UNS Challenger
|
UNS Challenger es la segunda novela de La Saga de Seafort, continuación de aquella Seafort Guardiamarina que ya comenté hace tres años y medio (¡Joé, sí que se hace viejo el Rincón!) y, por lo que parece, última que podremos leer en español. Acaba de ser saldada en una de esas operaciones que acometen los hombres de las grandes editoriales cuando fagocitan un nuevo sello: hay que soltar carga para liberar de espacio los almacenes donde puedan entrar todos los nuevos proyectos en los que se van a embarcar (y hacer acopio de fondos con los restos del naufragio). Eso nos deja a sus lectores no huérfanos (los libros no pasan de ser serie B de la malilla) pero sí sin un pasarratos ejemplar, ideal para desatascar el cerebro en una de esas etapas de sequía mental que todos atravesamos. Retoma la historia poco después del final de Seafort Guardiamarina y juega a ser lo mismo. Nos embarcamos en la segunda singladura de Nicholas Seafort por los procelosos mares del vacío interestelar (utilizaré terminología marina porque esto es una novela de la armada inglesa disfrazada de ciencia ficción). Para evitar espinosos contactos con los extraños "peces abisales" que le amenizaron en el anterior viaje, esta vez su fragata no navega en solitario sino que forma parte de una fuerza de intervención más numerosa. Al mando se sitúa un paranoico Almirante que siente una flagrante ojeriza por nuestro joven capitán. Junto a Seafort viajarán su joven esposa, en avanzado estado de gestación (me imagino a todo soldado a punto de entrar en campaña llevándose a su mujer para que corra su misma suerte), y su antigua tripulación. Para dificultar un poco los problemillas que tienen entre ellos, se ven obligados a acoger en la nave a un grupo de desarraigados jovenzuelos sacados de un ghetto, lo que aparte de hacinamiento originará serios roces con los habituales pasajeros. Feintuch, cuya imaginación es muy limitadita, vuelve a utilizar la consabida secuencia de inicio de viaje "tranquilo", tensión entre los miembros de la tripulación, tensión con el pasaje, tensión con los mandos, giro brutal que pone al prota al borde de su capacidad... para concatenar momentos peliagudos con toda la leña necesaria para solucionarlos. Una estructura similar a Seafort Guardiamarina en la que lo único novedoso viene de la mano de una mayor tensión, acentuada a base de matar a más gente, incrementar el número de situaciones peliagudas y recurrir a ideas todavía más fascistoides. La trama sigue siendo una mediocre sucesión de estereotipos; la ciencia en la que se basa, y que describe con anonadante detenimiento, absurda; los personajes, más simples que un botijo, no salen de un esquema que se repite una y otra vez (¿Cuántas veces Seafort se reconcilia con su torturado guardiamarina para machacarle otra vez al cabo de dos páginas?); los diálogos igual de estúpidos que los malos,... Pero, ¡qué narices! También resulta extrañamente entretenida. En todo momento sabes que estás leyendo un refrito cocinado con nula habilidad, pero tus dedos no cejan de pasar páginas para ver hasta dónde llega Seafort en su carrera por salvar a su tripulación y llevarles a buen puerto. Como comentario final, son impagables los pasajes en los que Feintuch deja por su izquierda al Heinlein más reaccionario. Quizás el más memorable de todos sea uno donde un padre reconoce que su hijo se ha desmandado porque no le dio unas cuantas tundas cuando era pequeño. ¡Ah! Cómo reconcilian con la civilización esos métodos que tenía la marina de solucionar cualquier altercado a base de acumular deméritos, realizar sanos ejercicios,... y unas cuantas raciones de látigo. |
© Ignacio Illarregui Gárate 2004
Este texto no puede reproducirse sin permiso.