viajes en el tiempo trabajadas por Silverberg, como Estación Hawksbill o Por el tiempo. El esquema crononauta descubriendo una sociedad pasada, que conoce pero que es nueva para él, es mediocre. Se da un garbeo por el callejero principal de la ciudad (los aledaños no debían figurar en la guía usada por el autor para documentarse), se topa con un par de personas que ("causalidad") son su objetivo, se gana un par de días la vida como miembro del gremio de embalsamadores, se beneficia a una esclava que pasaba por allí,... Lo que debe ser contado, pero sin chispa ni novedades ni atisbos de intentar ilusionar. Muy de encefalograma plano. Lo único que la salva un poco son sus sólidos personajes, cuyo comportamiento es natural y plenamente coherente.

Un libro decepcionante que no recomendaría ni a lectores de Silverberg.

© Ignacio Illarregui Gárate 2004
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