La ascensión del Gran Mal
Autor David
B. |
Cuando escribía la reseña que hace poco hice sobre Berlín de Jason Lutes, había una idea que recurrentemente volvía a mi cabeza: lo complicado que es encontrar un cómic americano de temática más o menos histórica, como si ese género no interesase a los autores del otro lado del charco. Eso contrasta bastante con el mundillo de la BD o el manga, donde el género histórico goza de una perfecta salud y da una y otra vez obras ciertamente memorables como Las Torres de Bois Maury o Ikkyu, por citar sólo dos ejemplos. Curiosamente existe la situación completamente inversa con otro género, los llamados tebeos autobiográficos, en los que los autores cuentan con pelos y señales (y muchas veces sin ningún tipo de pudor) su propia vida. Sé que esto no es demasiado cierto. Se me vienen a la cabeza ejemplos como los de nuestro querido Carlos Giménez y obras suyas como Paracuellos, Los profesionales o Barrio, o álbumes como Diario de un álbum de Dupuy y Berberian que próximamente verá la luz de la mano de Planeta. Sin embargo, si pongo en el otro lado de la balanza las obras de gente como Daniel Clowes, Chester Brown, Joe Matt, Robert Crumb o Julie Ducett, el platillo cae claramente de los autores americanos. No por que su calidad sea superior sino por la cantidad de material que se puede encontrar. Por eso me he llevado una pequeña sorpresa al comprar este álbum que tiene mucho que ver con estos autores pero contado desde una sensibilidad más cercana a la europea y con una perspectiva bastante intimista y deliciosamente pausada.
David B. parte de los recuerdos de su infancia para narrar la historia de su familia y cómo tuvo que enfrentarse a la enfermedad de su hermano mayor, cruelmente atacado por una epilepsia progresiva (el Gran Mal del título) que paulatinamente va minando su salud y ante la cual todo remedio puesto acaba resultando baldío. Este es el hecho que va marcando la infancia del autor, como no podía ser de otra forma, y que va impregnando todo con unos tonos bastante tristes cuando se va descubriendo que la enfermedad no sólo no se puede paliar sino que poco a poco se va volviendo más preocupante. Pero, afortunadamente, no todo en la vida son esos momentos grises. La infancia del autor es como la de todo niño, repleta de experiencias vibrantes, una imaginación desbocada y una inmensa curiosidad. Todo esto queda recogido en la fascinación que siente el niño David B. por las guerras de las que muchos de sus personas más próximas han sido testigos. Y es que estamos hablando de una Francia de finales de los 60 muy marcada por las últimas guerras vividas en el país, como son las dos guerras mundiales y las de la pérdida de las colonias (esta última representada por la independencia de Argelia).
La ascensión del Gran Mal no es sólo el mundo visto por los ojos de un niño. Es el mundo visto por los ojos de un niño muy especial con un paisaje interior bastante rico en matices y un tanto extraño. Los acontecimientos se ven envueltos por una niebla onírica que enriquece con un aire fantástico los hechos que se nos cuentan, confundiéndose muchas veces lo que es real y lo que es producto de la imaginación del autor. Es en estos pasajes donde se descubre el verdadero potencial artístico del autor, pleno de creatividad y con un grafismo altamente sugerente. Estas dosis de "surrealismo" están muy bien equilibradas y salvo al final del álbum, donde toman por completo los paneles y rompen el ritmo que hasta entonces estaba marcando, no perturban ni enrarecen la narración de la historia.
La edición de Sins entido es acorde a lo esperado y realmente merece la pena pagar lo que cuesta, que en esta ocasión es bastante superior a lo usual para un álbum europeo que además es en blanco y negro. Una historia interesante, tierna y bastante intimista, recomendable para todo tipo de paladares.
© Ignacio Illarregui Gárate 2001
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